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– Todos mis hermanos -sollozó mientras golpeaba la arena con el puño- fueron asesinados por esos salvajes. Malditos… Malditos sean…

– No debes odiarlos -le dijo Koos Ich-, porque ellos no odiaron a tus amigos. Les dieron la muerte de un guerrero, algo que está cargado de honor.

Lisán alzó el rostro lleno de arena y se quedó mirando a aquel hombre. No estaba seguro de haber comprendido sus palabras.

– ¿Qué dices? ¿Honor? Los mataron como a animales. Los descuartizaron ante mis ojos, y devoraron su carne como si no fueran más que ganado.

– Los hombres somos el alimento de los dioses, y eso es algo sagrado para los mexica y sus aliados cocom. Tus amigos fueron tratados como guerreros o como hombres santos.

– ¿Y por qué no acabaron también conmigo?

– No lo sé exactamente, hombre de madera. Están sucediendo cosas sorprendentes y no soy yo quien debe interpretarlas. Ahora debemos seguir caminando, porque nos esperan y debemos llegar antes de que caiga la noche.

Pero Lisán no se movió de donde estaba.

– ¿Quién me espera? ¿Qué es todo esto? ¿Quiénes eran esas gentes que sacrificaron a mis hermanos? ¿Quién eres tú? No voy a dar un paso más si no me aclaras adónde me llevas. Respóndeme o tendrás que arrastrarme por toda la playa.

– Podría hacerlo, hombre de madera , pero no lo deseo.

– Habla entonces.

Lisán seguía tumbado sobre la arena y el itzá se acuclilló frente a él.

– Tú ya has visto a los nahual -le dijo al andalusí.

– ¿Los nahual ?

– Los engendros. Tú los viste en la ciudad amurallada, los hombres-jaguar que deben obediencia a Espejo Humeante, y que al llegar la oscuridad adquieren el poder de transformarse en fieras.

– Entonces es cierto lo que vi -se estremeció Lisán-. No fue una alucinación.

– ¿Viste cómo los nahual se transformaban?

– Beey. Uno de ellos.

– No es extraño. Los nahual , al igual que su señor, Espejo Humeante, son hechiceros. Hace incontables generaciones que su señor, al que ellos conocen como Tezcatlipoca, fue derrotado en… -Koos Ich dudó en usar el término en la antigua lengua Zuyua, y finalmente decidió traducirlo-: La-batalla-al-borde-del-mar, por una coalición itzá liderada por el héroe Itzamna. Tezcatlipoca fue vencido, pero no destruido, y liberó su venganza en la forma de miles de jaguares que dominaron la noche. Ahora una nueva guerra está a punto de comenzar, los dioses están sedientos de sangre y los nahual han regresado a nuestras selvas.

– ¿Y cómo encajo yo en todo esto? ¿Por qué los sacerdotes de la ciudad amurallada no me sacrificaron? ¿Por qué luchaste tú para salvarme?

– Soy un guerrero, no un sacerdote. No puedo resolver todas tus cuestiones porque hay muchas cosas que ignoro. Pero alguien te responderá si vienes conmigo. Vamos, ponte en pie y sígueme… o los nahual nos darán caza cuando llegue la oscuridad.

6

El sol se hundía en el mar. Teñía de rojo las piedras de un pequeño y solitario templo que se divisaba a lo lejos, en medio de la playa. Lisán distinguió dos estrechas canoas descansando sobre la arena. Junto a ellas, una decena de hombres los esperaban. Salieron a su encuentro y se arrodillaron respetuosamente frente a Koos Ich. Todos iban armados con macanas, vestían taparrabos y petos de algodón y lucían una tonsura semejante en el cráneo.

Cumpliendo con algún ritual, cambiaron el calzado del gigante por unas sandalias hechas de piel seca sin curtir, que quedaron sujetas con dos cuerdas, una que pasaba entre el primero y segundo dedo del pie y otra que lo hacía entre el tercero y el cuarto. Luego le colocaron un nuevo taparrabos cuyos extremos colgaban por delante y por detrás, hasta las rodillas. Estaba ricamente adornado con plumas de colores, y la parte que se enrollaba en torno a su cintura llevaba incrustados ornamentos de jade.

Lisán contempló todas estas acciones con asombro.

– ¿Qué eres? -preguntó-. ¿Una especie de rey o algo así?

El guerrero señaló hacia el templo y Lisán se volvió a tiempo de ver a una figura femenina salir de su interior.

– Ella es una sacerdotisa -dijo- y sabrá responder a tus preguntas.

Mientras la mujer se acercaba a ellos con pasos cortos y elegantes, Koos Ich se anudó una gran manta de algodón alrededor de los hombros y, caminando solo por la orilla, se apresuró a apartarse del grupo. La sacerdotisa se detuvo un momento, para darle tiempo al guerrero de alejarse. Luego avanzó en línea recta hasta el andalusí. Sus movimientos eran suaves y felinos, llenos de gracia y fuerza a la vez. Llevaba el rostro orgullosamente alzado y vestía una sencilla camisa blanca de algodón bordada con flores rojas en el pecho.

– Tú eres el dzul [20] que ha llegado desde el otro lado del mar -dijo-. ¿Eres hombre de madera o dios?

Vive en este mundo como un extranjero o un viajero , aconsejaba un viejo dicho sufí, pero él jamás hubiera podido imaginar una sensación de extrañeza tan absoluta como la que sentía desde su llegada a aquel Otro Mundo. ¿Quién era realmente?

– Soy Lisán al-Aysar ibn Barrayan ibn Xahin -dijo-. Un hombre, señora, pues sólo hay un Dios Único y Verdadero.

La mujer estudió detenidamente su insólito aspecto. Los sacerdotes de Amanecer le habían dado una túnica negra, larga y algo desgastada, que se confundía con el pelo oscuro que le cubría el rostro. Sus ojos, por contraste, eran de un increíble color azul.

– ¿Un dios para controlar todo el Universo y le rezas a él?

– Beey.

– Pues debe de estar muy ocupado, Lisán al-Aysar. No creo que tenga mucho tiempo para atender tus plegarias.

Lisán guardó silencio. Qué distinta le parecía aquella mujer de las hembras que había visto en Amanecer, siempre con los ojos bajos, encorvadas sobre el xamach caliente en el que cocían las tortillas de maíz. Ella lo tomó por el brazo y lo condujo hasta la puerta del pequeño templo. Tenía una planta rectangular, con su puerta principal dividida por tres columnas, y sobre éstas un nicho que contenía una figura tallada. En un brasero ardían formas antropomórficas, hechas con incienso y resinas, y su luz iluminaba la talla de piedra; una monstruosidad con forma vagamente humana pero con cola y alas de águila, representada cabeza abajo, como dispuesta a saltar sobre ellos mientras descendía de los cielos.

Al verlo, Lisán saltó hacia atrás como tocado por un resorte.

– No -dijo.

Ella lo miró extrañada.

– ¿Qué es lo que temes?

– No me vais a sacrificar a uno de vuestros dioses paganos. No voy a aceptar mi destino como hicieron mis hermanos. -Se agachó y recogió una piedra del suelo.

La sacerdotisa alzó la vista y vio que los guerreros habían advertido la actitud agresiva de Lisán. Alzó una mano para calmarlos.

– Nadie va a sacrificarte, Lisán al-Aysar -le dijo la sacerdotisa.

Señaló el ídolo e intentó acercarse a Lisán, que retrocedió un paso pero no soltó la piedra.

– Fíjate -siguió diciendo ella-, él es el Dios Que Descendió. De sus órbitas fluyen dos fuentes de lágrimas que caen al suelo y se extienden a derecha e izquierda. En su corriente crecen las plantas y las flores, la vida vegetal, los peces, los animales de la tierra y el hombre. El Creador llora para engendrar la variedad de los seres que habitan el mundo, llora con dolor cósmico porque toda creación es un acto de dolor y de sacrificio. Y nosotros debemos devolver una parte de ese sufrimiento… Pero no ahora, no en este momento.

Lisán dejó caer la piedra y se sentó en el suelo. Sentía que sus piernas se doblaban. Una vez más, el recuerdo de aquel día le produjo arcadas. Se inclinó hacia delante como si fuera a vomitar. Pero no lo hizo.

– ¿Te encuentras bien? -le preguntó la sacerdotisa.

Miró a su alrededor. Sentía que acababa de despertar de un sueño. Ya era de noche y las olas rompían contra la playa. Qué extraño le pareció estar hablando sobre dioses paganos con aquella mujer vestida de blanco.

– Mis amigos fueron sacrificados -musitó.

Con expresión triste, la mujer lo miró a los ojos y le dijo:

– Lo sé. Ahora es importante que descanses.

Lisán despertó en mitad de la noche. Como tantas otras veces, durante un instante, creyó que todo había sido una horrible pesadilla, que estaba en su habitación, en su casa, y que Ahmed pronto vendría a visitarlo. Pero estaba durmiendo a la intemperie, tumbado junto a una canoa en una playa de la Otra Tierra.

La sacerdotisa estaba frente a él, sentada sobre la arena, con los brazos relajados a ambos lados del cuerpo. Sus ojos eran muy negros y él sintió que su mirada lo llenaba de paz.

– ¿Cuál es tu nombre, señora? -le preguntó.

– Sac Nicte -dijo ella, y empezó a canturrear con una voz muy hermosa:

Desprecia lo que temas y duerme tranquilamente,

porque la alegría se ha presentado en medio de la triste noche.

Ya conoces tu lugar en el horizonte del cielo…

– ¿Eres real? -preguntó él antes de volver a cerrar los ojos. Durmió de un tirón el resto de la noche. Al despertar con las primeras luces del día se sintió hambriento. Recordó que no había probado bocado desde la mañana anterior. Koos Ich y los otros guerreros cocinaban unas tortillas de maíz sobre unas piedras calientes. Se le hizo la boca agua, pero antes debía cumplir con la primera oración del día. Durante los últimos tiempos de su cautiverio la había olvidado en ocasiones, tal era el estado de confusión de su mente. Se acercó a los guerreros y les pidió agua pura. Uno de ellos le entregó una calabaza que llevaba al cinto y Lisán se lavó cuidadosamente la boca, las manos y el resto del cuerpo, de acuerdo con las normas del wudú. Todo esto ante la atenta y asombrada mirada de los guerreros. Luego se volvió hacia donde el sol estaba naciendo y rezó.

Al terminar, orinó en el mar. Los guerreros seguían preparando las tortillas y se acercó para observar lo que hacían. Uno de ellos llevaba consigo una bola de pozol envuelta en una gran hoja verde. El pozol era semejante al zacán , la masa de maíz que se empleaba para hacer tortillas, sólo que la dejaban hervir hasta que se endurecía y formaba una pasta espesa a la que le daban forma de bola. Luego, bastaba disolver la pelota de pozol en un cuenco con agua para conseguir una bebida blanca con aspecto de leche. Cuando estuvo todo preparado, un guerrero se levantó y llevó una ración a Sac Nicte, que seguía en el interior del templo.

[20] Forastero.


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