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Harald sigue pensando en el otro, Khulu.

– ¿No causa mejor impresión? Si yo fuera juez, le daría más importancia a lo que estuviera dispuesto a decir. Y es miembro de aquella casa, no es uno que trabaja con Duncan, un colega de fuera, un amigo que no estaba siempre por ahí para observar lo que pasaba, como Khulu.

– Y Khulu es homosexual. Ejeee… Conoce ese tipo de moral o como quieras llamarlo, lo que se hace y lo que no se hace, cómo viven su vida y arreglan las cosas entre ellos.

Quiero decir

Podría ser

Eso no

E]eee…

Quiero decir

Un momento

Pero si

Dejadme explicar

Se animan, es una consulta y, al mismo tiempo, un debate. Afortunadamente para estos clientes que pasan por un momento difícil, Duncan se ha convertido en un tema de discusión, ausente, presente entre ellos en la celda de su cárcel, como acostumbra suceder cuando sus padres están en el bufete.

El ayudante de fontanero y jardinero: ¿vale la pena citarlo?

¿Para qué? Puede llamarlo la acusación…

De repente, Motsamai resulta muy atractivo cuando ríe, algún personaje que guarda para otras ocasiones se escapa del protocolo, tal vez procedente de su casa, distinguido por el modo en que se recorta la breve barba, en un círculo propio de la antigua aristocracia, o tal vez resida en su dominio del otro, en la cordialidad fraternal entre colegas.

No utilizan la expresión coloquial: que le den la bola. Pero lo entienden todos, dentro de sus límites. Lo que le piden sus clientes es otra cosa; ellos y su abogado saben que no pueden hacer que Duncan salga libre; libre de lo que dice que ha hecho, libre de lo que lo contiene, tal como estuvo una vez contenido en el útero de su madre, oculto. Debe ser castigado, sea por la voluntad del Dios de su padre o por las leyes humanas de acuerdo con las que vive su madre. El término puede servir sólo como medio, y cualquier medio es válido para hacer que escape de lo que todavía está en la legislación del país. Su vida a cambio de una vida.

– Y voy a necesitar que me digáis más cosas. Ya lo sabéis. Ejeee… mucho más. En este sentido -un gesto amplio de la mano alzada en el aire-, todavía no hemos hablado bastante. Ni con mucho. Cómo era, de muchacho. De verdad. Cualquier problema que vierais entonces. Cualquier cosa que pudiera afectar más tarde a sus reacciones, conflictos y demás. Algunas de las cosas que habéis olvidado, que dabais por concluidas y liquidadas.

Era como si el acuerdo al que habían llegado en aquella habitación hubiera subido las persianas con ruido y una claridad sin sombras cayera sobre ellos.

Nunca hubo problemas.

Era un niño feliz.

Pero eso no se dijo.

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