"Les puedo informar que en Moscú ha sido firmado un contrato entre países interesados a fin de crear una sociedad anónima industrial-comercial, que llevará las siglas SECPA, o sea, Sociedad para la Explotación Conjunta del Petróleo de la Antártida".
El académico resumió también los sucesos relacionados con la copia hecha por los visitantes de aquellos fenómenos de la vida terrestre que despertaron su interés. La lista de fenómenos era tan larga que no fue leída, sino distribuida entre los delegados a guisa de suplemento especial del informe. Citaré aquí solamente los sucesos que fueron comentados por los corresponsales Parisienses.
Además de Sand City, los "jinetes" copiaron una ciudad balneario situada en los Alpes italianos; playas francesas en las horas de la mañana, cuando parecen madrigueras de nutrias; la plaza de San Marcos en Venecia y parte del metro londinense. La atención de ellos fue atraída por el transporte de pasajeros de muchos países. Descendieron sobre los trenes, sobre aviones y barcos de línea, sobre los helicópteros de la policía y hasta sobre los globos que se utilizaban en una competición cerca de Bruselas.
En Francia, penetraron en las carreras de velocidad del velódromo de Paris; en San Francisco, en un encuentro de boxeadores de peso pesado por el título de campeón de la costa del Pacífico; en Lisboa, en un encuentro de fútbol por la Copa de Europa (los jugadores se quejaron luego ante los reporteros de que la niebla roja era tan densa que ellos no veían la portería contraria). La niebla fue igual durante una partida de ajedrez regional en Zurich; ésta permaneció también dos horas en el Gabinete Gubernamental de la República Sudafricana y por cuarenta minutos entre los animales del parque zoológico de Londres. Los periodistas aprovecharon estos dos casos para sus chistes: ambos sucesos ocurrieron en un mismo día y en ninguna de los dos casos la niebla logró dispersar ni a las bestias ni a los racistas.
La lista del académico incluía una enumeración detallada de todas las fábricas y factorías copiadas por completo o en parte por íos visitantes del cosmos: a veces copiaban un taller o una cadena de montaje; otras, algunos aparatos y tornos característicos para un tipo dado de producción, los que fueron elegidos por las "nubes" con precisión infalible. Los periodistas Parisienses, al comentar esta elección, llegaban a curiosas conclusiones. Unos consideraban que las "nubes" estaban interesadas, fundamentalmente, en los tipos anticuados de máquinas que no han tenido ningún cambio sustancial durante más de cien años y que les son menos comprensibles, como son: los medios para la elaboración de piedras preciosas y la designación de los utensilios de cocina. Por esta misma causa era copiado un taller de tallado en Amsterdam y una fábrica primitiva de juguetes en Nuremberg.
Otros observadores, comentando la lista de Osovets, señalaron el interés manifiesto de los visitantes hacia los servicios para el consumidor. El corresponsal del "Paris-Midi" escribió: "¿Nota usted la cantidad de barberías, restaurantes, casas de moda y estudios de televisión copiados? Preste atención al cuidado y esmero con que se eligen para copiar los comercios, tiendas, mercados y hasta las vitrinas callejeras. Preste atención a la variación de los modos de copiar utilizados por "ellas". A veces, las "nubes" bajan en picado sobre el "objeto" y en el acto huyen, sin que hayan podido provocar el pánico. Otras veces, la "niebla" envuelve lentamente al objeto, penetra imperceptiblemente en todos sus rincones y la gente no se da cuenta de nada hasta que la densidad del gas se hace visible. Sin embargo, incluso cuando eso ocurre, algo impide a la gente cambiar su conducta habitual, como si algo les reprimiera la voluntad y la razón. Entonces, sin experimentar terror alguno, continúan en su trabajo corriente: los peluqueros cortan el pelo y afeitan; los clientes, esperando su turno, ojean las revistas; los camarógrafos filman películas o transmiten programas de televisión; el portero de fútbol atrapa una pelota difícil; el camarero entrega cortésmente la cuenta por la cena del restaurante. Todo a nuestro alrededor adquiere un tono purpúreo, como si se estuviera bajo la luz de una lámpara roja, pero, pese a ello, seguimos en nuestros asuntos y sólo más tarde, después de que los "jinetes" se alejan llevándose nuestra imagen viva, nos damos cuenta de lo ocurrido. La mayoría de las veces nos es imposible verlas, pues los visitantes las mostraron a los seres humanos solamente durante los primeros experimentos de fijación de la vida terrestre; y posteriormente todo se ha limitado a la caída de la niebla roja de tonalidad y densidad diferentes".
El académico Osovets resumió: "Nadie ha sufrido daño durante estos experimentos y nadie ha sufrido pérdidas materiales. A excepción del taburete que desapareció junto con el doble en la reunión de Mirni y el automóvil del piloto Martin, luego de ser abandonado imprudentemente en la ciudad copiada, nadie podría mencionarme una cosa que haya sido destruida o dañada por los visitantes del cosmos. Se escribió sobre la bicicleta perdida por un ciclista checo, que la dejó abandonada en una carretera cercana a Praga, pero se supo posteriormente que fue encontrada en la parada durante un período de descanso. Se escribió sobre el alpenstock, que le arrebató el doble al guía suizo Fred Schomer, cuando éste caminaba por un sendero montañoso. Sin embargo, el mismo Fred Schomer escribió a los periódicos negando la veracidad de esta noticia y declarando que él mismo abandonó al alpenstock, asustado por lo que había visto, pero que posteriormente las "nubes" lo devolvieron picando sobre la puerta de su cabaña. Todos los otros casos mencionados en los periódicos resultaron ser inventos de individuos que querían pasar por "víctimas", o de los propios reporteros. Las "nubes" rosadas retornan al cosmos sin causar ningún daño a la humanidad y sin llevarse nada, excepto el hielo terrestre y esas supuestas grabaciones de la vida terrestre, codificadas inexplicablemente en una niebla roja. Esta última idea, a propósito, es una hipótesis, no demostrada de ninguna manera por persona alguna".
El informe del académico Osovets fue aprobado por la mayoría de los delegados. Decidí no leer el discurso de Thompson. Este no encontró apoyo y los debates se transformaron en un cambio de réplicas y preguntas, lejos de ser polémicas, ni tampoco audaces o convincentes. Se expresaron, por ejemplo, temores de que el espíritu de paz de los visitantes era nada más que camuflaje y que ellos regresarían con otras intenciones muy diferentes.
– ¿Con cuáles? -quiso saber el académico.
– Con intenciones agresivas.
– Poseyendo tales posibilidades técnicas, dudo mucho que ellos necesiten tal camuflaje.
– ¿Y si esto es sólo un reconocimiento del terreno?
– ¿Y qué? Los primeros encuentros les han demostrado ya la diferencia sustancial entre nuestros potenciales técnicos.
– ¿Acaso les hemos mostrado nuestro potencial? -interpeló Thompson.
– Ellos lo copiaron ya.
– Pero nosotros ni siquiera tratamos de utilizarlo contra sus ataques.
– ¿Hubo acaso ataques?
– No, pero, ¿puede usted asegurar que no los habrá?
– En defensa de mis aseveraciones cité numerosos hechos comprobados; en defensa de las suyas, sólo hemos escuchado hipótesis.
Después de esta discusión -sin gloria para los oponentes del académico soviético-, los "incrédulos", como fueron llamados luego en los pasillos del Congreso, empezaron a desquitarse en las comisiones que se crearon, especialmente en la Comisión para los Contactos y Conjeturas, la cual comenzaba a ser famosa por sus tempestuosas sesiones. En ella se exponía todo tipo de hipótesis y a la postre se destruían sin compasión. De una deliberación se pasaba a otra, luego a otra, alejándose así de la discusión primaria, hasta que finalmente era cortada por el timbre del presidente. Los corresponsales ni siquiera trataban de dar forma de reportaje a estas discusiones, sino que simplemente las citaban.