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—Cierra los ojos —le susurró él mientras se echaba encima de ella.

Y ella hizo lo que él le ordenaba. Gimió de placer cuando él la besó desde la muñeca hasta el codo. Se estremeció cuando él empezó a acariciarla por todas partes y sus labios trazaron un camino que recorrió el suave lateral de sus pechos, la curva de su estómago. Y cuanto más te acariciaba, más crecía la tensión entre sus piernas. Sabía lo que iba a pasar cuando él le separó los muslos y bajó un poco más; lo sabía y lo deseaba con todas sus fuerzas. Pero él se hizo de rogar un poco más y empezó a besarla en las caderas mientras acariciaba con sus dedos hábiles los pliegues delicados de su sexo.

—¡Por favor!

Acercó la boca un poco más, mientras sus manos continuaban acariciándola con empeño. Se puso tensa, se agarró a la sábana por encima de la cabeza y finalmente, él empezó a lamerla. Sintió como si no pudiera respirar; el calor de su boca era divino, las rítmicas caricias de su lengua un tormento insoportablemente exquisito.

Sabía exactamente dónde lamer, exactamente cómo complacerla; y ella se retorció con sus caricias, cabalgando sobre la ola de deseo que él no dejaba de provocar con tanta delicadeza y habilidad. Y cuando pensó que ya no podía más, cuando estaba totalmente mojada y a punto de explotar, él concentró sus esfuerzos y Hallie alcanzó el orgasmo mientras se estremecía de placer.

—¡Oh, Dios! —gimió Hallie.

—Te lo dije—murmuró él.

Se quitó los pantalones y se colocó sobre ella, mientras ella le hundía los dedos en los cabellos y lo besaba para darle un beso ardiente que no fue nada tierno sino cargado de deseo puro. Le tocó a él el turno de gemir, de estremecerse mientras se colocaba entre sus piernas; de jadear mientras el deseo de Hallie se tornaba salvaje.

—Chist —murmuró él—. Tranquila.

Nick la penetró despacio, inexorablemente, deslizando su miembro sobre su carne caliente y resbaladiza, al tiempo que su cuerpo se estiraba para acogerlo. Deslizó los dedos sobre su sexo para provocar a sus músculos tensos hasta someterlos. Finalmente estuvo sentado sobre ella, exactamente donde deseaba estar y todo su cuerpo estaba a punto de explotar al tiempo que ella lo embestía con sus caderas y alcanzaba de nuevo el clímax.

Nick pensó que jamás había visto nada tan lujurioso, tan bello, como Hallie cabalgando sobre los coletazos de la pasión; tan valiente, tan totalmente abierta para él, mientras él le separaba más las piernas, le agarraba las nalgas con las dos manos y la penetraba una y otra vez, disfrutando de la posesión, del olor del sexo y del calor mojado y prieto que lo envolvía.

—Ésta sería la parte del sexo —le susurró ella mientras le rodeaba la cintura con las piernas y le clavaba las uñas en la espalda.

—Esto no es sexo —murmuró Nick en tono ronco, a punto de perder el control—. Esto es un frenesí.

Hallie se despertó justo antes del amanecer, demasiado preocupada por lo que les depararía el día como para continuar durmiendo. Se levantó de la cama y se acercó a la ventana hacia el tranquilo jardín de los Tey preguntándose si John se levantaría pronto para hacer tai-chi y si ése fuera el caso, pudiera ella beneficiarse al observar la relajante disciplina. Retiró las cortinas y pegó la palma de la mano en el cristal de la ventana, tratando de pensar en la confianza en sí misma que sabía que debía tener si quería que su plan funcionara.

Oyó el susurro de las sábanas. Hallie se volvió a mirarlo y vio que Nick se había dado la vuelta para abrazarla. Al no encontrarla a su lado, se despertó. Ella adivinó el instante en que él la vio y al momento se había levantado de la cama y avanzaba hacia ella, gloriosamente desnudo. Conocía ya ese cuerpo que había amado por entero durante la noche; conocía su olor y su sabor, su pasión y su juego.

Lo miró a los ojos para ver si había frialdad en su mirada; para ver si había tensión en su expresión. Pero Nick no parecía ni tenso ni frío. Le rodeó la cintura con un brazo y la estrechó contra su cuerpo fuerte y cálido y apoyó la barbilla en su cabeza, en silencio, mientras él también despertaba al nuevo día.

—No podía dormir —murmuró ella.

—Ya me he dado cuenta —susurró él—. ¿Estás lista para salvar el día?

Todavía no. Pero lo estaría.

—Claro.

—Mentirosa —respondió con una brusquedad que le transmitió su preocupación—. No tienes por qué hacerlo ya lo sabes. No es demasiado tarde para cambiar de opinión. Podemos encontrar otro modo que sea más seguro.

—No lo hay. Mi plan es bueno, Nick. Y lo sabes. Quiero intentarlo; quiero arreglar esto a mi manera.

—¿Por qué? ¿Para demostrarle a tus hermanos que puedes?

—No. No es por eso.

Toda la vida sus hermanos le habían sacado las castañas del fuego cuando había cometido algún error. Lo habían hecho porque la querían; eso lo sabía ella. Y también porque habían querido hacerse responsables de su educación y se habían tomado esa tarea muy en serio. ¿Pero acaso no se habían dado cuenta? ¿Acabo no habían sido capaces de entender por qué ella protestaba; de darse cuenta de que su manera de tratarla no le había permitido creer en sí misma y confiar en sus habilidades?

—Esto no tiene nada que ver con mis hermanos —dijo ella en tono bajo—. Se trata de mí misma. Necesito demostrarme a mí misma que puedo hacerlo.

Nick suspiró largamente mientras le echaba el brazo a la cintura.

—¿No podemos darlo por hecho? —dijo él.

—No —respondió ella.

—Caramba —le dio la vuelta para poder mirarla a la cara—. ¿Cómo puedo ayudarte? —murmuró él—. ¿Qué necesitas?

Ni una pregunta más, ni una protesta más; tan sólo apoyo, una fuerza que como una flecha salió disparada para clavársele directamente en el corazón. Desde que había conocido a aquel hombre había estado en la cuerda floja. Se había resistido a su calidez, a su ingenio; incluso a hacer el amor con él durante unos días. Pero no se podía resistir a creer en él. No volvería a sentirse insegura; con ese hombre, no. Calladamente, más con toda su voluntad, Hallie se enamoró de Nick.

—¿Qué necesito?

Sonrió mientras le entrelazaba las manos entre los cabellos y sus labios se encontraban con los suyos. La respuesta era obvia.

En ese momento, lo necesitaba a él.

Capítulo 9

—¡Cómo detesto esto! —dijo Nick cinco horas más tarde, cuándo estaban todos reunidos en la cocina de los Tey para terminar de delinear el plan—. No puedo creer que te deje hacerlo.

—Es el único modo —dijo John Tey—. Es la única que puede cancelar el contrato. Me temo que es imposible que la acompañes.

Nick frunció el ceño. Sólo de pensar que Hallie tuviera que enfrentarse a unos asesinos profesionales sin él se le revolvía el estómago.

—Sigo pensando que debería ir sola —dijo Hallie—. Sin que nadie me acompañe.

—No —respondió Nick en tono seco—. No vas a ir allí sola. Si no es conmigo, vas con Kai.

—¿Y por qué meter a Kai en esto? ¿O a John, pongamos por caso? Este asunto no tiene nada que ver con ellos.

—No —repitió—. O te acompaña Kai o no vas.

—Kai te acompañará —dijo John.

—Él está muy capacitado —comentó Jasmine con sinceridad.

Hallie suspiró y lo miró con rabia; los miró a todos con rabia.

—De acuerdo, que me acompañe Kai.

Nick miró a Kai a los ojos y los hombres cruzaron una mirada de entendimiento. Kai haría todo lo que estuviera en su mano para protegerla. Todo.

Más le valdría.

—Basta —dijo Hallie de pronto.

—¿Basta el qué?

—Esa mirada. Ésa que dice que despellejarás a Kai si deja que me pase algo.

—¿Conoces esa mirada?

—Tengo cuatro hermanos —le recordó con mal gesto.

—Y sinceramente tengo que decir que no sé cuántos de ellos sobrevivieron a tu adolescencia—soltó Nick.

John Tey sonrió; y a Kai le dio una tos que parecía ocultar una risotada.

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