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—Yo ya he llamado —dijo John—. La cita está concertada. Os esperarán en la tienda.

—¿Estás lista? —le preguntó Nick en voz baja.

—Sí, estoy lista —respondió ella aparentemente confiada—. Mis habilidades para la negociación están afinadas y listas para entrar en acción.

Más le valía. Kai, John, Jasmine y él llevaban dos horas planteándole toda clase de cuestiones y objeciones que imaginaban que se les podían ocurrir a los malos.

—Cíñete al plan —le dijo Nick—. Y quédate con Kai.

—Por supuesto —Hallie le echó una sonrisa tranquilizadora.

—Y no hagas ninguna tontería.

Ella entrecerró los ojos y alzó la barbilla. A Nick le encantaba esa expresión suya.

—¿Algo más? —le dijo ella con sarcasmo.

—Sí —se acercó a donde estaba ella y la besó con la intensidad suficiente para iluminar media ciudad—. Ten cuidado.

Se metió las manos en los bolsillos y retrocedió un paso antes de volver a agarrarla. Porque sabía que si no se apartaba de ella, no querría soltarla.

—Tardaremos veinte minutos en llegar —dijo Kai—. Veinte más en completar las negociaciones. Después, llamaré.

Nick asintió y observó su marcha en silencio. Iban a ser los cuarenta minutos más largos de su vida.

Era el día de Año Nuevo y la mayoría de las tiendas estaban cerradas. Lucky Plaza también estaba cerrado, pero Kai condujo directamente hacia el muelle de carga número cinco, aparcó el Mercedes junto al enorme portón de hierro y apagó el motor.

—Hemos quedado aquí —dijo él mientras asentía para señalarle una cámara de seguridad que había en la pared—. Nos habrán visto llegar. ¿Estás lista?

Hallie asintió. El corazón le latía aceleradamente, le sudaban las palmas de las manos y no dejaba de morderse los labios.

—¡Espera!

Bajó la pestaña donde había un pequeño espejo, sacó la barra de labios del bolso Hérmes y se pintó los labios. Ya estaba lista.

Kai le echó una de sus poco frecuentes sonrisas y en ese momento la puerta se abrió y dos centinelas vestidos de traje los esperaron.

Sería capaz de hacerlo. Ella había causado aquella pequeña catástrofe y ella la arreglaría. Lo que era más, Nick confiaba en que así lo hiciera.

Había llegado el momento de la verdad.

La galería comercial estaba desierta y silenciosa, pero la puerta de la pequeña tienda del rincón estaba abierta, las luces en el interior encendidas y el joven dependiente a quien le había comprado la urna esperándolos tras el mostrador. No estaba solo. Un hombre de cabello canoso y ojos de mirada fría estaba a su lado. Quienquiera que fuera y Hallie no podía decir que deseara averiguarlo, poseía un aire indiscutible de autoridad y poder.

—Gracias por acceder a verme con tanta rapidez —dijo ella con educación.

—No tenemos problemas con la organización Tey —dijo el hombre en un inglés con acento muy marcado—. Preferimos que continúe siendo así —su mirada negra y fría se posó en Kai y después en ella—. ¿Tiene algo que tratar con nosotros?

—¿Un negocio que debería haber concluido ya? —dijo Hallie sin titubear, sabiendo instintivamente que aquel hombre no toleraría vacilación alguna por su parte—. Ahora me veo en la desafortunada postura de tener que cambiar de planes—esbozó una encantadora sonrisa—. Me temo que ya no requiero sus servicios.

—Me temo, señora Cooper, que no renegociamos ningún acuerdo. Ni siquiera con los que los proponen —dijo el hombre mayor también con una sonrisa encantadora—. Es malo para el negocio.

Nick se mantuvo ocupado, paseándose de un lado al otro del salón de los Tey. Jasmine había preparado té dos veces; y ya había pasado media hora. Los primeros veinte minutos habían sido insoportables. Sabía que Hallie y Kai los habían empleado para llegar al sitio donde estaban citados. Pero a partir de entonces era distinto. En ese momento, pensaba Nick con preocupación, Hallie estaría hablando con los asesinos a sueldo para prescindir de sus servicios y Nick estaba muy, muy nervioso. De un momento a otro, Kai lo llamaría.

—Tu esposa es una mujer de muchos recursos —le dijo John. John, que había sido una presencia tranquilizadora durante todo el percance—. Confío en que tendrá éxito —añadió John—. Y Kai está con ella. No se tomarán a la ligera su presencia. Ni por el hombre ni por la organización a la que representa.

Nick suspiró ruidosamente mientras se pasaba la mano por la cabeza. Su preocupación principal era el bienestar de Hallie. En cuanto ella estuviera a salvo, se ocuparía del problema siguiente: la presencia de Kai en la reunión y la implicación del grupo Tey en el asunto tendría consecuencias negativas para el hombre.

—¿De qué modo te dejará este asunto en deuda con ellos?

—No tanto —dijo John con una sonrisa leve—. No somos ni enemigos ni aliados, las dos organizaciones tienen un gran poder. Coexistimos, por decirlo de alguna, manera. Somos respetuosos los unos con los otros. No creo que esta pequeña transacción rompa nuestro equilibrio.

Nick no sabía si lo que decía el hombre lo convencía o no. Su explicación le sonaba demasiado sencilla y demasiado simplona, tal vez, dado lo que conocía de la cultura china.

—Esperemos que tengas razón —le dijo con recelo—. Sé que es un riesgo, pero no podía dejar que fuera sola.

—Ni yo —corroboró John—. Soy vuestro anfitrión. Fui yo quien permití a mi hija que llevara a tu esposa al Lucky Plaza. Mi conciencia no me lo permitiría.

—Gracias —dijo Nick en voz baja.

Estaba agradecido por todo lo que el hombre había hecho por él.

—Tu esposa cometió un sencillo error —dijo John magnánimamente—. Podría haberle pasado a cualquiera.

Nick se quedó mirándolo.

—De acuerdo —dijo John—. A cualquiera a lo mejor no.

—Pues claro que no renegocian los contratos —dijo Hallie, decidiendo que había llegado el momento de examinar el magnífico jarrón de porcelana que había en un pedestal de mármol—. Estas piezas son sin duda de lo más exquisitas —dijo con admiración, para seguidamente continuar en tono más formal—. Entiendo su postura perfectamente, pero no estoy aquí para renegociar. El encargo no se llevó a cabo en el tiempo especificado. Nuestro contrato es nulo. Tengo necesidad de otro —dijo con suma cortesía; Tris estaría orgulloso de ella y Nick sorprendido—. Simplemente deseaba decirle en persona que considero nuestro negocio completado.

No iba a tragárselo. Hallie miró al hombre a los ojos sin pestañear, segura de que él le diría que tampoco hacía ese tipo de cosas, que el contrato se completaría cuando se llevara a cabo el encargo y no antes; y que eso también sería sin duda bueno para el negocio.

—Es la primera vez que hemos tenido tal problema —dijo el hombre con pesar mientras miraba al joven dependiente—. Que sea la última.

El joven lugarteniente del crimen asintió con respeto.

El viejo general la estudió con gesto reflexivo antes de mirar al silencioso Kai.

—Que así sea —dijo con un ademán desdeñoso—. El contrato queda anulado. Feliz Año Nuevo, señora Cooper. Ojalá sea un año próspero para usted y toda su familia. Mi asistente se encargará de los detalles.

—Gracias —respondió Hallie e inclinó la cabeza, porque francamente, parecía lo más apropiado en ese momento.

Esperó a que el hombre se marchara antes de ponerse derecha y volverse hacia el vendedor que le había vendido el jarrón en primer lugar.

—Es una mujer muy afortunada, señora Cooper —le dijo en tono seco—. La ha dejado vivir.

—Tal vez esté pasando una nueva página ahora que estamos en Año Nuevo.

Kai hizo una mueca. El joven ayudante sonrió con su sonrisa de medio lado.

—Me gusta usted, señora Cooper.

—Dé gracias porque no está casado con ella —dijo Kai.

—Cierto.

Hallie ignoró totalmente su conversación. Todavía no había terminado.

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