A ella.
Es rubia. Bastante flacucha, con unos pantalones pirata y uno de esos tops sin mangas, de un blanco impecable, que llevan las chicas en los anuncios de yogures bajos en calorías o de dentífricos. El tipo de top que sólo puedes ponerte si sabes planchar muy bien, cosa que demuestra lo aburrida que ha de ser. Tiene los brazos bronceados y mechas claras en el pelo, como si acabase de volver de vacaciones.
Al detener mi mirada en Josh se me encoge el estómago. Es.. . Josh. El mismo pelo lacio y rubio, la misma sonrisa torcida y algo boba mientras saluda al maître, los mismos tejanos descoloridos, las mismas zapatillas de lona (de una marca japonesa de moda que nunca he logrado pronunciar), la misma camisa.. .
Un momento. Lo miro con incredulidad. Es la camisa que le regalé por su cumpleaños.
¿Cómo es capaz? ¿Es que no tiene corazón? Lleva mi camisa. En nuestro restaurante. Y sonríe a esa chica como si sólo ella existiera. Ahora la coge del brazo y le susurra un chiste que debe de ser graciosísimo, porque ella echa la cabeza atrás y suelta una carcajada con su inmaculada dentadura de anuncio.
- Hacen muy buena pareja -me dice Sadie al oído.
- Qué va -mascullo-. Estate calladita.
El maître los acompaña a la mesa de la ventana. Con la cabeza gacha, meto la mano en el bolsillo y enciendo el control remoto del micrófono. El sonido me llega amortiguado y plagado de zumbidos, pero alcanzo a oír la voz de Josh.
- .. . no prestaba ninguna atención. Y claro, resulta que el maldito GPS me había enviado a una Notre Dame distinta. -Le dedica una sonrisa encantadora y ella suelta una risita.
Me pongo hecha una furia. ¡Esa anécdota es nuestra! ¡Nos pasó a nosotros! Fuimos a parar a otra Notre Dame en París y no vimos la auténtica. ¿Se le ha olvidado que iba conmigo? ¿Me está borrando de su biografía?
- A él se lo ve muy feliz, ¿no crees? -observa Sadie.
- ¡En absoluto! -La taladro con una mirada venenosa-. Está haciendo una negación brutal.
Acaban de pedir una botella de vino. Fantástico. Ahora tendré que mirar cómo se ponen piripis. Tomo unas aceitunas y mastico desconsolada. Sadie se ha deslizado en la silla de enfrente y me observa con una pizca de compasión.
- Te lo advertí: nunca te pongas pegajosa.
- ¡No soy una pegajosa! Sólo trato de.. . de comprenderlo. -Hago girar la copa de vino-. ¡Terminamos demasiado abruptamente! Me sacó sin más de su vida. Yo quería luchar por nuestra relación, ¿entiendes? Quería hablarlo todo. ¿Se trataba del tema del compromiso? ¿O había otra cosa? Pero él se negó. No me dio la oportunidad.
Le echo una ojeada a Josh, que le sonríe a Marie mientras el camarero descorcha la botella. Podría estar contemplando nuestra primera cita. Fue exactamente igual: todo sonrisas y anécdotas divertidas y copas de vino. ¿Qué fue lo que falló? ¿Cómo es que he terminado en un rincón, espiándolo con un micrófono?
Y entonces se me ocurre la solución. Me inclino hacia Sadie.
- Ve y pregúntale.
- ¿Preguntarle qué?
- Qué fue lo que falló. Pregúntale qué tengo yo de malo. Oblígalo a hablar, como hiciste con Ed Harrison. Así me enteraré.
- ¡No puedo hacerlo!
- ¡Claro que puedes! ¡Métete en su mente! ¡Oblígalo a hablar! Es la única manera que tengo de.. . -Me interrumpo porque se acerca la camarera para tomar nota.
- Hola. Me gustaría tomar.. . eh.. . una sopa. Gracias.
Mientras la chica se aleja, miro suplicante a Sadie.
- Por favor. He llegado hasta aquí, he hecho todo el esfuerzo.. .
Se hace un silencio y pone los ojos en blanco.
- Vaaaale, de acuerdo.
Se volatiliza y una fracción de segundo más tarde reaparece junto a la mesa de Josh. Observo con el corazón desbocado. Me ajusto el auricular sin hacer caso del zumbido de fondo y oigo el vaivén de las risas de Marie, que acaba de contarle una anécdota muy graciosa, por lo visto. Tiene un leve acento irlandés. Echo otro vistazo y veo que Josh le llena la copa.
- Por lo que veo -le dice-, pasaste una infancia increíble. Tienes que contarme más cosas.
- ¿Qué quieres saber? -responde ella con sus risitas, partiendo un trozo de pan. Pero sin metérselo en la boca, advierto.
- Todo.
- Podría resultar muy largo.
- No tengo prisa -responde Josh con voz un poco ronca.
Miro horrorizada. Están justo en ese escalofrío total, cuando se encuentran las miradas. Ahora él le cogerá la mano, o algo peor. ¿A qué espera Sadie?
- Bueno, nací en Dublín -arranca ella, sin dejar de sonreír-. La tercera de tres hermanos.
- ¡¿Por qué rompiste con Lara?!
El chillido de Sadie en el auricular casi me hace dar un bote. Me ha pillado desprevenida.
Josh la ha oído, se lo noto en la cara. Su mano se ha detenido en el aire mientras servía el agua con gas.
- Mis dos hermanos me atormentaron durante toda mi infancia -prosigue Marie, sin advertir nada-. Eran tan malvados.. .
- ¿Por qué rompiste con Lara? ¿Qué fue lo que falló? ¡Cuéntaselo a Marie! ¡Habla!
- .. . que me metían ranas en la cama y en la mochila.. . y una vez incluso en el cuenco de los cereales.
Marie ríe, esperando que Josh diga algo. Pero él se ha quedado como una estatua. Sadie continúa chillándole al oído:
- ¡Dilo, dilo!
- ¿Josh? -Marie agita una mano ante sus ojos-. ¿Estás aquí?
- ¡Perdona! -Se frota la cara-. No sé qué me ha pasado. ¿Qué decías?
- No, nada -responde ella encogiéndose de hombros-. Te estaba hablando de mis hermanos.
- ¡Ah, sí, tus hermanos! -Con visible esfuerzo, sonríe y vuelve a centrar su atención en ella-. ¿Así que se ponen muy protectores con su hermanita?
- ¡Será mejor que te andes con cuidado! -Marie le devuelve la sonrisa y bebe un sorbo de vino-. ¿Y tú? ¿Tienes hermanos?
- ¡Di por qué rompiste con Lara! ¿Qué tenía ella de malo?
A Josh se le ponen otra vez los ojos vidriosos, como si tratara de captar el eco de un ruiseñor a través de un valle.
- ¿Josh? -Marie se inclina hacia delante-. ¡Josh!
- ¡Perdona! -dice él, sacudiendo la cabeza-. ¡Perdona! Qué raro. Estaba pensando en mi ex, Lara.
- Ah. -Marie mantiene la sonrisa, pero incluso desde aquí veo que se le tensa la mandíbula-. ¿Qué pasa con ella?
- No lo sé. -Josh arruga la cara, perplejo-. Estaba preguntándome qué fue lo que falló entre nosotros.
- Las relaciones se acaban -observa Marie con aire relajado, y bebe más vino-. Quién puede saber los motivos. Son cosas que pasan.
- Ya.
Josh aún tiene un brillo lejano en los ojos. No es de extrañar, porque Sadie sigue aullándole como una sirena al oído.
- ¡Di por qué se estropeó! ¡Dilo!
- Bueno. -Marie cambia de tema-. ¿Qué tal te ha ido la semana? Yo he tenido un follón espantoso con una clienta. Aquella de la que te hablé, ¿recuerdas?
- Supongo que era demasiado intensa -suelta Josh.
- ¿Quién?
- Lara.
- Ah, ¿de veras? -Marie finge interés.
- Solía leerme en voz alta los «temas de pareja» de alguna revista cursi y luego se empeñaba en hablar sobre lo mucho que nos parecíamos a tal o cual pareja. Así durante horas. Era un fastidio. ¿Por qué tenía que analizarlo todo? ¿Para qué desmenuzar cada pelea y cada conversación?
Apura su copa de un trago. Yo lo miro desde mi mesa, herida en lo más hondo. No tenía ni idea de que se sintiera así.
- Suena irritante -asiente Marie, compasiva-. En fin, ¿qué tal te fue en esa reunión? Me dijiste que tu jefe iba a hacer un anuncio importante.. .
- ¿Qué más? -Sadie chilla tanto que no oigo a Marie-. ¿Qué más? ¡Dilo!
- Tenía la costumbre de llenar el cuarto de baño con cremas y chorradas. -Josh frunce el entrecejo con aire evocador-. Cada vez que quería afeitarme tenía que abrirme paso entre un montón de botes. Me sacaba de quicio.
- ¡Vaya lata! -dice Marie con una sonrisa forzada-. Por cierto.. .