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—¿Otro intento? —dijo John cuando se unió a ellos, después de que Kai le hubiera contado lo de la pistola de dardos—. Tenía la esperanza de que nos hubiéramos equivocado.

—Ojalá supiera quién está detrás de todo esto —dijo Nick.

—Sí —añadió Hallie con pesadumbre—. ¡Qué pena que el camarero se escapara!

Lara Croft no habría permitido eso.

—No lo pensé cuando me tiré encima del camarero —le dijo a Nick en tono de disculpa.

—Por fin te das cuenta —murmuró él.

—Debería haberlo inmovilizado en el suelo.

Nick la miró con incredulidad. John Tey ahogó una risotada.

—Tengo a cuatro personas buscándolo —dijo Kai—. Lo encontraremos.

El balcón empezaba a llenarse de público. Era casi medianoche y para los chinos, el comienzo de un nuevo año. Para Hallie era el final de un largo día lleno de altibajos.

—Quedan dos minutos —dijo ella, mirando el enorme reloj de neón en la pared del hotel.

—Voy a desear que tengas un Año Nuevo mejor —le dijo Jasmine a Nick con sinceridad—. Uno sin asesinos.

—Gracias, Jasmine —Nick sonrió antes de ponerse serio y mirar a Hallie—. Tú podrías pedir un poco más de sentido común para ti.

Hallie sonrió con dulzura.

—Mi deseo es que la urna que te compré llegue mañana.

Entonces podría meterlo dentro.

—¿Qué urna? —Kai se volvió a mirarla rápidamente.

—La que compré en el Lucky Plaza, cuando Jasmine y tú estabais en el baño.

Kai la miraba con incredulidad.

—¿Compraste una urna? —dijo Kai—. ¿Para Nick? ¿De la tienda de la esquina cerca de los baños en Lucky Plaza?

Hallie asintió.

—¿Una urna funeraria?

Hallie asintió de nuevo.

—Sí, eso es. La que estaba en el escaparate.

—¿Y el vendedor te lo permitió? —preguntó Kai.

—Bueno, me costó un poco convencerlo, pero sí. Pedí que me lo trajeran antes del Año Nuevo, pero no ha llegado.

Kai se volvió hacia John, que sacudía la cabeza mientras murmuraba algo entre dientes. Entonces John la miró boquiabierto, inmovilizado el sitio. Nick y Jasmine parecían tan aturdidos con la reacción de los dos hombres como lo estaba Hallie.

—¿Qué? —Hallie estaba preocupada ya—. ¿Qué ocurre?

Diez. La cuenta atrás empezó en cantones.

Nueve.

—La tienda de la que hablas vende urnas funerarias, desde luego —dijo John.

Ocho.

—Pero no las venden vacías.

Siete.

—¿Qué quieres decir con que no las venden vacías? —preguntó Hallie.

Seis.

—La que yo compré lo estaba —añadió Hallie.

Cinco.

—Bueno, no las envían vacías —dijo Kai.

Cuatro.

—Cuando le compraste esa urna a Nick

Tres.

—Ordenaste su ejecución.

Dos.

—¿Que hice el qué?

Uno.

—Por eso alguien ha estado intentando matarlo.

¡Oh, Dios!

El público se alzó en vítores al tiempo que los fuegos artificiales prorrumpían en el cielo, enormes estallidos de colores, cada uno de ellos más espectacular que el anterior; y a su alrededor todo el mundo se reía y se abrazaba, se besaba y se daba la mano, con los rostros llenos de alegría al resplandor de los ruegos artificiales.

Ella abrió la boca para decir algo, pero no le salieron las palabras. Todos la miraban: Jasmine, Kai, Nick y John; todos esperando a que dijera algo. Pero ella no sabía qué decir. Le temblaban las manos con una mezcla de miedo e incredulidad. Aquello debía de ser una broma, ¿no? Tenía que serlo. Pero por la cara que ponía Kai, vio que no lo era.

Una nueva tanda de ruegos artificiales irrumpió con un estallido que la asustó; un calidoscopio rojo, verde y dorado, mientras las tripas se le revolvían y le dolía la cabeza con la certeza de que al comprarle a Nick el maldito jarrón, había cometido un error tremendo.

¡Santo Dios, sin saberlo había ordenado su muerte! ¿Cómo diablos iba a explicarle eso?

No podía. En ese momento no. Tal vez nunca. Era demasiado extraño.

Pero todos seguían esperando. Esperando a que ella dijera algo. Cualquier cosa. Abrió la boca y aspiró hondo.

—Lo siento mucho —dijo finalmente—. Yo

¿Qué chantres podía decir? Miró a Nick.

—Tú

No sabía qué decir. Se llevó la mano a la cabeza y se encogió de hombros, sin poder apartar la mirada de la de Nick.

Capítulo 8

Hallie jamás habría tachado a Nick de ser una persona rabiosa y fría; y no lo era. Él solía mostrar una rabia efervescente y sólo su férreo control y sin duda la presencia de Kai y los Tey la mantuvieron dominada.

Abandonaron el hotel nada más terminar los fuegos artificiales y el trayecto hasta casa de los Tey fue, gracias a Dios, en silencio. En cuanto llegaron a la mansión, Nick y ella les dieron las gracias a sus anfitriones y se despidieron antes de dirigirse hacia su dormitorio. En cuanto llegaron a la suite, Nick se quitó la chaqueta y la corbata y empezó a desabrocharse los botones de la camisa.

Hallie lo miraba con recelo mientras dejaba el bolso sobre el aparador y doblaba el chal. Sus hermanos tenían genio, todos ellos. No era ajena a las erupciones de la variedad masculina. Pete era como una tormenta de verano, todo ruido y relámpagos, que al minuto se había desvanecido. Luke empezaba a pasearse de un lado a otro, señalando y moviendo mucho los brazos. Jake era controlado y mordaz y Tris Tris no enseñaba su genio a menudo, pero cuando lo hacía despellejaba de verdad. Hallie esperaba, esperaba con todas sus fuerzas, que Nick fuera a ser un poco menos como Tris y un poco más como cualquiera de sus otros hermanos en ese sentido.

Sonaron unos tímidos golpecillos a la puerta y Hallie la abrió y vio a Jasmine con una tetera en una bandeja.

—Un té de menta —dijo la joven mientras le pasaba la bandeja—. Es muy tranquilizador —añadió y se marchó corriendo.

—Lo sabía —dijo Nick mientras Hallie cerraba la puerta con el pie y dejaba la bandeja en el aparador.

En ese momento se paseaba de un lado al otro de la pieza. Buena señal. Eso al menos podría soportarlo. Mejor liberar energía así en lugar de gritando. Tris nunca se paseaba.

—Jamás debería haber acompañado a mi madre a comprarse unos zapatos —estaba diciendo Nick en ese momento—. Clea me influye negativamente. Debería haberme ido al club de campo a buscar a Bridget. Bridget habría fingido ser mi esposa durante una semana. Habría hecho trizas a Jasmine, alienado a John, tratado de seducir a Kai y me habría vuelto loco a mí. ¿Pero y qué? Por lo menos no habría ordenado mi ejecución.

¡Vaya! Había dejado de pasearse.

—¿Un té?—le ofreció ella.

—¿Por qué yo? —rugió Nick—. ¿Por qué tú? ¿Por qué ahora? ¿Sabes lo cerca que estamos de cerrar este negocio? ¿Tienes acaso idea de lo que vale?

Lo sabía.

—Tengo un plan —dijo rápidamente.

—¡No! No más planes. Conozco tus planes y nunca, nunca funcionan.

—¿Estás seguro de que no te apetece un poco de té? —Hallie aspiró el té humeante—. Creo que le ha puesto algo de alcohol.

Él la miró. Miró el té.

—Voy a llamar a tus hermanos —dijo él de repente—. Voy a contarles el fiasco del marido y la esposa y lo de la urna funeraria; y después voy a hacer que vengan a buscarte para llevarte a casa.

—No puedes —le rogó ella—. Me necesitas.

—¿Para qué? —le dijo él de nuevo a gritos.

—Para que vuelva a la tienda y cancele el asesinato.

Él la miraba con incredulidad.

—¡No! ¡De eso nada! Estas personas son asesinos profesionales, Hallie. No les va a hacer gracia que les digas que cometiste un error y que tu intención no fue ordenar mi ejecución. Te matarían para cerrarte la boca.

—No voy a decirles que cometí un error —dijo Hallie—. Voy a decirles que necesitaba que me hicieran el trabajo antes del Año Nuevo y que no ha sido así. Les haré ver que las condiciones del contrato no se han cumplido y que ya no necesito sus servicios.

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