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Fue suficiente para que a ella se le escapara un gemido de deseo, para que arqueara inconscientemente su cuerpo hacia él, mientras la tensión se apoderaba de su cuerpo y Nick lo sabía.

—Basta —gimió Nick—. No me dejes seguir, Hallie. No vamos a hacerlo. Tengo demasiado trabajo.

—Entonces ve a hacerlo —le susurró ella, cerrando los ojos con fuerza como si tal vez, sólo tal vez, podría resistirse mejor a él si no lo veía.

Tardó mucho en quedarse dormida; cosa que ocurrió mucho después de que Nick se metiera en la cama.

Hallie se despertó a la mañana siguiente acurrucada junto a Nick, con la cabeza apoyada en su hombro y la mano en la cintura. Se quedó totalmente quieta, tratando de idear la mejor manera de apartarse de él, mientras su cuerpo respondía de otro modo, claramente a gusto en el sitio donde estaba. El caso era que ella y Nick habían decidido que hacer el amor quedaba descartado y desde luego iban a tener que hacer un esfuerzo conjunto para poner en práctica esa decisión. Si alguno de ellos se mostraba débil, los dos estarían perdidos; no tenía más.

Hallie contuvo la respiración mientras retiraba la mano de la cintura de Nick con el fin de apartarse de él despacio, mientras lo miraba a la cara al mismo tiempo para ver si se despertaba. Pero Nick dormía profundamente. Entre las ojeras, que le daban un aspecto vulnerable y la pelusilla de dos días, Nick daba un poco de miedo. La fuerza de su expresión la atraía a pesar de la resistencia que ella ponía.

Porque no eran ni su cuerpo ni su cara lo que más la atraían, aunque ambos fueran preciosos. No, era algo mucho más intrínseco, algo que le llegaba al alma. Algo que la hacía temblar. Se retiró un poco y tocó el borde de la cama con los dedos de los pies. Casi había llegado. Un pie en el suelo y después el otro hasta ponerse de pie. Misión cumplida.

Pero se había llevado la sábana consigo, lo cual la dejaba con un problema nuevo. Tapar a Nick otra vez, o no taparlo. No parecía que tuviera frío. Se fijó en su pecho gloriosamente esculpido y vio que no tenía carne de gallina. Entonces cometió el error de bajar la mirada y al ver el sustancioso bulto bajo la tela elástica de los boxers, tragó saliva con dificultad. Qué más daba si tenía o no frío; ella necesitaba taparlo enseguida. Agarró la sábana y estaba a punto de colocársela sobre el cuerpo cuando un sexto sentido le hizo mirarlo a la cara.

Estaba despierto, mirándola todo el tiempo con los ojos entrecerrados, con una sonrisa en los labios y una invitación en la mirada que le resultó prácticamente irresistible.

—¿Vas a algún sitio? —dijo él.

Hallie dejó la sábana y retrocedió rápidamente, casi cayéndose al hacerlo.

—Yo ah, se me ocurrió levantarme temprano para ver si Jasmine quiere que le eche una mano con las preparaciones para Nochevieja.

Nick sonrió de oreja a oreja.

—Es buen detalle —dijo él.

—Sí, bueno, hay cosas que hacer.

Hallie sonrió de oreja a oreja; el corazón le latía muy deprisa y sintió un cosquilleo en la piel al oír su voz ronca y adormilada. Entonces echó una última mirada hacia aquel hombre tan viril que se encontraba tumbado sobre la cama, antes de meterse corriendo por miedo a que la tentadora sonrisa de Nick Cooper la embaucara.

Como Nick y John se habían ido a la oficina del último y Kai estaba fuera arreglando lo del análisis de la carne de cangrejo, Hallie y Jasmine se pusieron a trabajar en serio en la decoración de la casa para el Año Nuevo. Había naranjas que colocar en pequeñas pirámides con incienso a ambos lados como ofrenda a los antepasados, preciosos sobres rojos para meter billetes nuevos que regalarle a amigos y parientes y exquisitos farolillos de papel para iluminar la terraza cuando cayera la noche. Había grano para ofrecérselo al Gallo ya que era su año y había que darle un buen recibimiento. Había que consultar el horóscopo, que pintarse las uñas de un brillante color rojo y contratar los servicios de una peluquera para que las peinara a última hora de la tarde.

Dejaron los vestidos para el último momento. La elección de Hallie era sencilla, puesto que había decidido ponerse el vestido dorado. Jasmine tenía más donde elegir, pero llegado el almuerzo estaban entre dos: un vestido de seda azul noche hasta los pies y un vestido sin hombreras color burdeos con detalles dorados en el corpiño. Los dos eran preciosos. Ninguna de las dos sabía por cuál decidirse.

Kai volvió a la hora del almuerzo. Parecía demasiado callado, incluso para su costumbre. Después de almorzar, lavar los platos y recoger la cocina, Kai habló.

—¿Puedo hablar contigo a solas? —le preguntó a Jasmine.

—¿Se trata de la carne de cangrejo? —Jasmine lo miró con curiosidad.

—No.

Hallie vio que se metían en el despacho de John con un insidioso presentimiento. Parecía como si Kai tuviera muchas cosas en la cabeza. Salió en el Mercedes unos veinte minutos después y Hallie encontró a Jasmine junto a la ventana, con los ojos llenos de lágrimas.

—Se va al continente la semana que viene y no va a regresar —dijo la joven meneando la cabeza—. Nunca pensé que se marchara de verdad.

—¡Oh, Jasmine!

—No quiero que se marche —Jasmine hizo una pausa—. Pensaba que sí, pero no quiero.

La chica estaba llorando de verdad. Agachó la cabeza y entonces la brillante melena lisa ocultó la desazón de su rostro.

—Pensaba que te sentías atrapada —dijo Hallie con suavidad—. Que querías ser independiente.

—Quiero a Kai.

—Porque siempre ha estado ahí para ti. Porque es seguro.

—¡No! No es sólo por eso —sollozó—. Pensaba que me amaba.

Y era ella la que le había metido esa idea en la cabeza, pensaba Hallie mientras se reprendía para sus adentros por hacerlo. Había estado pensando en Jasmine y en Kai y en la situación en la que estaban los dos; pensando que no les iría mal pasar algún tiempo separados.

—Piénsalo desde el punto de vista de Kai —urgió a la joven—. Aunque te ame de verdad, ha sido tu protector durante casi diez años ya. Sabe muy bien que no sería justo por su parte cargarte con sus sentimientos. Sobre todo cuando tú no has tenido la oportunidad de descubrir quién eres y lo que quieres.

—Sé quién soy —dijo Jasmine con su callada certidumbre—. Y ahora sé que quiero a Kai.

—Tal vez sea cierto. ¿Pero no preferirías acercarte a él como igual? ¿Como una mujer a la que amar y respetar en lugar de como la chica que él sienta que tiene que vigilar?

Jasmine se quedó en silencio. Finalmente, levantó la cabeza y se volvió a mirar a Hallie, esa vez con incertidumbre más que con desolación en la mirada.

—Por supuesto que sí.

—Entonces tal vez esto sea para mejor —dijo Hallie en tono suave—. Para empezar yo pienso que eres una mujer muy afortunada. ¿Qué más podrías querer que el amor de un bello guerrero que sabe lo que necesitas y está dispuesto a dártelo incluso si ello significa perderte? ¿Es que no lo ves?

Hallie le retiró de la cara un mechón de cabello que se le había pegado a la llorosa mejilla.

—Te está dejando libre.

Dos horas después, tras darse Jasmine una ducha y tomarse las dos una taza de té, estaban de nuevo delante de los dos vestidos que colgaban de la puerta del ropero de Jasmine.

—Pongamos un año —dijo Jasmine pensativamente.

—O dos.

—No creo que pueda esperar tanto tiempo.

—Yo no he dicho que no puedas verlo —dijo Hallie—. Y desde luego no te he dicho que no puedas darle algo para que te recuerde. ¿Vendrá a la fiesta?

—No lo sé —dijo Jasmine—. Hay una entrada para él.

—Creo que el vestido azul será mejor. El escote es más modesto, es lo que Kai esperará, pero después, cuando te des la vuelta y se vea toda la espalda ¿Cómo piensas peinarte?

—Con un recogido —dijo Jasmine.

—Perfecto. ¿Y alguna joya?

Jasmine se acercó a un pequeño joyero de madera y sacó una cadena de plata tan fina que apenas se veía. De ella colgaba una perla en forma de lágrima un poco más clara que el tono de su piel.

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