- Y fueron sobre todo las cosas pequeñas. Como su manera de cantar en la ducha. Vamos, a mí que alguien cante no me molesta, pero ¿la misma canción cada día del año? Y además no estaba dispuesta a ensanchar sus horizontes. No le interesaban los viajes ni las mismas cosas que a mí.. . Una vez me compré un libro de fotografía de William Eggleston. Pensé que tal vez podríamos comentarlo. Pero ella se limitó a hojearlo sin interés.. .
De repente, parece acordarse de Marie, que tiene la cara casi agarrotada por el esfuerzo de escucharlo educadamente.
- Joder. ¡Perdona, Marie! -Se restriega la cara con las manos-. No entiendo por qué sigue viniéndome a la cabeza. Hablemos de otra cosa.
- Sí, eso. -Marie esboza una sonrisa forzada-. Iba a hablarte de mi clienta, esa tan exigente de Seattle, ¿te acuerdas?
- ¡Claro que me acuerdo! -Alarga la mano hacia la copa de vino, pero parece arrepentirse y toma la de agua con gas.
- ¿Sopa? Disculpe, señorita. ¿Ha pedido sopa? ¿Perdone?
Me vuelvo y veo a un camarero que sostiene una bandeja con la sopa y una cesta de pan. A saber cuánto tiempo lleva ahí tratando de llamar mi atención.
- Sí, gracias.
Me coloca el plato delante y yo cojo la cuchara de modo maquinal, pero no puedo comer. Estoy demasiado pasmada por las revelaciones de Josh. ¿Cómo es posible que se sintiera así y nunca me lo dijese? Si le molestaba mi modo de cantar, ¿por qué no lo decía? Y en cuanto al libro de fotografía, ¡yo creía que lo había comprado para él! ¡No para mí! ¿Cómo se suponía que iba a saber que le daba tanta importancia?
- ¡Bueno! -Sadie vuelve a mi mesa y se sienta delante-. Ha sido interesante. Ahora ya sabes por qué se estropeó la cosa. Estoy de acuerdo en lo del canto -añade-. Desafinas mucho.
¿Es que no conoce la compasión?
- Muchas gracias. -Contemplo malhumorada la sopa-. ¿Sabes qué es lo peor? Que nunca me dijo nada de todo eso. ¡Nada! ¡Yo podría haberlo arreglado! Lo habría arreglado, tenlo por seguro. -Empiezo a desmenuzar el pan-. Si me hubiera dado una oportunidad.. .
- ¿Podemos irnos ya?
- ¡No! Aún no hemos terminado. -Inspiro hondo-. Ve y pregúntale qué le gustaba de mí.
- ¿Qué le gustaba de ti? ¿Estás segura de que le gustaba algo?
- ¡Sí! -siseo indignada-. ¡Claro que sí! ¡Venga!
Abre la boca como para replicar, pero luego se encoge de hombros y cruza otra vez el restaurante. Me ajusto el auricular y miro a Josh. Está tomando vino y picando aceitunas con un pincho metálico, mientras Marie habla muy concentrada.
- .. . tres años es mucho tiempo. -Su voz cantarina me llega a pesar de los zumbidos e interferencias-. Y sí, fue duro terminar, pero él no era la persona adecuada. Nunca lo he lamentado ni he mirado atrás. Lo que quiero decirte es que las relaciones se acaban y que uno tiene que seguir adelante. -Bebe vino-. ¿Entiendes lo que digo?
Josh asiente de un modo maquinal, pero no la escucha. Tiene una expresión aturdida y no para de apartar la cabeza de Sadie, que le grita al oído:
- ¿Qué te gustaba de Lara? ¡Dilo! ¡Dilo!
- Me encantaba la energía que irradiaba -dice de pronto-. Y también su lado estrafalario. Siempre llevaba algún collar curioso, o un lápiz metido en el pelo, cosas así.. . Y realmente era agradecida. Otras chicas, cuando tienes un detalle con ellas, se lo toman como si tuvieras la obligación de hacerlo. Ella no. Es una chica muy dulce. Refrescante.
- ¿Otra vez tu antigua novia? -Hay un tonillo acerado en la voz de Marie que incluso a mí me sobresalta.
Josh parece volver en sí.
- ¡Mierda! No sé qué me pasa, Marie. No comprendo por qué estoy pensando en ella. -Se frota la frente con un aire tan flipado que casi lo compadezco.
- Si quieres mi opinión, aún sigues obsesionado -le dice Marie secamente.
- ¿Cómo? -Josh suelta una carcajada-. ¿Obsesionado yo? ¡Si ni siquiera siento interés por ella!
- Entonces, ¿por qué me cuentas lo maravillosa que era? -Miro absorta a Marie, que arroja la servilleta, echa la silla atrás y se pone en pie-. ¡Llámame cuando la hayas olvidado!
- ¡Ya la he olvidado! ¡Esto es absurdo, joder! No había pensado en ella hasta hoy mismo. -Se incorpora también, tratando de retener a Marie-. Escúchame. Lara y yo tuvimos una relación. Estuvo bien, pero no fue fantástica. Y luego se acabó. Punto.
Ella menea la cabeza.
- Y por eso la sacas cada cinco minutos en la conversación.
- ¡No es verdad! -casi grita de frustración y la gente de las mesas vecinas lo mira-. ¡Normalmente no! ¡No había hablado ni pensado en ella desde hace semanas! ¡No sé qué cono me pasa hoy!
- Necesitas aclararte -replica Marie, no sin cierta amabilidad, y coge su bolso-. Nos vemos, Josh.
Mientras ella se aleja entre las mesas, Josh vuelve a desplomarse en su silla, hecho polvo. Es curioso: está más bueno así, contrariado, que cuando se encuentra de buen humor. Me las arreglo para reprimir el impulso de correr a su lado para abrazarlo y decirle que, de todos modos, no le convenía salir con una chica tan rígida y estereotipada, tan de anuncio de dentífrico.
- ¿Satisfecha? -dice Sadie, volviendo a mi lado-. Has arruinado lo que podría haber sido un gran amor. Pensaba que eso iba contra tu credo.
- Eso no era amor verdadero -respondo.
- ¿Cómo lo sabes?
- Porque lo sé. Calla.
Observamos en silencio cómo Josh paga la cuenta y recoge su chaqueta. Tiene la mandíbula apretada y su aire despreocupado se ha desvanecido. Siento una punzada de culpa, pero me obligo a dominarme. Estoy segura de que hago lo correcto. No sólo por mí, sino por él. Yo puedo lograr que las cosas funcionen entre nosotros. Estoy segura.
- ¡Termina de comer! ¡Rápido! -Sadie me arranca de mi ensueño-. Hemos de volver a casa. Debes empezar a prepararte.
- ¿Para qué?
- ¡Para nuestra cita!
Ay, Dios. La cita.
- ¡Faltan seis horas! -protesto-. Y sólo vamos a tomar una copa. No hay prisa.
- A mí me llevaba todo el día prepararme para una fiesta. -Me lanza una mirada acusadora-. Esta cita es mía. Y tú me vas a representar. Así que tienes que estar divina.
- Estaré lo más divina que pueda, ¿vale? -Tomo una cucharada de sopa.
- Pero si ni siquiera has escogido un vestido. -Da saltitos de impaciencia-. ¡Y ya son las dos! Debemos irnos. ¡Ahora!
Por Dios.
- Vale. Lo que tú digas. -Aparto la sopa. De todos modos, ya se ha enfriado-. Vamos.
Durante todo el trayecto a casa, permanezco sumida en mis pensamientos. Josh es vulnerable. Está confuso. Es el momento ideal para reavivar nuestro amor. Pero tengo que utilizar lo que he descubierto. He de cambiarme a mí misma.
Continúo repasando obsesivamente lo que ha dicho y procurando recordar cada detalle. Cada vez que me tropiezo con una frase en particular, me sonrojo y hago una mueca. «Estuvo bien, pero no fue fantástico.»
Ahora está todo clarísimo. Nuestra relación no fue fantástica porque él no fue sincero. No me dijo nada de esas irritantes menudencias. Y todas sumadas se le hicieron una montaña. Por eso me dio calabazas.
No importa. Ahora que sé cuáles son los problemas, podré resolverlos. ¡Todos! He ideado un plan de acción y lo primero que voy a hacer es ordenar el baño. En cuanto llegamos a mi apartamento, me dispongo a poner manos a la obra, llena de optimismo. Pero Sadie se interpone en mi camino.
- ¿Qué piensas ponerte esta noche? -me dice-. Enséñamelo.
- Luego. -Trato de esquivarla.
- ¡Ahora!
Por favor, qué pesada.
- ¡De acuerdo! -Voy al dormitorio y abro de un tirón la cortina que oculta mi guardarropa-. ¿Qué opinas? ¿Esto, por ejemplo? -Saco al azar una falda larga y un top de estilo corsé (una edición limitada de Topshop)-. Y tal vez unos zapatos con suela de cuña.. .
- ¿Un corsé? -Me mira como si le hubiese mostrado las tripas de un cerdo-. ¿Y una falda larga?