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Otro camarero apareció por una puerta con una bandeja de humeante cangrejo en la mano y se abrió paso hacia su mesa; pero en el último momento dio la vuelta para dejarle la bandeja a la gente que había llegado después que ellos y a quienes habían sentado en la mesa pegajosa.

—¡Caramba! —murmuró ella—. Tan cerca y tan lejos al mismo tiempo.

—No eres una chica de medias tintas, ¿verdad? —Nick la miró con resignación.

—Esto no. ¿Hay algún problema con eso?

—No exactamente.

Hallie se puso a observar la actividad en la mesa contigua, mientras el camarero servía con habilidad casi todo el cangrejo a un europeo de pelo moreno y después distribuía otros pedazos del cangrejo entre sus acompañantes asiáticos.

—La primera porción siempre se la sirven al invitado de honor —dijo Jasmine, notando su preocupación—. Es la mejor.

Hallie asintió. La china era una de las culturas más extendidas y más populares en todo el mundo y la fuerza no tenía nada que ver con ella. ¿Por qué utilizar la fuerza cuando la adulación y la perspicacia para los negocios funcionaban mejor? Sólo que esa vez la adulación no parecía estar funcionando nada bien. El europeo de pelo negro había empezado a emitir sonidos extraños, como si se estuviera asfixiando y se le estaba poniendo la cara morada. Se agarraba la garganta con las dos manos y le lloraban los ojos.

—¿Pero tan picante está el cangrejo? —le susurró a Jasmine.

—No tanto —respondió Jasmine en el mismo tono.

En ese mismo momento el hombre se cayó hacia delante, echando espuma por la boca, la silla se tambaleó y el hombre cayó al suelo y derribó con su peso una tina llena de cangrejos.

El resto fue un auténtico caos. Algunos comensales se levantaron y salieron de allí corriendo. Los cangrejos se escabullían, algunos con las pinzas atadas y otos chasqueando con las pinzas. Nick se agachó junto al hombre que se había caído y Kai también. John Tey estaba gritando órdenes por el móvil; y los cangrejos los cangrejos continuaban escapándose en todas las direcciones.

—Subid los pies —dijo John en voz alta.

Ni ella ni Jasmine vacilaron ni un momento, por muy poco femenino que resultara. Jasmine se inclinó hacia delante y balanceó el palillo delante de un cangrejo. Cuando el animal lo atrapó con una de sus pinzas, Jasmine levantó el cangrejo y lo echó otra vez en uno de los cubos.

—No vuelvas a hacer eso —le dijo su padre.

Jasmine sonrió.

Bajó el personal de la cocina; el cocinero del mandil protestaba diciendo que aquello no era culpa suya, mientras los ayudantes de cocina atrapaban con habilidad a los cangrejos y los volvían a echar en los cubos.

Cuando llegó el personal de la ambulancia, un grupo de gente rodeaba al hombre caído en el suelo. Hallie vio cómo lo tumbaban sobre una camilla y se lo llevaban rápidamente en la ambulancia, que se alejó de allí con el ruido de la sirena. Su aspecto no era nada bueno; para ser sincera, le había parecido como si estuviera muerto.

—Seguramente habrá sido una reacción al marisco o algo así —murmuró Jasmine mientras se mordía el labio inferior.

—Sí —Hallie le tomó la mano a la joven.

Observó que con mucha naturalidad Kai retiraba un pedazo de cangrejo del plato de la víctima, lo envolvía en una servilleta y seguidamente se lo guardaba en el bolsillo. Hizo lo mismo con una pata que estaba en otro plato de la misma mesa.

—¿Crees que las va a enviar a que las analicen?

—Eso creo —respondió Jasmine sin dejar de mirar a Kai, que en ese momento se acercaba a ellas.

—¿Qué? —dijo Kai mientras miraba a Jasmine con recelo.

—Ve a lavarte las manos, Kai.

Capítulo 6

Después del incidente, a todos se les quitó el apetito. Por lo menos no querían comer cangrejo. La sugerencia de John de que volvieran a casa a comer recibió la aprobación instantánea de todos, aunque Jasmine parecía algo asustada.

—¿Tenemos que pasar por el supermercado de camino a casa? —le susurró Hallie mientras se dirigían al muelle donde partía el ferry.

Sus hermanos eran capaces de limpiar una cocina llena de comida en menos de dos días; sabía lo que era que a uno le pidieran que cocinara algo rico con los armarios prácticamente vacíos.

—Tengo tallarines —susurró Jasmine—. Pero no puedo dar tallarines a unos invitados.

—Pues claro que sí —respondió Hallie—. A Nick le encantan los tallarines —y si no le gustaban, se los comería de todos modos—. ¿Puedo ayudarte a prepararlos?

—A mi padre le daría un ataque si así fuera —dijo Jasmine.

—Entonces me lo tomo como un «» —Hallie sonrió—. Déjamelo a mí.

En diez minutos llegaron a la mansión de los Tey.

—Jasmine va a darme lecciones de cocina —le dijo Hallie a John alegremente cuando entraban—. Me va a enseñar a preparar tallarines fritos. Es uno de los platos favoritos de Nick.

Y así terminaron todos en la cocina; John preparando las bebidas para todos, Jasmine buscando en el frigorífico y Kai poniendo una olla con agua a cocer sobre la cocina de gas.

—¿Qué estáis haciendo ahora? —preguntó Nick, llevándosela aparte un momento.

—John está avergonzado por el incidente del restaurante —le susurró ella—. Estoy tratando de evitar un desastre.

—¿Cenando en su cocina? Él es de la vieja escuela, Hallie. Seguramente piensa que éste es el desastre.

—Vamos a disfrutar de una cena sencilla en un entorno familiar y agradable —dijo Hallie con firmeza—. Pero John Tey no se va a relajar hasta que no lo hagas tú. Confía en mí, será divertido.

Minutos después, Nick decidió que Hallie tenía razón. La informalidad de la cocina y las distintas tareas destinadas a la preparación de la comida contribuyeron a disipar el ambiente sombrío que había imperado desde lo ocurrido en el restaurante. La manera de actuar de Hallie no era precisamente la que él hubiera esperado de la esposa de un ejecutivo. Observó que Hallie le preguntaba a Kai sobre el tipo de aceite que utilizaba y la pasta que añadía, vio cómo Kai cortaba el jengibre en finas lonchas a toda velocidad. También se fijó en que Jasmine mostraba una habilidad similar cortando los brotes de bambú; y después la mueca de pesar de la joven cuando Hallie le pidió que le explicara cómo era capaz de cortarlo así de deprisa.

—¿Así que ésta es la receta tradicional de los tallarines? —quiso saber Hallie.

—No del todo —dijo Jasmine, disimulando su sonrisa con un sorbo de vino—. Esta receta es de tallarines con lo que uno se encuentre en el frigorífico. Nosotros la hacemos a menudo.

Kai la miró con mala cara.

—Bueno, sí que la hacemos —dijo Jasmine.

—Pues yo también la voy a hacer —declaró Hallie.

Kai negó con la cabeza.

—Tu esposa es una mujer encantadora —dijo John, que estaba a su lado—. Me alegro mucho de que te haya acompañado en este viaje.

Nick asintió con timidez. No le gustaba mentirle al hombre sobre su estado civil. Ya conocía un poco a su futuro socio y pensó que seguramente el hombre habría entendido la mentirijilla que había tenido que decir para no hacerle daño a Jasmine. Y Jasmine, según le había dicho Hallie, no habría sufrido desamor alguno. Sólo habría tenido que ser sincero con los dos y el problema habría quedado resuelto. Pero ya era demasiado tarde para echarse atrás, sobre todo porque si descubría el pastel perdería la confianza de John.

—Mi hija es a menudo reservada con las personas a las que acaba de conocer, pero no con Hallie —observó John—. Tu esposa tiene la habilidad de hacer que los demás se sientan cómodos; los hace sonreír por dentro. Es un don muy raro.

Ciertamente lo era. Nick sólo deseaba que él fuera inmune a ello; que no lo era.

En lo que se le antojó muy poco tiempo, las verduras se estaban friendo en la sartén redonda y profunda y los tallarines hirviendo en la cazuela. Hallie lo miró y al ver que él también la estaba mirando, le echó una sonrisa de conspiración que lo conmovió antes de acercarse a donde John y él charlaban.

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