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– Tendrás que comprarte una alfombra-dije, sin venir en absoluto a cuento.

– Tienes sangre en la boca -mencionó Eric. Todos los vampiros tenían los colmillos desplegados en toda su longitud. Se habían excitado bastante.

– Ha sangrado encima mío.

– ¿Se te ha colado algo por la garganta?

– Es probable. ¿Qué significa?

– Eso está por ver-dijo Pam. Su voz resultaba siniestra y ronca. Estudiaba a Belinda de una manera que a mí me hubiera puesto muy nerviosa, pero curiosamente ella parecía sentirse orgullosa de la atención-. Por lo general- añadió la vampira, con los ojos puestos sobre los sensuales labios de Belindasomos -nosotros los que bebemos de los humanos, no al revés.

Eric me contemplaba con interés, la misma clase de interés que tenía Pam por Belinda.

– ¿Cómo ves ahora las cosas, Sookie? -preguntó, con una voz tan amable que nadie se creería que acababa de ejecutar a un viejo amigo.

¿Que cómo me parecían ahora las cosas? Más brillantes. Los sonidos resultaban más claros y podía oír mejor. Quería girarme y mirar a Bill, pero me daba miedo apartar los ojos de Eric.

– Bueno, supongo que Bill y yo tendremos que irnos ya – dije, como sino fuera posible otra cosa-. He hecho eso por ti, Eric, y ahora tenemos que irnos. Sin represalias contra Ginger, Belinda y Bruce, ¿de acuerdo? Era lo acordado. -Comencé a dirigirme hacia la puerta con una seguridad que estaba lejos de sentir-. Supongo que tendrás que ver cómo va el bar, ¿no? ¿Quién está preparando esta noche las bebidas?

– Tenemos un sustituto -dijo Eric distraído, sin que sus ojos se apartaran en ningún momento de mi cuello-. Hueles diferente, Sookie-murmuró dando un paso hacia nosotros.

– Bueno, no olvides que tenemos un trato, Eric-le recordé, con una sonrisa amplia y tensa y con un tono lleno de alegría-. Bill y yo nos vamos ya a casa, ¿verdad?

Me arriesgué a echar un vistazo atrás, hacia Bill: se me cayó el alma a los pies. Tenía los ojos muy abiertos, sin parpadear, y sus labios formaban una sonrisa silenciosa que dejaba a la vista sus colmillos extendidos. Sus pupilas estaban muy dilatadas. Contemplaba a Eric.

– Pam, deja paso libre -dije con suavidad pero firmeza. Cuando Pam se distrajo de su propia sed de sangre, evaluó la situación con un solo vistazo. Abrió de par en par la puerta del despacho y empujó a Belinda a través de ella. Luego se echó a un lado para hacernos salir.-Llama a Ginger-sugerí, y el sentido de mis palabras penetró la nube de deseo de Pam.

– Ginger-llamó con voz ronca. La rubia apareció corriendo desde otra puerta del pasillo-. Eric te desea-le explicó.

El rostro de Ginger se iluminó como si tuviera una cita con David Duchovny, y estuvo en la sala frotándose contra Eric casi con tanta velocidad como hubiera podido hacerlo un vampiro. Como si se hubiera despertado de un hechizo, Eric bajó la mirada hacia Ginger al tiempo que ella recorría su pecho con las manos. Mientras se inclinaba para besarla, me miró por encima de la chica.

– Volveré a verte -dijo, y yo tiré de Bill para salir de allí cuanto antes. Él no quería irse, era como empujar un tronco. Pero una vez nos encontramos ya en el pasillo, pareció ser más consciente de la necesidad de largarnos de allí, y corrimos fuera del Fangtasía hasta su coche.

Me miré. Estaba manchada de sangre y con la ropa arrugada, y tenía un olor raro. Qué asco. Me volví hacia Bill para compartir mi repugnancia, pero él me miraba de un modo inconfundible.

– No -dije enérgicamente-. Arranca este coche y salgamos de aquí antes de que suceda nada más, Bill Compton. Te lo digo así de claro. No estoy de humor.

Se inclinó por encima del asiento hacia mí, con las manos agarrándome antes de que pudiera decir nada más. Su boca estuvo sobre la mía, y en apenas un segundo comenzó a lamer la sangre de mi cara.

Estaba muy asustada, y también muy furiosa. Lo agarré de las orejas y alejé su cabeza de la mía recurriendo hasta al último gramo de fuerza que me quedaba en el cuerpo, que resultó ser más de lo que yo pensaba. Sus ojos seguían siendo como cavernas con fantasmas acechando en la profundidad.

– ¡Bill! -grité. Lo sacudí-. ¡Quítatelo de encima!

Poco a poco su personalidad regresó a sus ojos. Se estremeció y soltó un suspiro, tras lo que me besó con suavidad en los labios.

– Vale, ¿podemos irnos ya a casa? -pregunté, avergonzada de que mi voz sonara tan temblorosa.

– Claro -dijo. Él tampoco pareció muy firme.

– ¿Ha sido como cuando los tiburones huelen sangre? -le pregunté tras quince minutos al volante, ya casi fuera de Shreveport.

– Buena analogía.

No necesitaba disculparse: había hecho lo que la naturaleza le dictaba, al menos la naturaleza de los vampiros, y tampoco le preocupaba. Pero a mí sí que me hubiera gustado oír una disculpa.

– Entonces, ¿estoy metida en un lío? -pregunté por último. Eran las dos de la mañana y descubrí que el tema no me preocupaba tanto como debería.

– Eric te tomará la palabra -respondió Bill-. En cuanto a si te dejará en paz en sentido personal, no lo sé. Ojalá… -pero su voz se desvaneció. Era la primera vez que oía a Bill desear algo.

– Sesenta mil dólares no debe de ser mucho dinero para un vampiro -observé- Todos parecéis tener un montón de pasta.

– Los vampiros roban a sus víctimas, por supuesto -dijo Bill con tono práctico-. Al principio cogemos el dinero del cadáver. Después, cuando tenemos más experiencia, podemos ejercer el control necesario para persuadir a un humano para que nos dé dinero por su propia voluntad y después olvide que lo ha hecho. Algunos contratan administradores, otros se meten en el mercado inmobiliario y otros viven de los intereses de sus inversiones. Eric y Pam montaron juntos el bar. Eric aportó casi todo el dinero, y Pam el resto. Conocían a Sombra Larga desde hace cien años, y lo contrataron para que fuera el camarero. Él los ha traicionado.

– ¿Y por qué iba a robarles?

– Debía de tener alguna aventura comercial para la que necesitara el capital-explicó Bill distraído-. Y estaba en una posición integrada; no podía limitarse a matar al director de un banco después de hipnotizarlo y persuadirlo para que le entregara el dinero. Así que lo cogió de Eric.

– Pero, ¿Eric no se lo habría prestado?

– Si Sombra Larga no hubiera sido demasiado orgulloso para pedirlo, sí -respondió Bill.

Hubo otro prolongado silencio. Por último dije:

– Siempre he pensado que los vampiros son más listos que los humanos, pero no es así, ¿eh?

– No siempre-reconoció.

Cuando alcanzamos las afueras de Bon Temps, le pedí a Bill que me dejara en casa. Me miró de reojo, pero no dijo nada. Puede que, después de todo, los vampiros sí fueran más listos que los humanos.

10

Al día siguiente, mientras me preparaba para salir hacia el trabajo, me di cuenta de que estaba harta de vampiros para una buena temporada. Incluso de Bill. Ya me tocaba recordar que era humana.

El problema es que no podía pasar por alto que era una humana modificada.

No era nada serio. Después de la primera dosis de sangre de Bill, la noche que los Ratas me golpearon, me sentí sanada, saludable, fuerte. Pero no era una diferencia marcada. Puede que más… bueno, sexy.

Después del segundo trago de sangre me noté fuerte de verdad, y fui más valiente porque tenía más seguridad en mí misma. Tuve mas confianza en mi sexualidad y su poder. Estaba claro que había manejado mi discapacidad con más aplomo y aptitud que antes.

Entonces ingerí por accidente la sangre de Sombra Larga. A la mañana siguiente, cuando me miré en el espejo, tenía los dientes más blancos y afilados, el pelo más claro y vital, y los ojos más brillantes. Parecía la chica de un cartel para una buena higiene o de alguna campaña de salud, como tomar vitaminas o beber leche. El salvaje mordisco de mi brazo (la última señal de Sombra Larga sobre la tierra, reflexioné) no estaba curado del todo, pero andaba en camino.

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