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– ¿Qué piensas hacer? ¡Dallas! -Dobló el paso y se puso a la altura de las zancadas de Eve-. No me gusta la cara que pones. Por favor, no causes problemas. Vamos, es la gran noche de Leonardo.

– Seguro que un poco más de cobertura informativa incrementará sus ventas.

Entró en el salón donde la multitud giraba ya en la pista de baile o se apiñaba ante las mesas con comida. Al ver a Jerry, Eve fue hacia ella. Roarke vio cómo la mira?ba y se le cruzó.

– De repente tienes aspecto de poli.

– Gracias.

– No sé si era un cumplido. ¿Es que vas a hacer una escena?

– Lo haré lo mejor que sepa. ¿No podrías mantener las distancias?

– Ni pensarlo. -Roarke le cogió de la mano.

– Enhorabuena por el éxito del show -dijo Eve, apartando a un crítico lisonjero para plantarse frente a Jerry.

– Gracias -dijo ésta levantando una copa de cham?pán-. Pero por lo que he visto, usted no es que entienda mucho de moda. -Envió a Roarke una mirada para de?rretirlo-. Aunque sí parece tener un gusto excelente para los hombres.

– Mejor que el suyo. ¿Sabe que a Justin Young lo vie?ron en el club Privacy anoche con una pelirroja? Una pelirroja que guardaba un gran parecido con Pandora.

– Furcia embustera. Él no… -Jerry se contuvo y silbó entre dientes-. Ya le he dicho que me da igual con quién salga.

– ¿Por qué no iba a darle igual? Sin embargo es verdad que después de cierto número de sesiones, ni el esculpido corporal ni los realces faciales pueden vencer la realidad. Supongo que Justin tenía ganas de probar algo más joven. Los hombres son así de cerdos. -Eve aceptó una copa de champán de un camarero que pasaba y sorbió un poco-. No es que usted no esté estupenda. Para su edad. Esos fo?cos de escenario hacen que una mujer se vea… madura.

– Mala puta. -Jerry arrojó su champán a la cara de Eve.

– Sabía que bastaría con eso -murmuró ella mientras pestañeaba de escozor-. Eso es agresión a un agente de la autoridad. Queda usted arrestada.

– No me ponga las manos encima. -Exasperada, Jerry le dio un empujón.

– Y además, resistencia al arresto. Será que es mi no?che de suerte. -De dos rápidos movimientos, le agarró un brazo y se lo torció a la espalda-. Llamaremos a un agente para que se la lleve. No creo que le cueste salir bajo fianza. Ahora pórtese bien y le leeré los derechos mientras salimos. -Lanzó a Roarke una luminosa sonri?sa-. No tardaré.

– Tómate el tiempo que quieras, teniente. -Le arre?bató la copa a Eve y bebió el champán. Esperó diez mi?nutos y luego salió del salón.

Eve estaba en la entrada del hotel, viendo cómo me?tían a Jerry en un coche patrulla.

– ¿Por qué lo has hecho?

– Necesitaba ganar tiempo y una causa probable. El sospechoso ha mostrado tendencias violentas y modales nerviosos, indicativos de consumo de drogas.

Polis, pensó Roarke.

– La sacaste de quicio, Eve -dijo.

– Eso también. Saldrá antes de que la puedan ence?rrar. He de darme prisa.

– ¿Adonde vas? -inquirió él mientras se apresuraban hacia la parte posterior del escenario.

– Necesito una muestra de esa cosa que bebe Jerry. Haciendo un poco de trampa, tengo las manos libres para registrar. Quiero que lo analicen.

– ¿De veras crees que consume ilegales a la vista de todos?

– Creo que las personas como ella (y como Pandora, Young y Redford) son increíblemente arrogantes. Ade?más de guapos y ricos, tienen cierto poder y prestigio. Se sienten por encima de las leyes. -Le miró significativa?mente mientras se metía en el vestidor de Jerry-. Tú tie?nes las mismas tendencias.

– Oh, gracias.

– Tuviste suerte de que llegara yo para llevarte por el buen camino. Vigila la puerta, ¿quieres? Si Jerry tiene un abogado veloz, no me va a dar tiempo a terminar esto.

– Ya, el buen camino, claro -comentó Roarke apos?tándose a la puerta mientras ella efectuaba el registro.

– Jo, aquí hay una fortuna en cosméticos.

– Es su medio de vida, teniente.

– En productos de tocador, yo creo que gasta varios cientos de kilos al año, sólo en tópicos. A saber lo que gasta en ingestivos y esculpido. Ojalá pudiera encontrar un poco de polvo mágico.

– ¿Estás buscando Immortality? -Roarke rió-. Jerry podrá ser altiva, pero no me parece estúpida.

– Quizá tengas razón. -Eve abrió la puerta de una pequeña nevera y sonrió-. Pero aquí dentro hay un en?vase con esa pócima que toma. Un envase cerrado. -Frunciendo los labios, Eve miró hacia donde estaba Roarke-. Supongo que tú no podrías…

– Apartarme del buen camino, ¿verdad? -Suspiró, fue hacia donde estaba ella y examinó el cierre de la bo?tella-. Muy sofisticado. Jerry no quiere arriesgarse. Esta botella parece irrompible. -Mientras hablaba, sus dedos examinaron el mecanismo de cierre-. Búscame una lima de uñas, un clip, algo así.

Eve miró en los cajones.

– ¿Te sirve esto?

Roarke puso ceño al ver las diminutas tijeras de ma?nicura.

– Qué le vamos a hacer. -Forzó el cierre con las pun?tas y luego retrocedió-. Ya está.

– Caray, se te da muy bien.

– Bah, una pequeña habilidad sin importancia, te?niente.

– Sí. -Eve hurgó en su bolso y sacó una bolsa de pruebas. Vertió en ella algo más de cincuenta mililitros-. Creo que será más que suficiente.

– ¿Quieres que la vuelva a cerrar? Sólo será un mo?mento.

– No hace falta. Pasaremos por el laboratorio. Nos va de camino.

– ¿De camino adonde?

– Tengo a Peabody de plantón en la puerta de servicio de Justin Young. -Eve echó a andar con una sonri?sa-. Sabes, Roarke, Jerry tenía razón en una cosa. Tengo muy buen gusto para los hombres. -Tu gusto es impecable, cariño.

Capitulo Diecisiete

Estar enrollada con un hombre rico tenía a juicio de Eve bastantes desventajas, pero también un factor abru?madoramente positivo: la comida. En el camino de vuel?ta a través de la ciudad, Eve pudo ponerse las botas de pollo Kiev del AutoChef bien surtido que Roarke llevaba en su coche.

– Nadie lleva pollo Kiev en su vehículo -dijo con la boca llena.

– Para salir contigo, sí. De lo contrario, se vive de sal?chichas de soja y huevos irradiados.

– Odio los huevos irradiados.

– Eso pensaba. -Le complacía oírla reírse-. Estás de un humor muy raro, teniente.

– La cosa marcha, Roarke. El lunes por la mañana le re?tiran los cargos a Mavis, y para entonces ya tendré a esos ca?brones. Todo fue por dinero -dijo, limpiándose con los de?dos unos granos de arroz de la India-. Maldito dinero. Pandora era el contacto para obtener Immortality, y esos tres pájaros querían su tajada.

– La convencieron para ir a casa de Leonardo y luego la mataron.

– Lo de Leonardo debió ser idea de ella. Pandora se moría de ganas de pelea. Les dio una magnífica oportu?nidad y el escenario adecuado. Que de pronto apareciese Mavis fue la guinda perfecta. De lo contrario habrían dejado a Leonardo colgando de las pelotas.

– No es que quiera cuestionar tu sutil, ágil y perspi?caz inteligencia, pero ¿por qué no se la cargaron en el primer callejón? Si estás en lo cierto, no era la primera ocasión.

– Esta vez querían echarle un poco de teatro. -Eve movió los hombros-. Hetta Moppett era un cabo suelto en potencia. Uno de ellos fue a verla, posiblemente la in?terrogó y luego se libró de ella. Era mejor no arriesgarse a saber lo que Boomer podía haber contado mientras se la follaba.

– Y el siguiente fue Boomer.

– Sabía demasiado. No es probable que supiera lo de la mafia a tres. Pero había calado a uno de ellos, y cuando le vio en el club, se escabulló. Consiguieron sacarle de su es?condite, lo torturaron y lo mataron. Pero no pudieron volver para coger la droga.

– ¿Todo por dinero?

– Por dinero y, si ese análisis da lo que yo me pienso, por Immortality. Pandora iba de eso, no hay ninguna duda. Entiendo que si Pandora tenía o quería algo, Jerry Fitzgerald quería más. Hablamos de una droga que te hace parecer más joven, más sexy. Para ella, profesional-mente, podía significar una fortuna. Sin mencionar su enorme ego.

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