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El estómago de Aidan se contrajo. Eso era lo que quería. Alguien que lo amara así.

– ¿Te engañó alguna vez?

Su mirada se encendió.

– Lo habría matado.

Aidan ahuecó su mejilla en la mano mientras clavaba la mirada en esos ojos luminescentes.

– ¿Crees que alguna vez supo qué era un bastado con suerte?

– No lo llamaría suerte. Por mí causa, y por tratar de proteger mi espalda, fue destripado en el suelo como un cerdo.

Aidan se sintió apenado por su pérdida, pero no cambiaba el hecho de que mataría por tener lo que había compartido ella con su marido.

– No sé. Creo que por tener un día lo que has descrito valdría la pena ser destripado.

Leta se sorprendió mientras sentía las lágrimas picándole en los ojos por él.

– No te merecías lo que te sucedió, Aidan…

– Llegar a ser merecedor por no hacer nada. Tú no merecías perder a tu familia. Y definitivamente no merecían morir porque Zeus sea un idiota.

Una sola lágrima rodó por su mejilla donde fue bloqueada por el dedo de él. Interiormente, ella sintió algo que no había sentido en siglos. Un vínculo emocional con otra persona. Él entendía su tragedia. Sobre todo, la sentía.

Queriendo alejar de él la tristeza, para darle un momento de paz, subió poco a poco por su cuerpo con el fin de poder besarle profundamente.

La cabeza de Aidan se dejó llevar con la aguda pasión de su beso. No podía recordar a nadie en toda la vida que lo besará de este modo. Era exigente y abrasador, e inflamaba cada terminación nerviosa de su cuerpo. Todo lo que quería era tocarla. Sentirla.

Estar dentro de ella.

Ella se aferró apretadamente a su cuerpo antes de inclinar la cabeza para mordisquearle la garganta. Aidan gruñó mientras su lengua danzaba a través de su piel. Todos los pensamientos huyeron de su mente. Ella era la única cosa en lo que podía concentrarse, la única cosa que podía sentir. Su toque le marcó la piel mientras le dejaba quitarle un pasado al que no quería darle mucha importancia.

Leta le dio la vuelta, sobre su espalda. Se derritió interiormente y todo lo que quería era sentirlo profundamente dentro de su cuerpo. Incapaz de esperar, se montó a horcajadas sobre sus caderas y se empaló a sí misma en él.

Él echó hacía atrás la cabeza como si hubiera sido electrocutado.

– Oh, Dios mío, Leta,-jadeó-.No…para

Ella vaciló con sus palabras.

– ¿Quieres que me detenga?

– No,-casi rugió-.Si paras ahora, te juro que moriré.

Ella se rió de sus desesperadas palabras antes de reanudar los movimientos.

Aidan no podía respirar mientras ella empujaba contra de él. Honestamente quería morir en este momento perfecto. No había sentido nada mejor en toda su vida que la mujer encima de él. Era como un ángel enviado para salvarle de su soledad.

Y nunca le permitiría dejarla marchar. Él quería congelar este momento y quedarse justo donde estaba mientras agarraba sus suaves muslos con las manos. Él levantó las caderas, propulsándose a sí mismo aún más profundo dentro de ella. Esto era en donde él quería estar. Quería fingir que no había un mundo fuera de esta cabaña, nadie lo esperaba allí para desgarrarlo en pedazos. Nadie para hacerle daño.

Allí sólo estaba Leta y el placer que ella le daba. Esto, esto era el cielo.

Y cuando ella alcanzó el orgasmo, él se mordió el labio tan fuerte, que saboreó la sangre. Un instante más tarde, se unió a ella en la liberación.

Con la respiración vacilante, se derrumbó encima de él. Su dulce respiración le cosquilleó el pecho mientras observaba las sombras moviéndose en el cielo raso. No podía recordar la última vez en que había estado así de relajado. Que había estado en paz de esta forma.

Si, estaba definitivamente loco. Todo este día, incluyendo su aparición, tenía que ser alguna clase de alucinación. Debía de haberse caído y golpeado la cabeza. Con fuerza.

Pero honestamente, si este era un sueño, entonces no quería despertarse de él.

Leta se incorporó sobre los codos para bajar los ojos hacia él quien la observaba con ojos medio cerrados. Enderezó la cabeza con curiosidad.

– ¿Qué estás pensando?

Él sonrió ante la pregunta muy humana mientras enrollaba su sedoso pelo con la mano.

– Pienso en lo bien qué te sientes en mis brazos.

La sonrisa de ella hizo que el corazón se elevara y sacudiera su ingle.

– Sólo he estado contigo y con mi marido. Me había olvidado de lo increíble que esto podía ser.-Sus ojos se nublaron-.A diferencia de ti, no me gusta estar sola.

La pena y el dolor se acumularon en la garganta para estrangularlo, y le confió algo que él no había confiado a nadie- ni siquiera a si mismo.

– Ni a mí. Estar solo apesta.

Ella cerró los ojos antes de cubrir su mano con la de ella e inclinar el rostro para besarle la palma de la mano.

Ese sencillo gesto lo destrozó.

– Si me traicionas, entonces Leta…Mátame. Ten piedad y no me dejes vivir en la sombra por tu crueldad. No puedo aguantar otro golpe como eso. No soy tan fuerte.

Un tic comenzó en la su mandíbula de ella mientras soltaba su mano y le dedicaba una mirada dura.

– No vine hasta aquí para traicionarte, Aidan. Vine aquí a luchar por ti, no en tu contra.

Con la vista nublada despreció las lágrimas que sintió fluir. No había llorado en mucho tiempo…Quería recuperar su cólera. La cólera no dolía. No le hacía sentir inútil o impotente. No podía analizar aún lo suficiente para identificar algunos de esos confusos sentimientos. Lo dejaban vulnerables y la debilidad era algo que él había aprendido a despreciar muy pronto en su amargada vida.

Seré el último en mantenerme de pie.

Con un lema propio que era vivir siempre su propia vida. Le había traído consigo incontables ataques de otros actores. Brutales e incontables criticas que habían asaltado absolutamente todo desde su guardarropa, por su aspecto, por su pasado, hasta sus habilidades como actor. Los periodistas y los ejecutivos del estudio que se habían reído de él y de sus aspiraciones.

No les dejaría ganar.

Sería el último en mantenerse de pie.

Leta frunció el ceño mientras sintió la confusión de él dentro de su propio cuerpo. Estaba sobre un precipicio. Asustado. Furioso. Fuerte y al mismo tiempo débil.

– Juntos veremos el final esto, Aidan. Lo prometo.

Él parpadeó como si sus palabras hubieran dado un empujón a algo suelto en su memoria.

– Alabaster.

Ella lo miró con ceño por la inesperada respuesta.

– ¿Alabaster? ¿Caramba? Aquí no hay alabastro.

– No,- dijo rápidamente-.Era una película que hice hace un par de años. Una con la que gane un oscar.-Una lenta sonrisa se extendió por su cara-.Era una película que trataba sobre la esposa de un hombre que estaba siendo objeto por un imparable asesino en serie.

Eso no era pensamiento agradable para después del sexo que habían tenido.

– Vale…

La miró.

– ¿No lo ves? Eso es lo que es Dolor…es un socio patológico asesino en serie. Y en la película no esperamos que el asesino venga por nosotros de improvisto. Somos nosotros los que tomamos el asunto en nuestras manos. Escogimos el campo de batalla y elegimos el momento y el lugar en donde luchar. Fuimos a por él.

Era un movimiento valiente.

– Nunca antes he conducido a Dolor hacia una pelea.

Él asintió

– Exactamente. Le asombrará.

Leta se congeló mientras recordaba algo que Lyssa les había dicho.

– Para que el dolor regrese a su lugar…deberás enfrentarlo a la cara.-Quizás eso era lo que quería decir Lyssa-¡Eres brillante!

– No yo. Lo escribió Allister Davis. Solo estoy tomando una página de su guión. Dijiste que Dolor necesitaba venir a este reino, ¿pero qué ocurre si en lugar de eso nos oponemos a él en el tuyo?

– ¿Qué quieres decir?

– En el reino mortal, él es inmortal, ¿correcto?

Ella asintió.

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