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Y desde entonces, gracias a Bob, eso sí, jamás nos ha vuelto a fallar el Estimated time of arrival a Mía y a mí. Es como si ese excelente amigo lo combinara todo e impidiera que ella o yo metiéramos jamás nuestras narizotas en el asunto. Mientras haya noches y ventanas y mientras lo de la luna o lo que sea nos importe un comino, siempre hay y siempre habrá puntuales encuentros. Y muy alegres y hasta felices, diría yo. Además, como aquel encuentro en la ventana nocturna de Londres, el 27 de septiembre de 1997, cuando en algún lugar del departamento un pequeño coro entonó un largo Happy birthday, también podrá haber encuentros que, además de alegres, exitosos, pacíficos y tranquilos, sean como aquél, también tremendamente aclaradores, hasta explicativos de tantas y tantas cosas, Fernanda Mía.

– A veces, en algún hotel, después de un concierto en cualquier parte, te juro que todavía suelto unos lagrimones por ti, y ya al borde de mis sesenta, Mía. Pero me alegra mucho hacerlo, porque en el fondo de aquella callada tristeza, también aquellos lagrimones contienen su dosis de alegría profunda. Y la dosis sin duda será mayor desde esta noche en que bendigo el momento en que decidí venir a verte en Londres, por primera vez desde que nos conocimos. Y realmente me alegra comprobar, una vez más, hasta qué punto has encontrado la paz, Fernanda Mía…

– Créeme que la paz no es más una manifestación muy profunda de la nostalgia, Juan Manuel Carpio. La paz, en el fondo, es una nostalgia, mi viejo y querido…

Montpellier, Madrid, Las Palmas de Gran Canaria,

enero de 1997 / abril de 1998.

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