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Cuidado con las flores

Todo ocurrió bajo el viento que pasa
esparciendo las risas de los niños
por el zarzal azul del cielo atardecido.
– Algo queda en mis ojos todavía
que es digno de los dioses-.
– Nunca tuve cuidado
de aquello que soñé-.
Yo, que fui una llama pura
en medio de esta larga soledad.
El ardor, la música y el ansia
están grabados
como luz ilusoria en el paisaje.
– Nunca llevé a mis sueños de la mano-.
El corazón de amanecer
de todo lo que he amado
florecerá como un espino,
volverá a soñar
que no ha nacido aún.
Yo fui la noche.
A solas con mi estrella
susurré que era dulce
beber el vino de noviembre
y mecerse a la sombra de los sauces,
tal vez morir tranquilamente
bajo un redondo firmamento
sin entender siquiera
que hay caminos también para las flores.

Finales de partida

(Bucle de Cygnus)

Partiré junto a ti.
Mis daños son las flores
de un pequeño cerezo
que crece con el alba.
Le lanzaré flechas, si declina,
a la tarde.
Pagaré los tributos de los ríos
con mil piedras preciosas
arrojadas al agua.
No volveré a mi tierra,
a la estancia de jade
de la noche.
Vendrá la lluvia de puntillas.
Iniciarán su vuelo
las aves que devora
esa ardiente melancolía
que estremece a los vivos.
Interpretaré
los sueños de los tigres
que gozan en la hierba.
Atizaré la hoguera de los astros
con mis dedos
de sándalo.
Mientras talo el dolor
del árbol de mi cuerpo,
rama a rama,
yo partiré contigo.
Sin armas, sin escudo,
sin otro ejército
que mi afligido corazón,
ribazo del estanque
de una tristeza sin regreso.

Carácter animal

Has llegado a mi casa
ordenando las quejas
de la noche.
– Besos como pequeños corazones
se cayeron al suelo
sin cuidado-.
«¿Cuánto pesan los astros?»,
preguntaste,
«¿y las horas del día?
¿Saben quién somos los milenios?
¿Hay praderas de espacio
que se tienden tranquilas
detrás del mirador?»
Oh, ven, ven de nuevo,
escucha los murmullos
de amanecer, haz vino
con las sombras de la estancia.
Que la luz sea una estela de seda para
que tú la toques,
que nunca diga basta.
Desde que tú llegaste
la primavera ha derrochado
toda su gloria floreciendo
por dentro de mi boca,
– nunca mira hacia atrás,
y es libre,
tiene abiertas las manos-.

La estrella Nu de la Cabeza del Dragón

Componen infinitos
las grandiosas llanuras
de un espacio que crece
claro desde el invierno.
He nacido del Sol.
Semilla de piedad,
me gastaré beso a beso.
Soy
un confite de amor
perdido
en las moradas de piedra desdeñosa
y vacío
que labran la galaxia.
Inquilina de un sueño
adolescente, me abandono
como ciertos paseantes solitarios
que conocen la altura
con que los tiraniza el cielo.
Y la Luna, una lezna es-
– telar de fuego negro
manchando de universo mi tejado.

Las maravillas de los mundos

Estos son mis suspiros,
los que emprenden el vuelo
hacia aposentos
donde mueren los pájaros. Son
lágrimas de primavera, y
vuelan como gorriones moribundos que
descosen las nubes a su paso. El
cielo me ha concedido
la luz triste de la Luna, la noche
que cae cual lluvia sucia en
los cañaverales. Queda un
poco de vino, lo bebo entre
jazmines. Ya el cosmos
entona su canción azul
de los atardeceres, pero
el viento, que anda suelto,
arrebata mis lágrimas, las
prende de los árboles.

Beta de la Hidra

Muero mirando un sol,
muero mirando al suelo,
como los girasoles.
Oh, noche que has tallado
arroyos de luz
en la frialdad de las estrellas.
Los mirlos son residuos
del invierno,
que arde como un juguete
en tu silencio.
Oh, noche,
mientras me hundo en tus brazos,
desanuda el dolor
que como hilos de aliento
me ha cosido la boca.
– La vigilia transcurre dulcemente,
juega con la ternura cristalina
del aljófar celeste:
se detiene
en las riberas de oro
donde la luz se apaga-.

Mecánica celeste

Qué dulce el presagio de los años.
Buscando el eterno misterio de la vida,
mis pasos nublan la calma del otoño.
Soy una tierra abandonada
que destila
su corazón de sal cautiva
en la pútrea frescura de los días.
Broto entre las viñas,
mientras la Luna roja pace
por el jardín helado.
Vamos hacia el brezal celeste
de otro tiempo.
– Ya las tardes son tristes como heridas-.
Peregrinan las aves,
se van hacia la noche.
Hacia la noche, sin cesar,
la que nunca termina.
Se han desprendido
azores de río y cereales negros
del tejado de luz
que es la mañana. Un rastrojo de
cielo puro vibra a mi alrededor
y dice:
«oh, vagabundo,
cierra los ojos y escucha la
dulce sinfonía de las esferas».

Los recursos que derivan de la observación

Despierto igual que un ángel
que le canta al ocaso
con labios enmohecidos
por su silvestre soledad.
Regalo de esos ángeles
que pasean a caballo
por las constelaciones,
vago entre el invierno y
devoro mil dulzuras
que dejan de existir si sopla el viento,
que irrumpen lentamente en medio de la vida
y extravían, al tocarla,
la luz negra del mundo.
– Esquirlas de cielo tibio
hacen burla en la risa
de nuestra Luna quieta-.
– A través de los aires,
la barca cristalina de una estrella
desnuda las ramas de plata
del anochecer-.

Lo infinitamente pequeño

En un portal
hecho de luz de luna,
cobijé a mi amor.
¡Mi pobre choza!
La destrozó el frío
una mañana malva.
¿Quién pintará
de nieve
mi nido roto?
¿Quién barrerá
las hojas secas
que ni se quiso
llevar el viento?
¿Quién recogerá
mi pena
como gotas de vino
que se derraman?
En un claro de luna
volví a levantar
una casa nueva.
– Junto al río
miro el agua
que corre
en ascuas-.
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