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—También se ha dado un golpe en la cabeza —le dijo Nick a Jasmine.

Jasmine miró rápidamente a Hallie.

—Necesitamos una linterna —dijo firmemente—. Tengo que mirarle las pupilas para ver si las tiene dilatadas o no.

—Eso no me preocupa —protestó Hallie—. Estoy bien.

—No discutas —le dijo él—. Tan sólo deja que te lo mire —sonrió con pesar—. Al menos hazlo por mí.

—Eres igual que mis hermanos —gruñó ella.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Kai.

—Estaba intentando parar un taxi y me coloqué demasiado cerca de la calzada. Hallie tiró de mí para que no me cayera y nos caímos hacia atrás.

—Te empujaron —dijo Hallie, que se volvió a mirar a Kai—. Alguien le dio un empujón y casi lo atropella un taxi que venía a toda velocidad. Sólo vi a un hombre con una cazadora grande y una gorra, pero había un hombre mayor que dijo que le había visto la cara. Dijo que había sido un joven y que lo había hecho adrede.

—¿Te empujaron entonces? —dijo Kai.

—Alguien me empujó por detrás —respondió Nick—. Pero no sé si fue adrede o sin querer.

Hallie lo miró con expresión de desafío.

—Si fue sin querer, ¿por qué no se quedó para ayudarte?

—A lo mejor le dio miedo hacerlo.

—¿Sabéis el nombre del hombre mayor? —preguntó Kai.

—No se me ocurrió que fuera necesario —dijo Nick—. ¿Por qué?

—Fui al hospital a ver qué pasaba con el hombre que se puso enfermo en el restaurante. Está en coma. Los médicos sospechan que fue envenenado. Llevé la carne de cangrejo a un laboratorio privado para que la analizaran, pero hasta el momento los tests no han dado ningún resultado. Si no contiene veneno es extraño —Kai hizo una pausa—. Hay otro dato inquietante relacionado con el incidente de anoche —dijo en voz baja—. La bandeja no iba destinada a esa mesa, sino a la nuestra. Y si es lo que yo sospecho y sólo la primera ración de cangrejo está envenenada, eso quiere decir que era para ti, Nick.

—¿Cómo? ¿Quieres decir que alguien está tratando de matarme? —dijo con incredulidad—. ¿Lo dices en serio?

—Yo siempre hablo en serio —dijo Kai—. Dime si todavía quieres asistir a la fiesta de esta noche y contrataré unos guardaespaldas.

Nick se había tomado muy bien la noticia de que alguien estaba intentando matarlo, pensaba Hallie mientras observaba cómo se paseaba de un lado al otro de la habitación de invitados un rato después.

—¿Tienes idea de quién podría querer matarte? —le preguntó ella pensativamente.

—No.

—Tal vez sea alguien que no quiere que te asocies con John. A lo mejor han inventando un juego como los tuyos y la entrada de tus productos en el mercado no les resulte muy adecuada.

—Hallie —empezó a decir en tono de advertencia.

—O podría ser un distribuidor resentido que no pudo conseguir tu negocio —dijo—. ¿A cuántos rechazaste antes de decidirte por Empresas Tey?

Nick volteó los ojos.

—A unos pocos, pero de verdad no creo que

—También podría ser una mujer despreciada. Sí, es una idea. Estoy segura de que de ésas tienes muchas.

—Yo no he despreciado nunca a nadie —le soltó—. Sólo

—¿Sólo abandonas?

—Sí y ya que estamos hablando de eso, voy a rescindir tu contrato. Te mando de vuelta a casa.

—¿Ah, sí? —Hallie se dijo que debía mantener la calma, sobre todo en esos momentos—. ¿Y a santo de qué?

—No quiero que te veas implicada en esta situación. Quiero que regreses a casa para no correr más peligro.

Desde luego era igual que sus hermanos. ¡Qué lástima! Con las esperanzas que había puesto en él

—¿Qué hay de lo que dijiste de que estamos en esto juntos, como iguales?

—Ha dejado de tener validez en cuanto me he enterado de que alguien quiere quitarme de en medio. Tú no firmaste para esto, Hallie. No quiero meterte en un lío semejante.

—Quiero quedarme a ayudar —dijo ella con obstinación.

—No —respondió él con la misma cabezonería—. No puedes ayudar con esto.

—Pues hoy lo he hecho.

—¡Sí y mira como has acabado! ¡Con un codo medio destrozado y una contusión en la cabeza!

—No tengo ninguna contusión en la cabeza —le dijo ella con indignación—. Tan sólo me he dado un golpe normal.

—Mira —su expresión se suavizó—. Me salvaste la vida hoy; no creas que no lo aprecio, pero no quiero que vuelvas a sufrir ningún daño. Sobre todo por culpa mía.

—Bien —Hallie hizo un gesto con la mano hacia el teléfono—. Reserva el billete de avión.

Cinco minutos después Nick colgaba el teléfono con frustración:

—Sabías que no habría plazas disponibles —le dijo en tono de acusación.

—Por supuesto que lo sabía. Es el Año Nuevo chino. Todo el mundo viaja para visitar a sus familiares. Me apuesto a que no se pueden conseguir billetes al Reino Unido antes de los que ya tenemos.

La expresión ceñuda de Nick le dijo que tenía razón.

—Anímate, Nick —continuó ella—. No es para tanto. Es a ti a quien quieren matar, no a mí. Seguramente no corro ningún peligro.

—Si tuviera sentido común, llamaría a uno de tus hermanos para que viniera a por ti.

—Bueno, podrías —dijo con duda—. Pero entonces sí que serías un hombre muerto —miró su reloj y gimió—. ¿Qué vas a hacer con la fiesta? ¿Quieres ir? Porque si es así, vamos a tener que empezar a arreglarnos.

—¿Quieres ir tú?

Hallie se encogió de hombros. Quería ir a la fiesta. Tenía muchísimas ganas. Pero no si ello iba a poner a Nick en peligro. Le tocaba a él decidir.

—Seguramente estamos sacando conclusiones precipitadas al pensar que alguien está intentando matarme —dijo finalmente.

—Es cierto.

—Kai ha dicho que llevaré más seguridad. ¡Y no pienso dejar de vivir antes de morirme!

Le gustaba su actitud; le gustaba mucho.

—¿Entonces, vamos?—dijo Hallie.

—Sí —dijo Nick—. Vamos a ir.

Hallie se duchó rápidamente y se puso una bata prestada para ir a la habitación de Jasmine a que la peinara y a darle el perfume. Cuando volvió encontró a Nick ya vestido de fiesta, un apuesto rompecorazones con un elegante esmoquin negro que parecía hecho a medida y que seguramente lo sería. Debería haber sido más inmune a su aspecto, algo que deseaba con desesperación, pero la combinación de pelo negro, traje negro y camisa blanca como la nieve la dejó sin respiración. Entonces él habló y se rompió el hechizo.

—¿No deberías vestirte ya? —dijo Nick.

—Sigue hablando —dijo Hallie mientras sacaba el vestido del ropero de camino al baño—. Ya verás como estoy lista antes de que termines de decirme la descortesía que supondría que llegáramos tarde. Pero no va a ser así.

Dejó la puerta del baño entreabierta para oír lo que decía Nick.

—Te doy cinco minutos —le advirtió él.

Pero como ya estaba maquillada, sólo necesitó dos. Después del vestido se puso unos bonitos zapatos de tacón de aguja que añadían un par de centímetros más a su estatura. Luego se puso un poco del perfume que Nick le había regalado y finalmente un chal de seda color ámbar, un tono más claro que su vestido de noche.

Le quedaba un minuto. Suficiente para ver si a Nick le gustaba cómo iba vestida la esposa del empresario. Entró en el dormitorio con gesto regio y lo vio, de pie junto a la ventana, tratando de mostrarse paciente.

—Estoy lista—dijo ella.

Él se dio la vuelta y la miró de arriba abajo; la apreciación masculina en sus ojos resultó inmensamente gratificante.

—Estás muy bella —murmuró él—. Pero no estás lista.

—¿No?

—Te has olvidado de ponerte las joyas.

Tenías los anillos puestos.

—Espero que no te refieras al reloj que me has comprado hoy.

Nick señaló un estuche gris que había sobre un mostrador.

—¡Ah! Te refieres a esas joyas.

Las que no había visto y que él había elegido sin ella.

—Me había olvidado de eso.

—¿Te habías olvidado? —Nick parecía incrédulo.

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