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—Tus hermanos tienen mucho de lo que responder —dijo Nick mientras negaba con la cabeza pesarosamente—. Te han enseñado tretas para manejar a un hombre que una mujer de tu edad no debería saber. Me echo a temblar sólo de pensar cómo serás cuando seas mayor.

—Más sutil, espero —dijo Hallie, siguiendo con mirada ceñuda el avance de Jasmine y Kai a través de la gente—. ¡Míralos! Ni siquiera la está tocando. Cualquiera pensaría que no quiere bailar con ella.

—Eso me parece a mí —dijo Nick, que en ese momento la conducía hacia la pista de baile.

—No es que tenga nada en contra de que tengas razón, pero en este caso en particular me gustaría que te equivocaras.

Hacer de casamentera no era su fuerte. ¿Y si Kai no estaba enamorado de la chica? ¿Y si le había dado a Jasmine una idea equivocada?

—No quiero ni mirar —se volvió bruscamente y se pegó la cara contra el pecho de Nick—. Quítate de en medio. Me voy a pegar un tiro por inmiscuirme.

—Espera —dijo Nick, que le puso las manos en los hombros mientras la urgía a que se diera la vuelta.

La otra pareja había empezado a bailar y si Kai había pensado en bailar separado de Jasmine, la joven tenía otras cosas en la cabeza. Jasmine le deslizó sus manos pequeñas por los brazos para apoyarlas sobre sus hombros. Kai le deslizó las manos de mala gana por la cintura, rozándole con las puntas de los dedos la espalda desnuda. Y de repente, como si no pudiera soportarlo más, la abrazó y la tensión y el anhelo en él se mostraron ya indiscutiblemente.

—Mis padres solían bailar así —dijo Nick—. Siempre se daban sitio para moverse, para ser ellos mismos, pero cuando se juntaban te dabas cuenta de que en ese momento no había otro sitio donde quisieran estar. Era algo mágico.

—¡Nick, eres un romántico empedernido! —Hallie se volvió hacia él, encantada con sus palabras—. ¿Crees que tú y yo vamos a bailar así?

—No —su tono de voz fue firme, pero sus ojos la miraban con ternura mientras la tomaba entre sus brazos con suavidad—. Vamos a evitar bailar así a toda costa.

Bailaba de maravilla. Como si la hubiera tomado entre sus brazos cientos de veces antes y aún siguiera deleitándole el roce de su cuerpo. El roce de un muslo, las puntas de los dedos sobre la piel desnuda; era como un preludio, como el coqueteo y Nick era un maestro en ambas cosas. Fue culpa suya que Hallie se pegara a él cuando tocaron una balada lenta; culpa suya que ella bailara más despacio y que dejara que su cuerpo recordara la sensación de piel con piel y el placer que las manos y los labios de Nick podrían darle. Sus caricias eran las más maravillosas, pensaba con ensoñación, las caricias de un amante; y saboreó el momento y el hombre que se las estaba haciendo.

Podrían haber pasado quince minutos o tal vez cincuenta, cuando la música dejó de sonar y Nick se soltó de sus brazos.

—Estaba viviendo un momento como la Cenicienta del cuento —dijo Hallie con las mejillas encendidas mientras miraba a Nick con recelo—. Creo que tal vez me haya dejado llevar un poco.

—No pasa nada —suspiró Nick—. Me estoy empezando a acostumbrar. ¿Quieres salir al balcón?

Desde donde sin duda se podría contemplar el hermoso paisaje de Hong Kong de noche. Hallie acogió la distracción de buen grado.

—¿Ves a Jasmine y a Kai por algún sitio?

—Salieron de la pista hace media hora.

Hallie esperaba que aquello fuera una buena señal.

En el balcón había casi tanta gente como dentro en la sala. El aire era más fresco y Hallie agradeció la agradable brisa.

—¿Qué hora es? —Le preguntó a Nick.

—Las once y media. Ya no queda mucho.

Ciertamente. Quedaba muy poco para la medianoche. Hallie sonrió, pero su sonrisa era sólo superficial. Iba a dolerle decirle adiós a ese hombre dentro de dos días. Siempre había pensado que le dolería, pero hasta ese momento no se había dado cuenta de cuánto.

Y entonces el resonar de los tambores les llegó desde la sala y la gente se dio la vuelta para entrar, entre ellos Jasmine.

—La danza del león —dijo la joven, que agarró a Hallie del brazo sin dejar de avanzar junto con el resto del público.

—¿Qué tal tu baile? —Hallie se echó a reír al ver que Jasmine se ruborizaba—. ¿Dónde está Kai?

—Recuperándose —dijo Jasmine con picardía—. En realidad, se ha ido a la cocina. Ha dicho que iba a ver quién está trabajando en el servicio.

El sonido de los tambores se dulcificó y un magnífico león chino apareció, más grande y elaborado de lo que Hallie había visto jamás. Se pavoneó, rugió y estudió los postes que le habían colocado delante, cada par de ellos un poco más alto que el siguiente. El león desdeñó los más bajos, olisqueó el siguiente, rodeó el tercero y se sentó delante del cuarto. Se acicaló con pausa mientras estudiaba los postes más elevados, que eran más altos que Nick y entonces, con un rápido movimiento de la cola y un salto increíble, se montó sobre uno de ellos mientras resonaba el valiente acento de los tambores.

El color rojo estaba por todas partes: en los decorados, en los vestidos o en las chaquetas de los camareros que circulaban con un interminable suministro de bebidas y canapés. Los camareros. Hallie se quedó mirando a uno que se dirigía hacia ellos con una bandeja vacía en la mano. Su cara le resultaba muy conocida.

—Nick

Se soltó del brazo de Jasmine y le tiró de la manga. ¿Acaso no era aquél el camarero del restaurante, el que había servido el cangrejo envenenado al hombre de la mesa de al lado?

—¡Nick!

Pero Nick estaba ensimismado con el baile del león. Al momento el camarero estaba ya delante de ellos con la bandeja en una mano y la otra pegada al costado; en ella sostenía algo negro y pulido. Nick se dio la vuelta hacia ella en ese momento, pero era demasiado tarde para avisarlo. Si era una pistola, el camarero no fallaría el tiro. Así que Hallie hizo lo único que se le ocurrió. Se tiró encima del camarero y le hizo una especie de placaje, como se hacía en el rugby y los dos cayeron al suelo mientras la muchedumbre se apartaba de su lado apresuradamente. Nick trató de abrirse paso hasta ella. El camarero se levantó del suelo y se perdió entre el público, dejándose la bandeja y lo que fuera que llevaba en el suelo.

—¡Era el camarero del restaurante del cangrejo! —gritó Hallie—. Te estaba apuntando a ti —dijo sin aliento, mientras Nick la ayudaba a levantarse.

Kai estaba ya junto a ellos, dando órdenes por un móvil.

—¡Pensé que tenía una pistola!

—¿Te refieres a esto? —dijo Kai mientras recogía del suelo un pequeño cilindro.

Era un objeto negro de metal. Le había parecido el cañón de una pistola, pero no lo era. Ella levantó la vista hacia él para ver qué tal se estaba tomando aquel último detalle. Nada bien.

—Desde luego, me pareció una pistola —dijo con una sonrisa superficial—. Desde lejos.

—En realidad, es una especie de pistola —dijo Kai—. Esto dispensa dardos.

—¡Ah! —dijo Hallie—. Me alegra saberlo.

—¿Te has hecho daño? —le preguntó Nick con pesar.

Le dolía la cabeza y el brazo. Eran las doce menos cinco.

—¿Yo? Por supuesto que no.

Kai comprobó que todos estaban bien. Jasmine trataba de tranquilizar a los que se habían enfadado. Nick la miraba con cara seria.

—No puedo creer que te tiraras encima de él —dijo por fin—. ¿Es que no te importa tu propia seguridad? ¿En qué estabas pensando?

—Estaba pensando en ti —dijo ella enfadada—. ¡Creí que te iba a disparar! No podía quedarme allí mirando sin hacer nada.

—Esto perdonad —dijo Jasmine con timidez—. He pensado en ir a buscar a mi padre para llevaros a los dos a casa. Seguramente estará esperando en el balcón a que comiencen los fuegos.

—¿Y quién necesita salir? —dijo Hallie—. Ya han empezado aquí dentro.

Pero siguió a Jasmine y a Kai al balcón con Nick a su lado y se quedaron donde a Nick le pareció el mejor sitio, de espaldas a la pared.

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