– Vi el confín del cielo sin estrellas, donde la oscuridad es eterna… -dijo Lisán mientras cerraba con fuerza los ojos para volver a recrear aquella fantástica visión-. Allí flotaban miles y miles de montañas de hielo, ejecutando una extraña danza… Y cada una de estas islas estaba habitada por una criatura que no acierto a describir… Sus cuerpos…
– Sus cuerpos están formados por el chu'lel en estado puro.
– Pero… ¿qué es el chu'lel ?
– Es, a la vez, la propia actividad de la vida y la consecuencia de ese poder autotrascendente que constantemente eleva a la vida más allá de sus límites. Toda la superficie de esos pequeños mundos helados está cubierta por los minúsculos granos vivientes del chu'lel , para así absorber cada partícula de calor del lejano Sol… En un tiempo, Nun-Yal-He habitó en uno de esos cometas y fue uno más de ellos, pero un día descubrió que en la Tierra hay luz y calor en abundancia y que la vida podría prosperar aquí a toda velocidad. Por eso él quiso venir. Sólo faltaba algo para que éste fuera un mundo perfecto: el agua. No había agua en la Tierra, pero él la trajo desde su confín helado. Y con ella inundó todos los mares…
– El Dios que Descendió.
– Beey. Porque eso fue lo que hizo: descender. Pero al hacerlo despertó las envidias de sus hermanos y también su miedo.
– ¿Por qué?
– Se había vuelto demasiado poderoso. En el hielo la vida discurre con tranquilidad, las reacciones son torpes y los pensamientos se arrastran tan lentos como un liquen. Desde su punto de vista, Nun-Yal-He se había transformado en un monstruo capaz de desarrollar un poder inconcebible. Durante un tiempo fingieron seguir siendo sus aliados, pero ya esperaban el momento oportuno para atacar. Y así fue. Arrojaron una de sus islas heladas contra la Tierra y provocaron una catástrofe que a punto estuvo de acabar con toda la nueva vida que apenas estaba germinando. La mente de Nun-Yal-He fue destruida en ese Primer Mundo, pero de su cuerpo fragmentado, del chu'lel , volvió a surgir la vida.
– ¿Qué clase de vida?
– Los habitantes del Segundo Mundo. Fueron seres muy poderosos porque nacieron con parte de la memoria de Nun-Yal-He y eran capaces de hacer grandes prodigios. Los mexica los llaman teules , y muchos los toman por dioses, pues tal era su poder.
– Nosotros los llamamos «ÿinn». Dime, ¿qué pasó con ellos?
– Los seres del hielo destruyeron también su mundo. Pero unos pocos teules sobrevivieron y han permanecido ocultos hasta nuestros días. Hubo un Tercer Mundo, cubierto por bosques y en el que los hombres nacían de grandes vainas que colgaban de ellos. Y un Cuarto, habitado por lagartos gigantescos y por los enanos ajustadores. Ambos destruidos también.
– ¿Y todas las criaturas que han poblado cada uno de esos mundos han surgido del chu'lel ?
– Todas. Y también nosotros, que vivimos en el Quinto Mundo. El chu'lel es casi indestructible. Vuelve a resurgir de las cenizas y ellos intentan arrasarlo todo de nuevo. Una y otra vez. El mundo es como un gran tablero de patolli y los dioses luchan a través de nosotros.
– ¿Y los nahual luchan a favor de los demonios del hielo?
El Uija-tao lo miró sorprendido y dijo:
– ¿Es que no has entendido nada de lo que te he dicho? No hay demonios. Quiero que metas esto en tu extraña cabeza: no hay demonios. Los nahual han abrazado la oscuridad, pero en la oscuridad también hay sabiduría. El bien y el mal son igualmente divinos. Los aliados del bien están en constante lucha con los aliados del mal, pero son tan inseparables unos de otros como el día y la noche.
Lisán meditó un momento y preguntó:
– ¿Y cuál es mi papel en todo esto? ¿Por qué consideraste que era importante rescatarme de los cocom ?
– Tenochtitlán -dijo el adivino alzando las cejas.
– ¿Qué?
– Es la capital de los mexica , el lugar donde se manifiesta la confluencia de las dos energías opuestas; la energía axial del chu'lel y la energía oscura que mana desde las más profundas tinieblas. Tenochtitlán es un nudo entre ambas, allí donde el Mundo se salvará o se destruirá. Y tú decidirás en ese último enfrentamiento.
El andalusí contempló pensativo al Uija-tao y dijo:
– Yo no soy un guerrero.
El hombrecillo hizo sonar sus cascabeles antes de responder:
– La vida entera depende de que tomes conciencia de tu ser y de tu verdadera responsabilidad como intermediario entre el Inframundo y el Supramundo. Únicamente entonces, y bajo esa luz, tú mismo emularás las cualidades de los dioses.
Soñó que era un ser diminuto, un piojo sobre la piel cubierta de plumas de una serpiente gigantesca…
En una ocasión, un viajero le contó que los hombres de Catai consideraban que la propia Tierra era un ser vivo, y que sus venas cubrían toda la superficie terrestre. «Las Venas del Dragón», las llamaban, y dividían esos trazados de fuerza en dos clases, negativas y positivas, que eran representadas por un tigre blanco y un dragón azul… El jaguar y la serpiente emplumada en aquel Otro Mundo…
Entre el sueño y la vigilia, imaginó innumerables círculos concéntricos, extendiéndose hasta el infinito. Imaginó también numerosos radios de luz que, partiendo del centro, cortaban los círculos. El Gran Todo, el espíritu universal o intellectus primus , el al-'aql al-awwal , que iluminaba todos los grados de la existencia y se reflejaba en cada una de sus criaturas.
El espíritu que produce todo conocimiento , le decía su murshid, que ilumina toda conciencia y que se manifiesta en toda inteligencia, es esencialmente uno; múltiples y diferentes son las almas individuales, pero no el espíritu, por más que se refleje en cada una de ellas.
La puerta de la choza se abrió y apareció Sac Nicte. Lisán parpadeó; a través de los palos atados que formaban las paredes de la vivienda entraba una luz bastante intensa.
– Es muy tarde, ¿no? -dijo. Se sentía hambriento.
Ella llevaba un cuenco de barro envuelto en unos trapos de algodón, atole y tortillas recién hechas que se mantenían calientes en el interior de una calabaza.
– Has dormido dos días enteros -le explicó Sac Nicte, mientras descubría el cuenco que contenía habichuelas y carne.
– ¿Dos… días? -Le costaba creerlo.
– Es normal después de haber viajado con el kuuxum. Ahora debes alimentarte bien y recuperar tus fuerzas.
El estómago se le estremeció ante el delicioso olor de aquella comida. Sac Nicte rellenó una de las tortillas con el guiso y se la tendió a Lisán. Él dudó un momento y le preguntó:
– ¿Qué clase de carne es ésta?
– Guajolote.
Era una de aquellas aves grandes y de aspecto un poco repulsivo que correteaban por todas partes. Lisán la probó y la encontró deliciosa, con un sabor que estaba entre el pollo y el faisán. De vez en cuando tomaba un sorbo de atole , una bebida que consistía en una especie de gachas claras de maíz.
– El Uija-tao me ha pedido que te acompañe al Templo de los Escribas. Quería avisarte para que estés preparado.
– ¿Qué asunto tengo yo allí?
– Él quiere que conozcas el Códice de la Vida. Quiere saber si te inspira alguna revelación.
– De acuerdo -dijo Lisán sin dejar de comer-. Iremos más tarde, ¿no?
Ella se levantó y se dirigió hacia la puerta de la choza. Pero antes de salir se detuvo y se volvió de nuevo hacia el andalusí.
– ¿Cómo te encuentras, Lisán al-Aysar?
– Bien. Creo que debo agradecerte eso. Me salvaste la vida.
– Sin embargo, noto que tu actitud hacia mí ha cambiado. ¿Por qué?
Lisán alzó la vista hacia ella.
– Tú me llevaste hasta allí… Vi todos esos cadáveres en el fondo del cenote… Todas esas vidas destruidas inútilmente…
– Ma'. No inútilmente.
– ¿Cómo podéis hacer algo así? -le preguntó él.
– Atravesamos la tierra con nuestros palos y ella nos entrega el maíz. El sacrificio es necesario para que la tierra nos siga concediendo su alimento. Es necesario para devolverle una parte de lo que ella nos da.
– Lo siento -dijo Lisán, bajando la vista para que ella no pudiera ver el odio en su mirada-. Es sólo que pensé que erais diferentes de los cocom.
– No somos diferentes de los cocom , ni de los mexica , ni siquiera de vosotros los dzul , porque todos somos parte del chu'lel.
El andalusí sacudió la cabeza y apartó el cuenco vacío.
– Nada justifica el sacrificio humano.
Ella se sentó frente a él y buscó que sus miradas se encontraran.
– Dijiste que me recordabas… -musitó.
Lisán alzó el rostro y contempló a la mujer.
– Eso es lo que creí. Pero es evidente que mis sentidos me engañaron. A veces, cuando deseas algo con mucha fuerza tus ojos te muestran lo que querías ver. Yo estaba aterrorizado y necesitaba estar frente a un rostro amigo. Y eso fue lo que vi, pero no era real.
Ella colocó su mano sobre los labios del andalusí y cerró los ojos.
– Un rostro amigo. Escúchame. Yo también te recuerdo… girando alrededor de un santuario, un templo de forma cúbica, cubierto por una tela negra… En una de sus esquinas hay un trozo de roca caída de los cielos…
Lisán se apartó un poco, hasta que su espalda chocó con la pared de la choza. Sac Nicte estaba frente a él, la luz que penetraba entre los palos dibujaba líneas brillantes sobre su rostro. Sus ojos estaban totalmente iluminados.
– Tú…
– Dijiste: «Aun perdiendo la vida, mi amor permanecería…». ¿No fue eso lo que dijiste entonces?
– ¿Cómo es posible?
Sus ojos… Ahora volvía a estar todo tan claro… Ella siguió hablando:
– Y también dijiste: «Mi corazón quedó atado a la madeja de tu cabello desde antes de la Eternidad. Nunca se rebelará, ni aun después de la Eternidad; nunca romperá su pacto…».
– Tú estabas allí, en el otro lado del mundo… No es posible…
– Ma' , nunca estuve en tu tierra, y esa visión fue siempre un enigma para mí. ¿Qué era ese edificio cuadrado? ¿Por qué tantos hombres caminaban a su alrededor? Todo era extraño y seguramente lo hubiera desechado como un sueño absurdo si no hubiera descubierto tu rostro entre toda esa gente.
– ¿Lo soñaste?
– Beey. Todo era inconcebible, pero tan real… Me costaba seguirte entre aquella muchedumbre, hasta que tú te apartaste de ellos y tomaste un sendero más tranquilo. Entonces te vi con toda claridad, en mi sueño, y escuché tus palabras: «Aun perdiendo la vida, mi amor permanecería…».