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—¿Podría ocuparse de los detalles hoy? —le dijo al dependiente—. ¿Hoy?

Vio que el otro sacaba su agenda electrónica y el calendario.

—No hay problema —dijo el joven—. Voy a encontrarme con mis contactos en la hora siguiente.

Contactos, asesinos, lo que fuera. Mientras lo cancelara todo, le valía.

—Gracias —dijo ella, sonriéndole de oreja a oreja; de pronto, se le ocurrió algo—. Me pregunto si

—¡No!—dijo Kai—. Nada de preguntar.

—Tampoco hacemos reembolsos —dijo el vendedor.

—Pues claro que no —dijo Hallie—. Eso sería de muy mal gusto. Sólo pensaba en la urna; en la urna de la ventana. Después de todo, era parte de nuestro arreglo

—No han llamado —dijo Nick—. ¿Qué les está llevando tanto tiempo?

Iba por la cuarta taza de té verde muy apicarado y el azúcar empezaba a hacerle efecto. Pronto. Llamarían muy pronto. Mientras tanto Nick se paseaba de arriba abajo. Pasearse de un lado a otro era bueno. Pasearse y esperar era mejor que sentarse y esperar y desear por centésima vez haberla acompañado. ¡Maldita sea, debería haber hecho eso de todos modos! Porque si algo le pasaba a Hallie

El ahogado timbre del móvil de John interrumpió su último pensamiento. Nick sintió que se le subía el corazón a la garganta y un sudor frío cuando John aceptó la llamada. Fue brusca, breve y en cantonés.

John se guardó el teléfono en el bolsillo y se volvió hacia él con una sonrisa en los labios.

—La reunión ha sido un éxito. Han disuelto el contrato.

Nick soltó el aire que llevaba tanto rato aguantándose y sintió que la sangre empezaba a correrle por las venas de nuevo. Hallie estaba a salvo; eso era todo lo que importaba. Le temblaban las manos tanto que las apoyó sobre el aparador para tranquilizarse un poco; también le temblaban las piernas, aunque para eso sólo podía rezar para que lo sujetaran hasta que se le pasara la sensación.

—Toma —John le pasó un vaso que contenía una pequeña cantidad de un líquido claro—. La amas y temes por ella. Es una reacción perfectamente normal.

Nick se bebió el contenido del vaso y casi se atragantó del ardor del líquido.

—¿Pero qué me has dado? —a Nick le dio la tos.

—Vodka ruso barato —dijo John Tey entre risas—. Es muy bueno para cuando alguien está en estado de shock. Es bueno para recordar que uno está vivo.

—Lo ha conseguido —dijo Jasmine con alegría—. Es una heroína.

—Mujer loca y temeraria —murmuró Nick entre dientes—. Jamás debería haberle permitido siquiera que lo intentara.

Estaba deseando echarle mano, que entrara por esa puerta. Heroína o no, iba a encerrarla y a tirar la llave al río hasta que le jurara que jamás lo haría pasar por algo tan horrible como aquello.

—Por supuesto, tú también eres un héroe —dijo Jasmine—. En realidad, tal vez seas el héroe más grande de todos hoy.

—¿Cómo? —Nick pestañeó.

¿Cómo era posible que él fuera un héroe? ¡Él no había hecho nada! Nada aparte de esperar y esperar y de volverse loco mientras esperaba.

—No interferiste —dijo Jasmine—. La dejaste ir aunque ello fuera en contra de tu naturaleza y confiaste en ella para que arreglara el problema. Creo que eso ha sido muy heroico por tu parte.

—Eres una chica estupenda —le dijo él en tono pensativo mientras adelantaba el vaso para tomarse otro poco—. Pero creo que estás confundiendo el heroísmo con la locura.

Veinte minutos después, Hallie y Kai cruzaban la puerta de la casa y Nick consiguió saludarlos de manera incluso civilizada, gracias en parte al excelente vodka ruso barato de John.

—Todo hecho —dijo Hallie, toda sonrisas—. Te dije que funcionaría.

Nick suspiró, la abrazó y la apretó contra su pecho y ella se dejó llevar, no tan despreocupada y confiada como había aparentado momentos antes.

—No vuelvas a hacerme pasar nada por el estilo—te dijo en tono brusco—. ¿Me has oído?

Hallie lo abrazó con fuerza y al momento se retiró, un poco cortada.

Jasmine, Nick se dio cuenta, estaba mucho más tranquila con Kai. Esperó hasta que él dejara el paquete grande que llevaba sobre el aparador para ir a saludarlo con una taza de fragrante té que sujetaba con las dos manos. Vio que Kai tomaba la taza de té con una sonrisa de pesar y que los dos se daban la mano y entendió que Hallie no se había equivocado tampoco con eso. Era una bonita imagen, la de dos cabezas morenas sobre el ofrecimiento del té, con el blanco de la pared, la madera oscura de los muebles y un paquete mal envuelto sobre el aparador de fondo. Un paquete que tenía la forma de un jarrón

¡No! Imposible. No podía haberse atrevido. ¡Cómo era posible que fuera lo que le parecía que era! Miró a Hallie y ella le sonrió con gesto inocente. Pero no se fiaba ni un pelo de esa sonrisa.

—¿Pero qué diablos —señaló el paquete —es eso?

Nick aceptó la un tanto urgente oferta de John para ponerse inmediatamente a completar su trato de negocios. O eso o entrar en una discusión sobre cómo y por qué Hallie poseía el maldito jarrón; y sospechaba que John Tey lo sabía. De modo que se fueron al despacho de John, sobre cuya mesa estaban los documentos del contrato que John acaba de firmar y que Nick estaba también a punto de firmar. El problema era que no podía hacerlo.

—¿Hay algún problema? —le preguntó el hombre.

—Sí —respondió él.

—Hemos acordado que los términos son justos —dijo John en tono sereno.

—Y lo son —se apresuró a decir Nick—. El problema no es ése. El problema es que un contrato está basado en la verdad, en la confianza y en la comprensión. Y también en el honor. Siempre has sido honorable en tus tratos conmigo, John. Yo, sin embargo, no he sido totalmente honorable en los míos contigo.

John Tey se arrellanó en el asiento y lo miró con seriedad.

Nick aspiró hondo y se preparó para sincerarse.

—No estoy casado, John. Hallie no es mi esposa. Sólo finge serlo.

—Lo sé—dijo el hombre, que continuó al ver la cara de sorpresa de Nick—. Lo he sabido desde un principio.

Tal vez fuera el vodka, tal vez el susto de ver la urna allí envuelta, pero Nick no supo qué decir ni qué hacer. No estaba del todo seguro de que todavía pudiera hablar.

—No pensarás de verdad que firmaría un contrato multimillonario con un hombre sin hacerle una investigación exhaustiva antes, ¿verdad? —John Tey sonrió—. Aparte de que los detalles de la empresa eran precisos hasta el más mínimo detalle, me gustaría saber por qué te pareció necesario mentir sobre tu estado civil.

¡Ah!

—Fue un error de juicio por mi parte —dijo Nick con vergüenza.

La verdad era que no quería entrar en el porqué del asunto.

—Creo que en algún momento mi hija te vio como un posible marido —dijo el hombre con suma astucia—. Y me da la impresión de que te has inventado una mujer porque no deseabas herir sus sentimientos.

—Me inventé una esposa porque quería asegurar este acuerdo de negocios —lo corrigió Nick mientras hacía una mueca burlona; si iba a contarle la verdad, mejor hacerlo sin tapujos—. No quería casarme con tu hija pero tampoco podía permitirme el ofenderte. Confía en mí, ha habido más interés que caballerosidad en mi gesto.

John respondió a ese comentario encogiéndose de hombros.

—Luego está Hallie —negó con la cabeza y se echó a reír—. Tal vez no te hayas casado todavía con ella, Nicholas, pero está claro que le has dado tu corazón.

—¿Cómo? —dijo Nick muy sorprendido—. No puedes pensar Yo no

¡Ay Dios! ¡Que sí!

Aunque pareciera ridículo, era innegable que estaba enamorado de Hallie Bennett. Hallie, con su cabello rojizo, esos ojos dorados y ese talento innato para meterse en líos.

—Creo que en ese sentido vas a estar muy ocupado, hijo.

Nick gimió. Lo veía tan claro Hallie en su vida, compartiendo su cama y él ni siquiera queriendo mirar a otra mujer porque aquélla lo llenaría de tal modo que ni siquiera le entrarían ganas; una casa llena de antigüedades y de niños traviesos y una niña pequeña con el pelo negro y los ojos dorados y la habilidad para tener a su papá, a sus tíos y a sus hermanos a sus pies. ¿Y si tenía dos hijas, en lugar de una?

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