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Salió de la habitación, corriendo, delante del asombrado Daniel. Había decidido permanecer apartada de todas las cuestiones de esta familia con la que ahora vivía, pero iba en este momento hacia el cuarto de Pino para consolarla. Era la primera vez en mucho tiempo que sentía un movimiento de simpatía hacia un ser humano. Sintió que le desbordaba una curiosa solidaridad por todas las mujeres del mundo, en el impulso que la llevaba hacia Pino. Ella no lo analizaba. Jamás había sentido simpatía por los seres de su propio sexo, pero, en este momento, aquella simpatía y aquella solidaridad, convergiendo hacia Pino, fueron tan grandes en ella que le hacían golpear el corazón y temblar las manos. Recordó vívidamente que, en un tiempo, ella también había llorado como Pino, encerrada en un cuarto, después de discutir con su marido.

Pino se había encerrado con llave. Cuando Matilde llamó a su puerta, le contestó con una palabrota. No quiso abrirle, de ninguna manera.

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