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Zacarías anduvo ayer de reclamo y, por lo que dice, le salieron dos jurados. Dice que les dijo que si no espabilaban iba a hacer carambola de jurados, que era lo único que le quedaba por hacer en la vida. El chalado las urde como agua. Tochano dice que para el 17 habrá aquí una tirada de pichón. Allá iremos a ver remangarse a los señoritos.

Me queman las piernas del sol de esta mañana. Las tías escuecen. No veo momento de salir al campo.

3 junio, miércoles

Aprieta el sol. La casa está echando bombas. En un mes no se ha visto una nube. ¡Dios! Si sigue así, en agosto se van a cocer los pájaros. Dice Crescencio que buena diferencia con Santander. Ya le dije que tampoco aquí los dos últimos años hizo verano.

Colé esta tarde a la madre, que tenía capricho por ver «Me casé con una estrella», de Sandrini. Fermín dejó que la acomodara y luego me dijo que Quintín le había dicho que estaba colando matute todos los días. Le respondí que era la cuarta vez que lo hacía y que en ese tiempo había visto allí a su hermano una docena de veces. El maula voceó que no era cierto y que aunque lo fuese es diferente colar una misma persona que gente distinta cada día. Luego dijo que llevadas las cosas a este terreno aprovechaba para decirme que el día que pasara a la novia no me pusiera de plan con ella estando de uniforme. Le dije lealmente que tomaba nota. La madre me dijo a la salida que se había reído las muelas y que ahora que podemos entrar gratis tengo que llevarla al cine más a menudo.

6 junio, sábado

Ha hecho un día hermoso y la noche está calma, como en agosto. Mañana subiré donde Gabriel en la burra. No por nada sino por estirar las piernas. Dejaré la escopeta para evitar tentaciones. Esta tarde me tropecé a Cosme. Por lo visto ya está decidido su traslado a Barcelona. Melecio dice que en Cataluña la caza se la llevó la trampa hace tiempo. Si es así no envidio a Cosme.

Hace días que llegaron los vencejos y en casa es no parar. Los condenados chillan como pendones sin dejarlo. Todo el día de Dios andan colgados del alero. A las siete ya me tienen de pie. ¡La madre que los echó, no los mataran a todos!

Hoy empezamos con los de ingreso.

7 junio, domingo

A las nueve ya estaba en Villaherrero. Gabriel se sorprendió. Le aclaré que venía solamente a asomarme al campo. Me enseñó el pájaro y tenía buena estampa. Luego me dijo que había terminado un tollo en la misma linde de lo de Moyano. Le aclaré que no traje escopeta ni cartuchos a intención. Él dijo entonces que por eso no, porque escopetas y cartuchos le sobraban en casa. Al fin le dije que me llegaría al tollo, pero sólo por ver pelear a los machos. Gabriel insistió en que cogiera la escopeta, pues siempre puede ocurrir un qué. La agarré por complacerle. El campo estaba hermoso y junto al puesto había una pradera cuajada de chiribitas y tréboles bravíos. A mano izquierda andaban acorrillando un majuelo. Ya en el tollo con la hembra a diez pasos dando el coreché se me olvidaron todas las cosas. Entró un macho y me lo cepillé. A poco entraron dos peleando y dejé a los dos de un tiro. Salí del tollo y me fui donde Gabriel. Se echó a reír al ver las perdices y dijo que eso ya lo sabía él. Las envolvió en un trapo y las amarró al soporte. Aún llegué a tiempo de ir con Anita a la Cerve. Se ha inaugurado la pista de verano y bailamos al descubierto. Teníamos la mesa bajo una acacia y yo le dije a Anita que puestas así las cosas había que pensar en fijar un día para la boda. Yo contaba con la luna y con la música, pero Anita dijo que nanay.

15 junio, lunes

Los exámenes marchan. Sólo la de Alemán y el de Francés están a ver quién puede más. La gente anda que echa las muelas.

Vi a Melecio este mediodía. Está murrio otra vez. ¡Ay qué coño de hombre! Dice que es el calor, pero vaya usted a saber. Me giba verle así, porque el hombre, a lo bobo a lo bobo, pasa lo suyo. Me dijo que ha oído decir que entró poca codorniz este año y que en cambio la perdiz está criando como agua. No le dije una palabra de lo de Gabriel.

En el Novelty andaban alborotados con la tirada de pichón de pasado mañana. Tochano voceaba que esos pichones los mata un niño. Melecio dijo que hacía falta puntería. Tochano se atocinó y dijo que lo único que hace falta son cinco mil pavos de sobra en la cartera. Melecio le preguntó por qué no probaba si tan seguro estaba y Tochano voceó que un pájaro se le marcha al más pintado. Nos enredamos a voces y a vasos y Tochano dijo, al fin, que no tenía inconveniente en que escotáramos entre todos para que uno de los cuatro hiciese una tirada. Zacarías se calentó y dijo que por él no quedaría. Yo dije que por mí tampoco y Melecio no tuvo más remedio que hincarla. Acordamos ir a la prueba más barata, que sale a mil pelas la inscripción y a 23 el pájaro. A 250 por barba. Tochano pidió un dado, tiró y sacó un cuatro. Zacarías sacó un tres, Melecio otro tres y yo un seis. ¡Gibar con la comisión! Les dije que no tenía escopeta presentable y Melecio quedó en pedírsela a su jefe. Tochano me prometió la cazadora, pues a estos sitios no puede uno presentarse de cualquier manera. ¡En mi vida las he visto más gordas! Tochano tiene cada zanganada que para qué. Y lo malo es que nos enreda a todos.

16 junio, martes

Nos vimos en el café. Tochano llevó la cazadora y Melecio dice que ya tiene la escopeta en casa. Me han calentado las orejas de más. Todo se vuelven consejos. Zacarías dice que el secreto está en no dejarle tomar vuelo al pichón. Tochano que doble aunque vea al pájaro en el suelo sin mover una pluma. Le hice ver que cada cartucho son siete pelas, pero él dijo que esa cantidad no va a París donde se ventilan doce billetes. No le falta razón. Melecio dice que lo principal es sujetar los nervios. Ya le dije yo que todo eso es muy bonito, pero no está en la mano de uno. Me atontonaron la cabeza y les dije lealmente que es mucha responsabilidad y que prefería que tirara otro. Zacarías voceó que ni hablar, ya que los dados habían decidido. Estoy que no puedo parar. Ayer sentí el exprés de Galicia y hoy es fijo que volveré a sentirlo. Me giba presentarme allí como un mermado sin saber qué hacer ni qué decir. Dice Melecio que hay otra prueba antes y que andaremos al quite. ¡Vamos, que también tendría guasa que me embolsara mañana doce billetes!

17 junio, miércoles

Todavía no me salió el susto del cuerpo. La verdad es que he pegado el golpe. Veinte tíos bonitos dándole al asunto todo el año para que luego llegue un pelado y se lo lleve. A lo primero me dio lacha y tiraba mal y precipitado. A pesar de ello, los pájaros caían solos. La cuadrilla andaba detrás, más despistada que un chivo en un garaje. Luego cogieron confianza y en cuanto bajaba uno me aplaudían. Cuando fallaron todos menos yo y Pito, el de la armería, se quedaron como sin habla. Para entonces ya me reportaba y tiraba sobre seguro. Le había cogido el qué y hubiese matado ciento. Luego falló Pito y la gente me pegó una ovación que ni Cagancho. La cuadrilla vino hasta mí y me subieron en hombros. Me gibó porque ya había hecho alguna amistad y de este modo parecía que en la vida había visto doce billetes juntos. Quisieron enredarme para otra tirada, pero terció Tochano y dijo que nones. Ya le dije luego que me había puesto en evidencia como si yo fuera panoli. El tío se mosqueó. ¡Anda y que le zurzan!

La madre se quedó como tolondra al enterarse. Yo no le había dicho nada. A la noche se presentó don Florián. Le pregunté quién se lo había dicho y respondió que en el barrio no se hablaba de otra cosa. Recordó al padre y a punto estuvo de aguar la fiesta. A poco llegó Aquilino y luego Tomasito. Bajé por unas botellas y unos bollos. Después se presentaron Tochano y Zacarías con dos botellas más y la Amparo y Melecio con los chiquillos. Pasé recado a Crescencio, sacamos unas mesas a la azotea y armamos la de Dios. Anduvimos hasta las tantas haciendo el zángano. Aún me parece mentira. Hace tres días no había oído hablar de la tirada y hoy soy más popular que el Tato. El señor Moro ha estado tragando quina. La candajo de la Carmina no hacía más que fisgar detrás de la persiana. A las diez se presentó mi hermana con Serafín. Me eché a temblar. Antes de marchar, como me olía, me pidió dinero. Le di cinco barbos y le dije lealmente que no estoy para ayudar sino para que me ayuden. La Modes anda siempre a la que salta. Terminamos la noche de folklore en el bar de Polo.

18 junio, jueves

El periódico trae mi fotografía y una reseña de la tirada. Dice que mi triunfo fue una revelación y que «con un estilo de furtivo, improvisado y ramplón, vencí a las mejores escopetas del país». ¡No te giba! Estos periodistas son la oca. No saben elogiar sin ofender. Tochano quería ir a pedir explicaciones. ¡Anda y que les den morcilla! Don Basilio subió esta mañana a felicitar a la madre. En la calle todo el mundo tiene algo que decirme. Anita iba hoy conmigo más orgullosa que un ocho. En cambio a Fermín no le duelen penas. En cuanto llegué esta tarde me dio un repaso. Yo le dije que no todos los días se ganan doce billetes. Él dijo que ni el gordo de Navidad le privaría a él de acudir puntual al trabajo. Me atociné y le planté que eso va en temperamentos. Luego cambió de conversación y me dijo que sospecha que Manolo no entrega todo lo que saca a la comandita. Le pregunté en qué se basa y dijo que en los ingresos de otros años por estas fechas y en las liquidaciones de los demás. Le dije que lo dejara de mi cuenta. Si eso es cierto lo voy a saber a escape.

Tochano se compró hoy una radio con las tres mil. Zacarías me propuso subir al páramo a cazar codornices con red. No tengo pepita en la lengua y le dije lealmente que me parecía una traición. Él dijo entonces que sólo por el gusto de atraparlas y luego las soltaría. Le dije que en ese caso, bien. A la madre le dio otra vez el telele esta noche. Se me hace que cuando se pone así se le vuelve un poco un ojo.

20 junio, sábado
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