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Hansen me miraba.

– Y a todas les va la marcha -me dijo-. No se arriesga gran cosa. Conocen muchos lugares adonde llevarle a uno.

– No me tome por un cerdo -dije.

– ¡Oh, no! -se explicó-. Quiero decir que le llevan a uno a bailar y a beber.

Sonrió. Sin duda, mi interés era evidente.

– S0n divertidas -prosiguió-. Vendrán a verle a la tienda.

– ¿Qué pueden querer de allí?

– Compran fotos de actores, y, como quien no quiere la cosa, todos los libros de psicoanálisis. Libros de medicina, quiero decir. Todas estudian medicina.

– Bueno -mascullé-. Ya veremos…

Esta vez logré fingir indiferencia, porque Hansen se puso a hablar de otra cosa. Y luego comimos, y se marchó hacia las dos. Yo me quedé solo frente a la tienda.

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