Литмир - Электронная Библиотека
A
A

París también está. Sencillamente está, y sigue teniendo semáforos. Chau.

Juan Manuel

Debo haber sentido mucho miedo para escribir tanto disparate, en mi afán de no darme por muy enterado de todo lo que se estaba cocinando en esa casa de San Salvador. Aunque por ahí Fernanda cita unas palabrejas mías que realmente no sé en qué contexto situar, ni si se refieren a ella, a ella y Enrique, a mí, o a todos nosotros. Suena patético esto de todos nosotros, precisamente cuando yo estoy viviendo -y reviviendo, ahora, tantos años después- la dura sensación de andarme quedando varado en París, una vez más. Luisa representó una muerte súbita. ¿Empezaba ahora una muerte lenta? Siempre quise, siempre quiero y siempre querré tanto a Fernanda María de la Trinidad que sigo pensando que ya desde entonces empecé a prepararme para un lentísimo y sumamente digno camino a la horca. Bueno, he aquí las palabrejas:

«Ergo, no veo fracaso, sino por lo contrario una hermosa aventura bien cumplida». Y su comentario en verso: «…que así es la rosa». (Juan Ramón Jiménez.)

Pero tengo que haberle escrito muchísimo más que estos párrafos y frases, porque las respuestas, o, en todo caso, las cartas de Fernanda que corresponden a aquel verano europeo, hablan de cosas totalmente distintas.

San Salvador, 15 de julio de 1979

Juan Manuel, amor,

Recibí tu última carta, angustiado por la falta de palabras mías, y con tu depresión nerviosa, o lo que sea que te pasó. La angustia parece ser un mal universal. Todos estamos pisando arenas movedizas estos días. Por las más diversas razones, el mundo está inhabitable. Lo mismo aquí, como en tu departamento, como en Egipto. Figúrate que hoy recibí carta de una pareja de grandes amigos norteamericanos que están allá -él como agregado cultural de su misión diplomática en El Cairo-. Y hoy escriben: «Demasiada amargura se filtraría si prosiguiera el inventario de los absurdos que nos acometen». Esta frase me sorprendió viniendo de ellos, que partieron recién casados y llenos de ilusiones aventureras, hace menos de dos años. Ya ni la más optimista de las personas escapa a la tristeza, angustia, locura, desconcierto que es nuestro pan de cada día. Tampoco pueden vislumbrarse días mejores.

En la oficina, que siempre ha sido un gran descanso emocional, como son las oficinas, por su trato impersonal y cotidianamente fácil, ahora todo está en la mayor zozobra. En fin, habrás leído, quizás, que soltaron a los dos ingleses secuestrados. Pero ahora se han ido TODOS los ingleses, menos una docena, de los cuales tenemos dos en la oficina. Y están tristísimos. El socio de mi tío y su hijo son ingleses, y han recibido órdenes de evacuar. El hijo se quiere ir, el papá no. Pero quizás tendrán que partir. No pueden salir a ningún lado. Tienen que tener cuidado siempre, y eso no es vida. La pequeña docena de ingleses que queda hoy no tiene ni sede diplomática que responda por ellos. Tal vez manden nuevos representantes para la delegación inglesa. No se sabe lo que va a pasar de un día para otro. No sé qué haría mi tío si su socio tiene que irse, pero sin duda cambiaría bastante la cosa.

El viernes pasado regresaron de su viaje a Europa los otros tíos. Lástima que no los viste con la Susy a su paso por París y que te sintieras tan mal en esos días. La Susy, tan viajera como siempre, estará triste de no haberte visto. Te ha tomado mucho cariño.

En casa seguimos a la espera de alguna resolución, y del dinero para que Enrique pueda viajar. Yo no sé ni qué pensar. Él adora a los niños, que por cierto son adorables, y ellos también lo quieren mucho. No sé si podría separarse de ellos. Pero algún día pronto hará su viaje, y estar solos nos ayudará a los dos a pensar las cosas.

Tu soledad, en cambio, ya no te ayuda. Me preocupo muchísimo, aunque pienso que el verano que te espera, con amigos como Charlie Boston y don Julián d'Octeville, te ayudará bastante. Es tan bueno sentir el viejo y cómodo amor de los amigos que ya le conocen a uno todas las canciones, y sin embargo mágicamente sigue siempre la alegría al verse y la emoción.

No pierdo la esperanza del viaje a Milán en septiembre. Aunque a veces uno pierde todo en este terremoto que vivimos.

Saludos grandes y jugosos para don Julián y Charlie.

Y claro, también para el Maestro Bailarín, si aparece.

Mi amor para ti,

Fernanda Tuya

San Salvador, 1 de agosto de 1979

Querido Juan Manuel Carpio,

Efectivamente, el correo se puso pésimo, porque no he escrito nada en este último mes de saber y no saber lo que pasa. De manera que nuestras quejas con la oficina de correos, la desorganización centroamericana, etcétera, no podrán ser tan vehementes, en esta oportunidad. Es más, es posible que la carta que hoy te escribo recién la leas en septiembre, por tu vacación, tan necesitada y que ojalá te devuelva a París con buen sol y con buenos ratos cuerpo adentro.

Cuánto lamento que Ernesto Flores haya llegado en mi lugar a tus tierras. Supongo que ese sucio cantautor colombiano llevará con él, como siempre, su fuerte dosis de delirante, carcajeante vulgaridad y cinismo. Pero si él ha optado en su vida y en sus canciones por agarrar el mundo por los pies, por los sobacos, por el culo, no debería hacerte esto nunca daño. Creo, además, que él respeta y admira tu capacidad contraria de tocar la vida profundamente por medios menos crudos, saber acariciar su cabellera al viento. Son simplemente pasiones distintas, maneras distintas. Pero creo -puesto que nada es SÍ ni NO del todo, en esta vida- que Ernesto Flores es tu amigo, si pudiera llamarse amistad algún sentimiento suyo. Dentro de lo posible, digamos. Claro que a veces su amistad es una patada en el culo.

En cuanto a mí, y Lima hace como mil años, y Luisa y todo eso. Tú me dices que Ernesto Flores andaba por allá, cuando yo pasé, pero la verdad es que no recuerdo si lo busqué. No lo creo. En todo caso, en este momento realmente no puedo pensar en Ernesto Flores. Tengo cupo lleno en mi mente, en mi vida, en mí. Aunque, por supuesto, no lo desprecio y lamento lo que me dices de que dejó de escribir y componer canciones, o por lo menos de hacerlo bien. ¿Cómo desperdiciar ese exceso de vulgaridad, esa tal cantidad de bajas pasiones y malos sentimientos?

Te cuento de mí. Enrique partió este domingo. Triste y sin saber exactamente cuál será el futuro. Yo tampoco lo sé. El paisito no ofrece mucho elemento. Como tú bien dices, una mierda. Cuesta sudor y sangre vivir aquí, y no hay tiempo para las lágrimas. Cualquiera de nuestros amigos salvadoreños bien te lo puede contar. Aun conociendo las mañas y torpezas del medio, siempre cuesta y duele sentir la mezquindad a cada vuelta de la esquina, las pequeñas envidias y la mediocridad que es el elemento general. Claro que se encuentran mejores personas, y eso da placer. Pero la vida diaria cuesta. Quizás por todos lados cuesta. Por otra parte, el país es un vicio difícil de abandonar. No sé si podría de nuevo vivir en otro lugar. Por lo menos no este día, que amaneció tan lindo. Tal vez otro día, mi amor.

Los niños están rebién. Pero los dos tienen soplo al corazón. Hay que cuidarlos, ni mucho ni poco. Enrique se fue destrozado por ellos, que realmente son muy lindos niños, y con la idea de que no iba a aguantar más de un mes.

Para mientras estas cosas pasan y se deciden, para mientras Centro América entera acaba de explotar o no, para mientras cada cual busca afianzar y ahondar y fortalecer su sede en algún mundo íntimo, yo crío niños y visito tías en este pueblo: lindo, feo, horrible, loco, mediocre, explosivo, fácil, dificilísimo, peligroso, con lindo y tibio mar con ricas ostras y conchas, con un calor del demonio en el tráfico del mediodía. Hoy por hoy éste es mi mundo.

Cuánto me gustaría saber de tu verano. Me gusta tanto poder hablar contigo. Siempre.

Mía, pero bastante Tuya

San Salvador, 16 de agosto, de 1979

Querido Juan Manuel Carpio,

De tantas amigas que ya viven fuera, Silvia fue la única que al fin llegó. Charlotte se quedó en París y mis hermanas no vinieron tampoco. Todo el mundo le tiene terror al país estos días. Vieras cuánta gente se va. Una vendezón de casas. Yo también he tenido que abandonar mi casa estos días, pero no por irme. Tuve que hacer unos trabajos que son sucios porque se levanta bastante tierra. La situación del agua se volvió insoportable. No llega agua todos los días y cuando llega es sólo en la noche. De manera que hubo que hacer la cisterna de captación, con bomba y todo, para tener la cisterna de agua. Esperemos que sea una solución. Por lo menos es una gran ayuda y es terrible no tener agua para bañarse, etcétera. Esta semana terminan los trabajos y volvemos a casa. Los niños se desquician un poco mientras están fuera.

Sobre todo Marianita, que es una gran sentimental. Hace unos días, Rodrigo durmió en casa de una amiga, y ella se despertó toda la noche buscándolo. «¿Y mi hermanito, mamá?» Seguro se asustó de que él se le fuera también. Después de la partida de Enrique está sentimental, perdida y llorona. En cambio Rodrigo es el hombre liberado. Anda más suelto que nunca. Y ya va a entrar en primer grado. ¡Mi bebe! Parece mentira pero ya va a tener seis años, en enero. Y es mimoso y muy enamorado, eso sí, sobre todo de su mamá. Todavía. Ahora que Rodrigo va a pasar a un colegio serio, ella se quedará sola en su kínder. Seguro eso la va a hacer más fuerte, aunque al principio le cueste. La ida de Enrique sí que le ha costado. Se ha puesto muy llorona y taciturna, aunque nunca lo menciona. A veces dice, y me sorprende, que se va a ir al aeropuerto, ese terrible lugar que se traga a la gente. El nuevo colegio de Rodrigo parece que es bueno. Les dan clases de natación y tienen buenos profesores. Queda cerca de la casa, con bastante jardín con árboles. Después ahí mismo iría Mariana. Aunque por lo general, los colegios son un desastre. Sólo van a aprender malas palabras y a agarrar bichos en el estómago (palabras de Mariana). Mira qué mamá reaccionaria salí. En realidad, se ve bonito el colegio, tiene naranjales, una arboleda grande. La casa del colegio es más bien chica y con muchas ventanas, casi es toda de vidrio. Tienen bastantes clases al aire libre -danza, teatro, pintura, natación-. Todo eso lo hacen afuera, en los gramales. Ya me dan ganas de ir a mí.

14
{"b":"81765","o":1}