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Ahora espero poderlos ver antes de que se vayan, pues siempre han sido alegres las reuniones con Rafael, y Patricia es una mujer encantadora. Se me olvidó contarte que vinieron a la casa el día del cumpleaños de Mariana. La pasamos muy alegres todos, comimos como desaforados un plato de mondongo delicioso, con bastante vino. Creo que fue piñata para adultos, aunque los niños pasaron también muy alegres porque, en medio del puro verano, llovió y eso causó un gran revuelo y un absoluto éxito para ellos. Anduvieron jugando con paraguas en medio del jardín lodoso, qué maravilla. Mientras tanto, los adultos nos excedíamos con el vino. Y brindamos contigo y tocamos un montón de Frank Sinatra, mientras comentábamos lo mucho que te queremos y lo poco o nada que queremos a Bernardo Rojas, un compatriota tuyo que vive aquí y es cuñado de Virginia Corleone. De manera que deberíamos mandar al tal Bernardito Rojas a vivir solo, y que vengas tú a brindar con nosotros. A todos nos pareció muy lógico.

¿Quieres alegrarte y tomarte una buena copa de vino y un plato de la mejor lasaña, de puro contento? Pues fíjate que tal vez viaje de nuevo a tu ciudad. Estoy viendo si voy allá en julio, aunque esta vez iría con los niños. En cuanto se confirme te avisaré. Claro que seríamos tres y que tendría que alojarme donde la madrina de la Mariana, que tiene casa allá, y espacio y niños. Iría por tres semanas. De todas maneras te escribiré en cuanto sepa.

Cruza los dedos y no me olvides nunca,

Fernanda María

Pero nuevamente fue otro el destino de Fernanda. Y nuevamente nada dependió de ella. De Chile había salido seis años atrás, en calidad de exiliada política, por una inexistente militancia política de izquierda. Y tan sólo porque Enrique, su esposo, era profesor en la misma facultad en que ella estudiaba arquitectura y fue acusado de simpatizar con algunos grupos extremistas, cuando en realidad con lo único que simpatizaba a fondo y hasta militantemente este excelente hombre y gran fotógrafo era con el buen whisky y el vino tinto. Y, ahora, Fernanda María de la Trinidad, por el único estigma de llevar el apellido del Monte Montes y tener entre sus familiares a algún ferviente partidario de la extrema derecha, tenía que fugarse de su propio país con sus dos hijos porque se acababa de descubrir su nombre y el de Rodrigo y Mariana en la más negra y tenebrosa de las listas de una derecha poderosa, raptable y asesinable. Un telegrama interrumpió por mucho tiempo la alegría de sus dos últimos párrafos escritos desde El Salvador.

S. Salvador. 17-6-80. Juan Manuel. Los niños y yo disparamos para USA. Probablemente California. Nuestra vida va en ello. Ya Enrique verá cuándo y cómo nos sigue. Estamos con lo puesto pero bien. Te escribo en cuanto pueda. Cruza deditos. Te abrazo. Túa.

III. Tarzán en el gimnasio

Cuando vuelvo a una carta como la que sigue, cuando compruebo una vez más la ingenua alegría y la tremenda firmeza, la casi irresponsable elegancia y esa suerte de descarado optimismo basado en un amor total por la vida, cuando veo que Fernanda María vuelve a despertarse alegre una mañana, en otro país, en otro mundo, ante un nuevo y muy distinto problema, cuando la imagino sentada escribiéndome como si nada hubiera pasado, nada le hubiera pasado, como si realmente no estuviera experimentando la más mínima angustia, el más mínimo dolor, y como si jamás hubiese recibido amenaza de muerte alguna, aún quiero correr hacia ella para cuidarla y mimarla, para quererla y protegerla como nunca he podido hacerlo, salvo por carta, claro, pero Dios sabe que por correo yo siempre parezco haber sido mejor, al menos a juzgar por los comentarios que la propia Fernanda María hizo muy a menudo de aquella tonelada de cartas mías que una banda de negros perversos le robó con otras joyas -de familia éstas- el día que la asaltó en Oakland.

Pero, por supuesto, Tarzán ha sido ella, siempre fue ella, y ahora Tarzán como que acabara de descubrir la completa voracidad de cada célula viviente de la selva. Ahora Tarzán como que empezara a madurar, de una vez por todas, para cuidar a sus criaturas entre el follaje y la vorágine y entre sus habitantes devoradores, cual hiena, o venenosos, cual tarántula. Y ahora Tarzán como que hubiera tomado conciencia de mil horribles y perversas acechanzas Rambo, y, al comprobar que su grito en la selva no contiene aún la suficiente energía, la suficiente ferocidad o Emulsión de Scott o lo que ustedes quieran, acaba de inscribirse en un gimnasio.

Y desde ahí, entre un cargamento de pesas y otro de lianas y poleas, entre un millón de abdominales y tres de dorsales y cuatro de flexiones de piernas, desde ahí parece que Tarzán respirase suave y armoniosamente mientras me cuenta, mientras me da cuenta, más bien, o, por qué no, mientras me envía el más hermoso parte de campaña jamás escrito desde un frente de batalla, esta carta en la que un genio feliz y enredado parece haber logrado una vez más que Fernanda María de la Trinidad del Monte Montes esté muy alegre esa mañana, mientras escribe:

Trinity Beach, California,

27 de diciembre de 1980

Tan querido Juan Manuel Carpio,

Contento estarás de saber que he salido de San Salvador con los niños. Estamos en la opulenta California, en casa de mi hermana María Cecilia, que queda al lado del mar. La linda costa californiana nos recibió con días brillantes y noches tranquilas, lejos de las bombas y de la muerte continua y más y muy serias amenazas de rapto de esas que te mencioné. Después de la muerte de tantos amigos, los nervios y el ánimo comienzan a fallar, aunque todos mantenemos un verdadero y bien fundado optimismo sobre el resultado final que sin duda será difícil y costoso. Por hoy, estoy feliz de estar aquí. Y espero poder regresar a fines de febrero o principios de marzo. Enrique se quedó en San Salvador. Tal vez venga aquí más adelante. Excelentes amigos y excelentes compañeros han caído, pero todavía quedamos muchos, y machos contimás. De manera que no hay que desfallecer. Por el contrario, como que hay que armarse de una nueva piel que, sin perder su frescura y lozanía, tenga bastante también de coraza, de lanza, de cañón y hasta de portaaviones.

Si quieres escribir, o si quieres cualquier cosa, estamos en

c/o María Cecilia Weaver. P. O. 372.

Trinity Beach, California 94901.

En realidad, ya no podía seguir en San Salvador ahorita, pero pronto se podrá regresar. A veces pienso en ti, sentada en un café en Berkeley, con el rico sol calentándome las manos y la nariz, tan friolenta la nariz. O caminando por San Francisco. O en Santa Cruz, que es un lindo lugar. Por suerte el clima se ha portado de maravilla. Ayer los niños se metieron en el mar. Mi hermana tiene niños, y caballos, y perros, y gatos, y la playa al lado. El retiro perfecto.

Escribe y pormenorízame cómo te va. Tu amistad es siempre uno de los más brillantes tesoros con que cuento, en el fondo de mi más amado mar.

Te abrazo y te deseo todo lo bueno para el año nuevo, como siempre.

Tu Fernanda

Por allá, por la década de los treinta, o de los cuarenta, o de los cincuenta, qué sé yo y qué importa, además, si aún me invaden sus voces, los Ink Spots grabaron la canción aquella que dice: Times out for tears, because I'm thinking of you… Pues esto es todo lo que tengo que decir acerca de aquella carta de Fernanda María, de la primera carta que Mía me escribió desde California. Y, a juzgar por la fecha en que me escribe por segunda vez, me alegra deducir que le respondí muy pronto, causándole además algún contento.

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