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Hacia las tres de la madrugada, Manolo continuaba su extraño paseo. Hacia las cuatro de la madrugada, un hombre quedó sorprendido, al cruzarse con un muchacho de unos quince años, que caminaba con el rostro bañado en lágrimas.

Una mano en las cuerdas

(Páginas de un diario)

El «Country Club» es uno de los hoteles más elegantes de Lima, y dicen que tiene más de cien habitaciones. Está situado en San Isidro, barrio residencial, a unos veinte minutos en automóvil del centro de Lima, y rodeado de hermosos jardines. Durante el verano, mucha gente viene a bañarse en las piscinas del club, y a jugar tenis. Para los muchachos en vacaciones escolares o universitarias, es un entretenido centro de reunión.

3 de enero

Esta mañana he ido al «Country» por primera vez en estas vacaciones. Encontré, como siempre, a muchos amigos. Todos fuman, y me parece que Enrique fuma demasiado. Enrique me ha presentado a su enamorada. Es muy bonita, pero cuando me mira parece que se burlara de mí. Se besan todo el tiempo, y es muy incómodo estar con ellos. Yo sé que a Enrique le gusta estar conmigo, pero si siguen así, no voy a poder acercarme. Enrique no hace más que fumar y besar a Carmen. Carlos también tiene enamorada, pero creo que lo hace por pasar el verano bien acompañado. No es ni bonita, ni inteligente. Es fea. Los demás no tenemos enamorada. Este verano empieza bien. Hay muchas chicas nuevas, y algunas mocosas del año pasado se han puesto muy bonitas. Veremos. Regresaré como siempre a almorzar a mi casa…

11 de enero

Hoy he visto a la chica más maravillosa del mundo. Es la primera vez que viene a la piscina, y nadie la conoce. Llegó cuando ya iban a cerrar la puerta. Sólo vino a recoger a un chiquillo que debe ser su hermano. Me ha encantado. ¿Qué puedo hacer? No me atreví a seguirla. ¿Quién será? Todo sucedió tan rápido que no tuve tiempo para nada. Me puse demasiado nervioso. Hacía rato que estaba sentado en esa banca, sin saber que ella estaba detrás de mí. No sé cómo se me ocurrió voltear. Se ha dado cuenta de que la he mirado mucho, pero no nos hemos atrevido a mirarnos al mismo tiempo. Si no regresa, estoy perdido. Tengo que ir a la piscina todos los días por la mañana y por la tarde. Tengo que…

15 de enero

Parece que seguirá viniendo todos los días. Nadie la conoce, y tengo miedo de pedirle ayuda a Carlos o a Enrique. Serían capaces de tomarlo a la broma…

16 de enero

La he seguido. No se ha dado cuenta de que la he seguido. Vive cerca de mi casa. No me explico cómo no la he visto antes. Tal vez sea nueva por aquí…¡Qué miedo me dio seguirla! Ya sé donde vive. Tengo que conocerla. Mañana…

20 de enero

¡Se llama Cecilia!

No sé qué pensar de Piltrafa. Todos dicen que es un ladrón, que es maricón, y que es un hipócrita. No sé qué pensar, porque, a mí me ha hecho el más grande favor que se me podía hacer. Me la ha presentado. Y, sin embargo, tengo ganas de matarlo. Me cobró un sol. Yo hubiera pagado mil. Fue la forma en que me la presentó, lo que me da ganas de matarlo. Me traicionó. Le dijo que yo le había pagado un sol para que me la presentara. Ella se rió, y yo no sabía qué cara poner. Se ha dado cuenta de que me gusta. La quiero mucho, pero me molesta que lo sepa desde ahora. Mis amigos dicen que eso me ayudará. No sé…

30 de enero

¡La adoro! La veo todos los días. Viene a la piscina por las mañanas y por las tardes. Tenemos nuestra banca, como Enrique y Carlos. Los mocosos son una pesadilla. Nos miran y se ríen de nosotros. Ella tiene miedo de que su hermano nos vea.

Se la he presentado a Carlos y a Enrique. Dicen que es muy bonita, pero no me gusta cuando Carlos dice que tiene muy buenos brazos. Lo dice en broma, pero no me gusta. Carmen, la enamorada de Enrique, me ha prometido hacerme el bajo. Ella es mayor y entiende de esas cosas. ¡Qué complicado es todo! Ahora me dicen que disimule; que no la deje entender que estoy templado. ¡Qué difícil! Además ella ya lo sabe. Mañana voy a decirle para acompañarla hasta su casa…

31 de enero

Hoy la acompañé hasta su casa. Nadie sabe cuánto la quiero.

Salieron. Habían estado toda la mañana sentados en su banca, y por la tarde se habían bañado juntos. Ahora, él la acompañaba hasta su casa por primera vez. Cecilia se moría de miedo de que su hermano le acusara a su mamá. Manolo también tenía miedo. «Ese mocoso es una pesadilla», pensaba, pero al mismo tiempo se sentía feliz de acompañarla. ¡Cuánto la quería mientras caminaba a su lado! La veía con su traje blanco y sus zapatos blancos, y eso de que fuera hija de austríacos le parecía la cosa más exótica del mundo. La adoraba mientras la miraba de perfil y comprobaba que su nariz era muy respingada, y que tenía las manos muy blancas y limpias. Adoraba el movimiento de sus pies al caminar. «Es linda. Debe ser buenísima. Parece un pato.» Y desde entonces la llamó «pato», y a ella no le molestaba porque le gustaban los patos, y le gustaban las bromas. La adoraba cuando se reía, y se le arrugaba la nariz: «es tan linda». Al llegar a una esquina, Cecilia le señaló su casa, y le dijo que era mejor que se despidieran allí. Manolo le confesó que ya conocía la casa, y que la había seguido un día. Ella sonrió, y le dijo que mañana también iría a la piscina.

7 de febrero

La acompañó todos los días hasta la puerta de su casa. Su mamá nos ha visto, pero se hace la que no se da cuenta, y no se molesta. Creo que es buena gente. ¡Cecilia no sabe cuánto la quiero! Es tan difícil decir todo lo que uno siente. Hoy, por ejemplo, cuando regresábamos de la piscina, ella me dijo que sus padres la habían amenazado con ponerla interna porque sus notas no habían sido muy buenas. Me di cuenta de que eso la preocupaba mucho. Hubiera querido abrazarla. Hubiera querido decirle que si la mandaban interna, yo iría a verla todos los días por la ventana del colegio (no sé cómo, porque yo también estoy interno). Quise decirle tantas cosas, y sólo me atreví a decir que no se preocupara, que todos los padres dicen lo mismo. Es terrible lo poco que uno dice, y lo mucho que siente. La quiero tanto…

10 de febrero

Podría morirme. Ayer Cecilia no vino a la piscina porque una compañera de clase la había invitado. La extrañé mucho. Carlos y Enrique se burlaban. Hoy la he visto nuevamente. ¡Qué maravilloso fue verla entrar! Parecía un pato. Ya todos mis amigos la llaman «pato», y yo le he regalado una figura de un pato que hizo uno de mis hermanos. Pero Cecilia me ha contado algo terrible. Ayer, en casa de su amiga, estuvo con César. César es el don Juan de mi colegio. Es el mayor de todo el colegio y un matón. No puedo tolerarlo. Me parece que me voy a volver loco encerrado aquí, en mi cuarto. ¿Cómo hacer para que no regrese donde esa amiga? Tengo que hablar con Carmen. No debo escribir más. Esto no es de hombre. Pero podría morirme…

12 de febrero

Hoy Cecilia y yo casi nos hemos muerto de vergüenza. Estábamos regresando a su casa. No sé por qué me sentía tan decidido. Me parecía que de un momento a otro me iba a declarar. ¡Si no hubiera sido por esos malditos perros! Casi nos hemos muerto de vergüenza. Estaba uno montado sobre el otro. Yo los vi desde que entramos a esa calle, pero no sabía qué hacer. Quería regresar, pero cómo le explicaba a Cecilia. No podía pensar, y cuando traté de hablar ya ella estaba más colorada que yo. Los perros seguían. Estaban cachando… No pudimos hablar hasta que llegamos a su casa. Pero «no hay mal que por bien no venga», porque Cecilia me presentó a su mamá, y con lo confundido que estaba casi no me importó. Creo que la señora…

15 de febrero

Y ahora tengo que invitar a Cecilia al cine. Mis amigos están preparando todo. En el cine, tengo que pasarle el brazo un rato después de que empiece la película. Si no protesta, debo tratar de acariciarle el hombro. En la fila de atrás estarán Enrique con Carmen y Carlos con Vicky. Ellos se encargarán de darme valor. Pepe y el Chino se sentarán, uno a cada lado nuestro, y hacia la mitad de la película cambiarán de asiento, alegando no ver bien. Así podré actuar sin que los vecinos me molesten. Ellos llegarán antes que yo, para coger asiento. Todo esto me parece imposible. Si Cecilia se da cuenta podría molestarse. Hasta cuándo durará todo esto. Sería tan fácil que la llamara por teléfono en este instante y le dijera cuánto la quiero. ¡Qué manera de complicarme la vida! Si todo terminara en el cine; pero no: por la noche, iremos al Parque Salazar, y allí tengo que declararme.

16 de febrero

¡Estoy feliz! Estoy muy nervioso. Cecilia ha aceptado mi invitación. Iremos todos al cine «Orrantia». Sus padres la llevarán, y yo debo esperarla en la puerta a las tres y media de la tarde. Mis amigos entrarán un rato antes para coger los asientos. Dice Cecilia que después irá a tomar el té a casa de una amiga, en Miraflores, y que luego irán al Parque Salazar juntas. Creo que la primera parte ha salido bien. Estoy muy nervioso, pero estoy contento.

17 de febrero

Soy el hombre más feliz de la tierra. Cecilia. ¡Cecilia! No puedo escribir. No podré dormir. ¡No importa!

No se hizo esperar. A las tres y media, en punto, Manolo la vio descender del automóvil de sus padres, en la puerta del cine. ¡Qué linda! ¡Qué bien le quedaba aquel traje verde! Era la primera vez que la veía con tacón alto. Más alta, más bonita, más graciosa. Parecía un pato en una revista en colores para niños.

– Cecilia.

– Hola, Manolo. ¿Y tus amigos?

– Nos esperan adentro. Están guardándonos sitio. Ya tengo las entradas.

– Gracias.

Manolo sabía dónde estaban sus amigos. Avanzó hacia ellos, y esperó de pie, mientras Cecilia los saludaba. Se sentía incapaz de hacer lo que tenía que hacer, pues temía que ella se diera cuenta que todo aquello estaba planeado. Sin embargo, Cecilia muy tranquila y sonriente, parecía ignorar lo que estaba pasando. Se sentaron.

– No se vayan -le decía Manolo al Chino, que estaba a su izquierda. Pero el Chino no le hacía caso-. No te vayas, Pepe.

– No te muñequees, Manolo -dijo Pepe, en voz baja, para que Cecilia no lo escuchara.

Las luces se apagaron, y empezó la función. Manolo sentía que alguien golpeaba su butaca por detrás: «Es Carlos.» Cecilia miraba tranquilamente hacia el ecran, y no parecía darse cuenta de nada. Estaban pasando un corto de dibujos animados. Faltaba aún el noticiario, y luego el intermedio. Manolo no sabía cómo se llamaba la película que iban a ver. Había enmudecido.

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