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Durante la última etapa del vuelo, el aviador me contó algunos detalles de su vida. Había sido piloto de la Texaco, muy bien pagado, hasta que un día descubrió que no le gustaban los gringos y que estaba enamorado de la Amazonia.

– Es como una mujer, man. Se le mete a uno dentro, bajo la piel. No pide nada, pero uno acaba haciendo todo lo que cree que ella quiere.

En San Sebastián del Coca seguimos charlando y, tras una noche de juerga en la que nos llenamos de ron hasta las orejas, decidimos que podíamos ser amigos. Y vaya si lo fuimos. A él le debo conocer desde el aire las más secretas y fascinantes regiones amazónicas, muchos misterios de ese mundo verde que él conocía mejor que a sí mismo, y cuando, varios años después de nuestro primer vuelo, regresé para hacer una serie de reportajes sobre la criminal devastación del universo verde, allí estaba el capitán Palacios, dispuesto a llevarme a donde fuera necesario.

Lo vi por última vez en El Pantanal, entre Brasil y Paraguay, en el bajo Matto Grosso. Nos despedimos eufóricos, con la alegría que brinda el ron bebido en un rito de amigos, y la satisfacción de haber hecho un buen trabajo filmando un documental sobre el exterminio de los jacarés, caimanes amazónicos cuya piel termina en desfiles de moda en Europa. Todo el equipo que participó en el documental coincidió en que, sin el concurso del capitán Palacios, hubiera sido una misión imposible.

– Nos vemos, man. No necesito decirle que vuelva. Usted también tiene la Amazonia metida dentro y no puede vivir sin ella. Cuando se trate de joder a los hijos de puta que la destrozan, ya sabe dónde me encuentra.

Y lo busqué. Antes de sentarme en esta cantina y pedir la botella de ron que voy vaciando lentamente, lo busqué hasta el cansancio. No lo encontré. Tampoco al socio, el mulato. Alguien me informó que los dos habían despegado con rumbo desconocido y no regresaron. El informante no recordaba con precisión cuándo había sido. La vida y el olvido se suceden con demasiada rapidez en esta parte del mundo.

¿Qué habrá sido de esos dos magníficos aventureros? ¿De aquel cuyo nombre de pila nunca conocí? ¿De aquel que siempre me trató de "usted, man"? ¿De mi amigo, el capitán Palacios?

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