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– No te preocupes, yo sé mucho. -Sus manos comenzaron a vagar por mi piel. Me tocó zonas en las que nunca me habían tocado. Jadeé asombrada y me entregué a él.

– ¿Será diferente a hacerlo con un chico normal? -pregunté.

– Y tanto que sí. -Lo miré interrogadora-. Será mejor-me murmuró al oído, y sentí una punzada de pura excitación. Con algo de vergüenza alargué la mano para tocarlo, y él emitió un sonido muy humano. Tras un instante, el sonido se hizo más profundo.

– ¿Ahora? -pregunté, con voz temblorosa e insegura.

– Sí -respondió, y se puso encima de mí.

Un instante después descubrió la verdadera dimensión de mi inexperiencia.

– Deberías habérmelo dicho -me reprendió, aunque con mucha amabilidad. Se retuvo con esfuerzo casi palpable.

– ¡Oh, por favor, no pares! -supliqué, y creí que me saltaría la cabeza en pedazos, que ocurriría algo drástico si no lo llevaba hasta el final.

– No tengo ninguna intención de pararme-prometió con decisión-. Sookie… esto te va a doler.

En respuesta elevé el cuerpo. Emitió un sonido incoherente, y entró en mí.

Contuve el aliento, me mordí el labio. Ay, ay, ay.

– Querida -dijo Bill. Nadie me había llamado nunca eso-, ¿cómo estás?-Vampiro o no, temblaba con el esfuerzo de contenerse.

– De acuerdo-dije sin mucho sentido. Estaba encima del aguijón, y perdería el valor si no seguíamos-. Ahora -dije, mordiéndole con fuerza el hombro.

Él gimió y jadeó, y comenzó a moverse con fervor. A1 principio estuve aturdida, pero comencé a pillarle el truco y colaborar. Él encontró mi reacción muy excitante, y empecé a sentir que nos esperaba algo a la vuelta de la esquina, por así decirlo, algo fuerte y placentero. Dije:

– ¡Oh, por favor, Bill, por favor! -y le clavé las uñas en las caderas, casi ahí, casi ahí, y entonces un pequeño cambio de postura le permitió apretarse incluso más profundamente contra mí, y antes de poder controlarme estaba volando, volando, blanca con rayas doradas. Sentí que Bill apretaba sus dientes contra mi cuello, y dije: "¡Sí!". Noté que sus colmillos me perforaban, pero fue un dolor mínimo, un dolor excitante, y mientras se corría en mi interior le sentí lamer la pequeña herida.

Yacimos sobre la cama un largo tiempo, temblando de vez en cuando con pequeñas réplicas. Nunca olvidaré su sabor y su olor mientras viva, nunca olvidaré la sensación de tenerlo dentro aquella primera vez, mi primera vez, no olvidaré nunca el placer. A1 fin Bill se movió para situarse a mi lado, apoyado sobre un codo, y me puso la mano sobre el estómago.

– Soy el primero.

– Sí.

– Oh, Sookie. -Se inclinó para besarme, sus labios recorrieron la línea de mi garganta.

– Desde luego yo no tengo con qué comparar -dije con timidez-, pero ¿ha estado bien para ti? Quiero decir, ¿al menos a la altura de otras mujeres? Mejoraré.

– Podrás coger más experiencia, Sookie, pero no podrás ser mejor-me besó en la mejilla-. Eres maravillosa.

– ¿Me quedará herida?

– Pensarás que es extraño, pero no me acuerdo. Hasta ahora, la única virgen con la que había estado era mi esposa, y eso fue hace siglo y medio… Sí, recuerdo que estarás dolorida. No podremos volver a hacer el amor durante uno o dos días.

– Tu sangre cura-observé tras una breve pausa, sintiendo que se me sonrojaban las mejillas.

Bajo la luz de la luna pude verle girarse, para mirarme de modo más directo.

– Así es -dijo-. ¿Te gustaría?

– Claro, ¿a ti no?

– Sí -respondió, y se mordió el brazo.

Fue tan repentino que solté un grito, pero él se pasó distraídamente un dedo por su propia sangre y antes de poder ponerme tensa deslizó el dedo hasta mi interior. Comenzó a moverlo con mucha suavidad, y en un instante, en efecto, el dolor desapareció.

– Gracias -dije-, ya estoy mejor.

Pero no sacó el dedo.

– Oh -dije-, ¿es que quieres repetir tan pronto? ¿Puedes hacerlo? -Y mientras su dedo proseguía el movimiento, comencé a desear que así fuera.

– Espera y verás-me indicó, con una pizca de diversión en su dulce y profunda voz.

Susurré, sin reconocerme a mí misma:

– Dime lo que quieres que haga.

Y me lo dijo.

Al día siguiente volvía trabajar. Independientemente de los poderes curativos de Bill me sentía un poco incómoda, pero oye, también poderosa. Era un sentimiento por completo nuevo para mí. Era imposible no sentirse… bueno, creída no es la palabra adecuada, más bien muy orgullosa.

Por supuesto, en el bar tuve los mismos viejos problemas: la cacofonía de voces, su zumbido, su persistencia. Pero de algún modo fui capaz de bajar su volumen, de guardarlas en un bolsillo. Me resultó más sencillo mantener alta la guardia, y en consecuencia me encontré más relajada. O puede que, como me notaba más relajada (y tanto que estaba más relajada), fuese más fácil mantener la guardia. No lo sé, pero me sentí mejor, y pude aceptarlas condolencias de los clientes con serenidad en vez de con lágrimas.

Jason vino a comer y se tomó un par de cervezas con su hamburguesa, lo que no constituía su dieta habitual. Lo normal era que no bebiera durante la jornada laboral. Sabía que se pondría furioso si le decía algo de manera directa, así que me limité a preguntarle si todo iba bien.

– El jefe de policía me ha vuelto a llamar hoy -dijo en voz baja. Miró alrededor para asegurarse de que nadie nos escuchaba, aunque aquel día el bar estaba medio vacío, ya que el Club Rotario [9] tenía reunión en el Centro Social.

– ¿Qué te ha preguntado? -mi voz fue igual de baja.

– Que cada cuánto veía a Maudette, que si siempre ponía gasolina donde ella trabajaba… Una y otra y otra vez, como si no hubiera respondido ya setenta y cinco veces a esas mismas preguntas. Mi jefe está al límite de la paciencia, Sookie, y no lo culpo. He faltado al trabajo al menos dos días, puede que tres, con todas las visitas que he tenido que hacer a la comisaría.

– Tal vez lo mejor sea que te consigas un abogado -aconsejé, incómoda.

– Eso es lo que dice Rene.

Rene y yo cruzamos la mirada.

– ¿Qué tal Sid Matt Lancaster?-Sidney Matthew Lancaster, hijo del sur y bebedor de whisky amargo, tenía reputación de ser el abogado criminalista más agresivo de la parroquia. Me gustaba porque siempre me trataba con respeto cuando le servía en el bar. -Podría ser mi mejor opción. -Jason parecía todo lo malhumorado y adusto que puede estar un hombre adorable. Intercambiamos una mirada. Ambos sabíamos que el abogado de la abuela era demasiado viejo para poder encargarse del caso si alguna vez, Dios no lo quisiera, Jason era arrestado.

Jason estaba demasiado preocupado por sus propios problemas como para notar nada diferente en mí, pero yo llevaba puesto un polo blanco (en vez de mi habitual camiseta de cuello redondeado) para taparme el cuello. Arlene no fue tan poco observadora como mi hermano. Me estuvo estudiando toda la mañana y, para cuando llegó la pausa de las tres de la tarde, ya estaba casi segura de que me había pillado.

– Muchacha -me dijo-, ¿te lo has estado pasando bien?

Me puse tan roja como una remolacha. "Pasárselo bien" convertía mi relación con Bill en más ligera de lo que era en realidad, pero también resultaba bastante preciso. No supe si tomar el toro por los cuernos y decir: "No, haciendo el amor", o mantener la boca cerrada, o decirle a Arlene que no era asunto suyo, o limitarme a gritar: "¡Sí!".

– Oh, Sookie, ¿quién es él?

Oh. Oh.

– Bueno, él no es…

– ¿No es de aquí? ¿Estás citándote con uno de esos obreros de Bossier City?

– No -dije dubitativa.

– ¿Sam entonces? He visto que te miraba.

– No.

– Entonces ¿quién?

Estaba actuando como si me avergonzara. Endereza la espalda, Sookie Stackhouse, me dije con firmeza. Imponte.

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[9]Una asociación benéfica internacional. N. del T.

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