Conviene no olvidar que, a pesar de ser conocido sobre todo como poeta, su actividad como prosista fue, en términos cuantitativos, superior a la del poeta, aunque gran parte de esa obra se encuentre inédita o publicada en forma aislada. Además de apuntes dispersos, de diferente tenor, hasta hoy sólo se han reunido y publicado como un todo los fragmentos del Livro do Desassossego, firmado por Bernardo Soares16, de las Notas para a recordação do meu mestre Caeiro (Notas para la recordación de mi maestro Caeiro), atribuidas a Álvaro de Campos17, y de algunas piezas de teatro18.
Pessoa fue, sin embargo, un esmerado narrador. Primero en inglés, viviendo todavía en Durban. En un cuaderno de apuntes donde anotaba proyectos y registraba sus composiciones, dejó el título, en inglés, "Devil's Voice", de lo que parece ser un cuento. A esta altura -entre 1903 y 1905- Pessoa fue desdoblándose en sucesivas personalidades literarias inglesas que iban suplantando a sus predecesoras y heredando sus proyectos. Así, la cadena de narradores: David Merrick, Charles Robert Anon, James Faber, Alexander Search19. En un conjunto de esos cuentos, titulado "Tales of a Madman", figura precisamente el que entonces se llamaba "La voz del Diablo": "The Devil's Voice".
Ya en Portugal, la personalidad literaria portuguesa entonces creada, Vicente Guedes, que también era cuentista20, emprendió la tarea de traducir los "Cuentos de un loco", así anunciados en sus proyectos.
Quedan por conocerse o reunirse las obras de otros prosistas narradores: no se sabe que Bernardo Soares habría sido autor de una novela titulada Marcos Alves21, que fue Pero Botelho (siempre la obsesión del Diablo…) quien contó de un detective llamado Doctor Abílio Quaresma22, que, a su vez, se puso a contar innúmeras historias "policiales", creando personalidades varias, como el Tio Porco… Ricardo Reis escribió, en verso, "somos cuentos contando cuentos", y su creador Fernando Pessoa dio forma humana a esa intuición suya… a la que el Diablo se aproxima cuando se refiere a la cadena interminable de dioses creadores.
Más habría aún que decir sobre la presencia obsesiva de Satán en la obra de Pessoa. Limitémonos a reparar en tres referencias en diferentes textos. En una de sus muchas reflexiones de tenor filosófico, afirma que, "en el orden de las cosas y de las almas, somos todos súbditos de aquel a quien San Pablo, alto iniciado, llamó el Príncipe de este Mundo"23. En un texto de las Notas para a recordação do meu mestre Caeiro, Álvaro de Campos, que firma el texto, dice del "propio Satán que no es sino Dios en su sombra deforme, lanzada por la luz de lo aparente"24. Y es curioso reparar en un fragmento firmado por Bernardo Soares para el Livro do Desassossego que remite no sólo a la figura del Diablo, presente en este cuento, sino también a María, la esposa que en apariencia guarda fidelidad al marido en un matrimonio común, en que la rutina mató el amor (idea que Pessoa desarrolla en otros textos), pero que no puede evitar las descaminadoras fantasías de su imaginación:
Todos los casados del mundo están mal casados, porque cada uno guarda consigo, en los secretos donde el alma es del Diablo, la imagen sutil del hombre deseado que no es aquél, la figura voluble de la mujer sublime, que aquélla no realizó25
Esta larga nota tuvo la preocupación de entender y dar a entender que este texto no es una curiosidad separada: corresponde, de hecho, a un tema que siempre habitó a Pessoa, y da testimonio de esa manera de ser del poeta-filósofo que admitidamente jugaba a creer en los dioses y a descreer de ellos. Es que sus ficciones fueron su realidad cotidiana, y esa realidad de "hacer de cuenta" fue para él más verdadera que la de la vida "abusivamente" real… y el adverbio es de él.
En este texto, como es habitual, Pessoa se expresa a través de fragmentos que corresponden, cada uno, a un momento de escritura e inspiración -como un poema- poco ligado al hilo narrativo que los articularía entre sí. Son éstas las cartas con que tenemos que jugar, piezas móviles de la baraja que, en su conjunto, constituyen.
REFERENCIAS
1 Teresa Rita Lopes, Pessoa por Conhecer, Lisboa, editorial Estampa, 1990, vol. II, pág. 180
2 Ibídem, vol. I, pág, 97.
3 Ibídem, vol. II, págs. 170 y 386-7
4 Ibídem, vol. I, pág. 70 y siguientes
5 Publiqué los fragmentos que encontré en Fernando Pessoa et le drame symboliste: héritage et création, París, 1985, 2a. Edición, págs. 542-550.
6 Álvaro de Campos, Livro de Versos, Lisboa, editorial Estampa, 3a. edición, 1997, pág, 335.
7 Fernando Pessoa et le drame symboliste, op. Cit., pág. 137.
8 Livro de Desassossego, compilado por Jacinto do Prado Coelho, Lisboa, Ática, 1982, vol. I, pág. 30
9 En un texto extraído de Pessoa Inédito (compilado por Teresa Rita Lopes), Lisboa, Livros Horizontes, 1993, pág. 337.
10 Teresa Rita Lopes, Pessoa por Conhecer, Lisboa, editorial Estampa, 1990, vol. II, pág 457.
11 Álvaro de Campos, Notas para a recordação de meu mestre Caeiro (compilado por Teresa Rita Lopes), Lisboa, editorial Estampa, 1997, pág. 94.
12 Pessoa por Conhecer, vol. II, pág. 455.
13 Fernando Pessoa, Obra Poética e em Prosa (compilado por António Cuadros), Porto, ediciones Lello, vol. II, pág. 666.
14 Ibídem, pág. 670.
15 Pessoa por Conhecer, vol. I, págs. 97-100, y vol. II, págs. 179-193.
16 La primera edición es de 1982, de la editorial Ática, compilada por Jacinto de Prado Coelho, y la última, compilada por Teresa Sobral Cunha, Lisboa, editorial Presencia, 1990.
17 Álvaro de Campos, Notas para a recordação do meu mestre Caeiro, Lisboa, editorial Estampa, 1997, compilado por Teresa Rita Lopes, que también preparó la edición francesa (París, editorial Fischbacher, 1997).
18 O privilégio dos caminhos, compilado por Teresa Rita Lopes, también responsable de la edición francesa: Le privilège des chemins, París, editorial Corti, 1989.
19 Pessoa por Conhecer, vol. I, págs. 146-149.
20 Ibídem, pág. 147.
21 Ibídem.
22 Ibídem, pág. 148.
23 Fernando Pessoa, Obra Poética e em Prosa, op. cit., vol. III, pág. 536.
24 Notas para a recordação do meu mestre Caeiro, op. cit., pág. 80.
25 Obra Poética e em Prosa, op. cit., vol. II, pág. 665.