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El emisario me aconsejó que me abriera a ellos, cancelando mis sospechosos pensamientos. Oí la voz, y al escuchar lo que decía, me di cuenta de que estaba oyendo, y pensando exactamente como lo hago en mi mundo cotidiano. Giré lentamente para ver a mi alrededor. Usando la claridad de mi percepción como medida, concluí que estaba en un mundo real.

La voz del emisario sonó en mis oídos. Dijo que la única diferencia entre percibir mi mundo y percibir el suyo era que percibir su mundo comenzaba y terminaba para mi en un abrir y cerrar de ojos, mientras que percibir el mío no; porque mi conciencia estaba fija en mi mundo junto con la conciencia de un inmenso número de seres como yo, quienes lo mantenían en su lugar con su intento. El emisario añadió que para los seres inorgánicos percibir mi mundo comenzaba y terminaba de la misma forma: en un abrir y cerrar de ojos, pero que percibir su mundo no, ya que había un inmenso número de ellos que lo mantenían en su lugar con su intento.

La escena empezó a disolverse. En ese instante, yo era como un buzo y despertar de ese mundo era como nadar hacia arriba para alcanzar la superficie.

En la siguiente sesión, el emisario comenzó su diálogo conmigo exponiendo nuevamente que existía una relación totalmente coordinada y coactiva entre los túneles y las sombras móviles. Terminó diciendo:

– No podemos existir los unos sin los otros.

– Entiendo lo que quieres decir -dije.

Noté un tono desdeñoso en la voz del emisario cuando replicó que no había manera de que yo pudiera entender lo que significaba estar relacionado de esa forma; que tal relación era infinitamente más que una de mutua dependencia. Mi intención era pedirle que expandiera su explicación, pero en el instante siguiente me encontraba adentro de lo que solamente puedo describir como el tejido de un túnel. Vi unas protuberancias de aspecto glandular grotescamente chisporroteantes que emitían una luz opaca. Cruzó por mi mente el pensamiento de que esas eran las entidades sombra y las protuberancias parecidas al Braille. Considerando que estas eran masas energéticas de metro o metro y medio de diámetro, me pregunté cuál sería el verdadero tamaño de esos túneles.

– El tamaño aquí no es como el tamaño en tu mundo -dijo el emisario-. La energía de este mundo es una clase diferente de energía; sus características no coinciden con las características de la energía de tu mundo, sin embargo, este mundo es tan real como el tuyo.

El emisario añadió que me había dicho todo acerca de los seres sombra, al explicar y describir las protuberancias de las paredes de los túneles. Repliqué que no había prestado atención a sus explicaciones, ya que creí que no estaban directamente relacionadas con el ensueño.

– En este reino, todo está relacionado con el ensueño -afirmó el emisario.

Quería pensar en la razón de mi equivocación, pero mi mente se puso en blanco. Mi atención de ensueño estaba debilitándose. Me era difícil enfocarla; me preparé para despertarme. El emisario habló nuevamente, y el sonido de su voz me reforzó. Mi atención de ensueño se avivó considerablemente.

– El ensueño es el vehículo que trae a los ensoñadores a este mundo -dijo el emisario-, y todo lo que los brujos saben acerca del ensueño se lo enseñamos nosotros. Nuestro mundo está conectado al tuyo por una puerta llamada sueños. Nosotros sabemos cómo cruzar esa puerta, pero los hombres no. Para cruzarla, tienen que aprender cómo hacerlo.

La voz del emisario continuó explicándome lo que yo ya sabía.

– Las protuberancias en las paredes de los túneles son seres sombra -dijo-. Yo soy uno de ellos. Nos movemos dentro de los túneles, en sus paredes, cargándonos con la energía de los túneles, la cual es nuestra energía.

El pensamiento de que el emisario estaba en lo cierto cruzó mi mente: realmente yo era incapaz de concebir una relación simbiótica tal como la que estaba presenciando.

– Si te quedaras entre nosotros, llegarías a sentir lo que es estar conectado como nosotros estamos conectados -dijo el emisario.

Definitivamente el emisario parecía estar esperando que le respondiera. Presentí que lo que realmente quería era mi declaración de que había decidido quedarme con ellos.

– ¿Cuántos seres sombra hay en cada túnel? -pregunté para cambiar el tema, de lo cual me arrepentí inmediatamente, ya que el emisario empezó a darme una descripción detallada sobre los números y las funciones de los seres sombra en cada túnel.

Dijo que cada túnel tenía un número especifico de entidades sombra, las cuales llevaban a cabo funciones específicas relacionadas con las necesidades y expectativas de los túneles que las sustentaban.

No quería que el emisario me diera más detalles. Razoné que mientras menos supiera acerca de los túneles y los seres sombra mejor sería para mí. El emisario paró de hablar en el instante en que formulé ese pensamiento, y mi cuerpo energético se sacudió repentinamente como si hubiera sido tirado por un cable. Al momento siguiente, me encontraba totalmente despierto en mi cama.

De ahí en adelante, todos los miedos que pudieron interrumpir mis prácticas se esfumaron. La idea que empezó a regirme era el haber encontrado la fuente de una inigualable excitación. Todos los días esperaba ansiosamente empezar a ensoñar y a que el explorador me llevara al mundo de las sombras. La atracción aumentó exorbitantemente cuando el realismo de mis visiones del mundo de las sombras se acentuó aún más. Juzgando por el criterio subjetivo de pensamientos ordenados, ordenada percepción visual y auditiva, y ordenadas respuestas, tanto del emisario como de las mías, mis experiencias eran tan reales como cualquier situación en nuestro mundo cotidiano es real. Nunca hubiera concebido experiencias perceptuales donde la única diferencia entre mis visiones y mi mundo diario era la velocidad con la que mis visiones terminaban; perduraban inalteradas por un periodo indefinido, situándome en un mundo real y extraño, y luego en un instante me encontraba en mi cama.

Deseaba de manera vehemente escuchar las explicaciones y comentarios de don Juan, pero aún me hallaba aprisionado por mis circunstancias en Los Angeles. Mientras más aguda se volvía mi necesidad de hablar con don Juan, mayor era mi ansiedad; hasta empecé a sentir que algo se estaba tramando, y a gran velocidad, en el reino de los seres inorgánicos.

A pesar de que mi mente continuaba absorta, contemplando el mundo de las sombras, al aumentar mi ansiedad, mi cuerpo entró en un estado de profundo terror. Para empeorar las cosas, la voz del emisario se introdujo en mi conciencia cotidiana. Un día, mientras estaba en clase en la universidad, la escuché diciéndome una y otra vez, que cualquier intento de mi parte para dar por terminadas mis prácticas de ensueño, sería pernicioso para mis propósitos totales. Argumentó que los guerreros no huyen de un reto, y que yo no tenía ningún motivo válido para descontinuar mis prácticas de ensueño. Estuve completamente de acuerdo con el emisario. No tenía intención alguna de parar nada y la voz no estaba más que reafirmando lo que yo sentía.

Pero no solamente el emisario cambió; un nuevo explorador apareció en escena. En una ocasión, antes de que hubiera empezado mi rutina de examinar los objetos de mis sueños, un explorador literalmente saltó enfrente de mí y capturó agresivamente mi atención de ensueño. La notable característica de este explorador fue que no tuvo necesidad de pasar por la usual metamorfosis energética: fue una masa de energía desde el principio. En fragmentos de segundo, sin tener que expresar en voz alta mi intento de ir con él, me transportó a otra parte del reino de los seres inorgánicos: al mundo de los tigres con dientes de sable.

En mis otros trabajos he descrito vislumbres de esas visiones. Digo vislumbres, porque en ese entonces me faltaba energía para traducir esas visiones en algo comprensible para mi mente lineal.

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