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Rascaninagua, seguido del mono que lucía sobre su pecho peludo las manos enjoyadas de la Pita-Loca, asomó con el cuerpo intacto de aquella que en vida tuvo oídos rumorosos de ayeres, labios de brasas que ardían en presente y ojos de adivinaciones futuras.

La traía en brazos. Pesaba menos que el humo, menos que el agua, menos que el aire, menos que el sueño.

Un ataúd de caoba. Un peñasco de sangre. El nudo de las tres vidas.

Porque sueño con los ojos abiertos creen que yo sé cosas… Astros materiales, se deshojó la noche del destino!

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