La declaración de Bosch puso una expresión de perplejidad en el rostro de la psiquiatra.
– ¿A qué se refiere? He leído el artículo de hoy. Ha resuelto los asesinatos, incluido el de su madre. Esperaba que se sintiera de otra manera.
– Bueno, no crea todo lo que lee, doctora. Deje que clarifique las cosas. Lo que he logrado en mi llamada misión es causar que dos hombres fueran asesinados y que otro muriera a mis manos. He resuelto, veamos, he resuelto uno, dos, tres asesinatos, así que eso está bien. Pero no he resuelto el asesinato que buscaba resolver. En otras palabras, he estado corriendo en círculos causando que otra gente muriera. De modo que ¿cómo espera que me sienta durante la sesión?
– ¿Ha estado bebiendo?
– Me he tomado un par de cervezas con la comida, pero ha sido una comida larga y creo que un mínimo de dos cervezas es un requisito considerando lo que acabo de decirle. Pero no estoy borracho, si es eso lo que quiere saber. Y no estoy trabajando, así que da lo mismo.
– Creía que estábamos de acuerdo en reducir…
– A la mierda. Esto es el mundo real. ¿No es así como lo llamó? ¿El mundo real? Desde la última vez que hablamos he matado a alguien, doctora. Y quiere hablar de reducir el alcohol. Como si todavía significara algo.
Bosch sacó los cigarrillos y encendió uno. Se quedó con el paquete y el Bic en el brazo de la silla. Carmen Hinojos lo observó prolongadamente antes de volver a hablar.
– Tiene razón, lo siento. Vayamos a lo que creo que es el núcleo del problema. Dice que no ha resuelto el asesinato que pretendía resolver. Se trata, por supuesto, de la muerte de su madre. Sólo me guío por lo que he leído, pero el Times de hoy atribuye su asesinato a Gordon Mittel. ¿Me está diciendo que ahora sabe que eso es incontrovertiblemente falso?
– Sí, ahora sé que es incontrovertiblemente falso.
– ¿Cómo?
– Sencillo. Por las huellas. Fui al depósito de cadáveres, conseguí las huellas de Mittel y las comparé con las del cinturón. No coinciden. Él no lo hizo. No estuvo allí. Ahora bien, no quiero que se lleve una idea equivocada. No estoy aquí sentado con conciencia de culpa respecto a Mittel. Era un hombre que decidió matar a gente e hizo que la mataran. Como si tal cosa. Al menos dos veces de las que estoy seguro, además iba a matarme a mí también. Así que, que se joda. Tuvo lo que se merecía. Pero cargaré en mi conciencia con Pounds y Conklin durante mucho tiempo. Quizá para siempre. Y de un modo u otro pagaré por ello. Es sólo que el peso sería más fácil de llevar si hubiera existido una razón. Una buena razón. ¿Me entiende? Pero no hay ninguna razón. Ya no.
– Entiendo. No… No estoy segura de cómo proceder con esto. ¿Quiere hablar de sus sentimientos en relación con Pounds y Conklin?
– En realidad, no. He pensado en ello lo suficiente. Ninguno de los dos hombres era inocente. Cometieron errores. Pero no tenían que morir de ese modo. Especialmente Pounds. Joder. No puedo hablar de eso. Ni siquiera puedo pensar en eso.
– ¿Entonces cómo va a seguir adelante?
– No lo sé, como le he dicho, tengo que pagar.
– ¿Tiene alguna idea de lo que va a hacer el departamento?
– No lo sé. No me importa. Va más allá de lo que decida el departamento. Tengo que decidir mi condena.
– Harry, ¿qué significa eso? Eso me incumbe.
– No se preocupe, no voy a ir al armario. No soy de ese tipo.
– ¿El armario?
– No voy a meterme un arma en la boca.
– A través de lo que ha dicho aquí hoy, ya está claro que ha aceptado la responsabilidad por lo que les ha ocurrido a esos dos hombres. Lo está afrontando. En efecto, está negando la negación. Eso son unos cimientos sobre los que construir. Estoy preocupada por esta charla respecto a su condena. Tiene que seguir adelante, Harry. No importa lo que se haga a usted mismo, no conseguirá que vuelvan a la vida. Así que lo mejor que puede hacer es continuar.
Bosch no dijo nada. De repente se cansó de todos los consejos, de la intervención de Hinojos en su vida. Se sentía resentido y frustrado.
– ¿Le importa si acortamos la sesión hoy? -preguntó-. No me siento muy animado.
– Entiendo. No hay problema. Pero quiero que me prometa algo. Prométame que volveremos a hablar antes de que tome ninguna decisión.
– ¿Se refiere a mi condena?
– Sí, Harry.
– Muy bien, hablaremos.
Bosch se levantó e intentó sonreír, pero sólo consiguió juntar las cejas. Entonces se acordó de algo.
– Por cierto, lamento no haberle devuelto la llamada cuando me telefoneó la otra noche. Estaba esperando otra llamada y no podía hablar, y luego me olvidé. Espero que sólo quisiera saber cómo estaba y que no fuera demasiado importante.
– No se preocupe. Yo también lo olvidé. Sólo llamaba para ver cómo le había ido el resto de la tarde con Irving. También quería saber si quería hablar de las fotos. Ahora ya no importa.
– ¿Las miró?
– Sí, tenía un par de comentarios, pero…
– Los escucho.
Bosch volvió a sentarse. Hinojos lo miró, sopesando la propuesta y decidió seguir adelante.
– Las tengo aquí.
Ella se agachó para sacar el sobre de uno de los cajones del escritorio. Casi desapareció del campo de visión de Bosch hasta que se levantó y puso el sobre en el escritorio.
– Supongo que debería llevárselas.
– Irving cogió el expediente del caso y la caja de pruebas. Ahora lo tiene todo menos esto.
– Parece que le molesta, o no se fía de él. Eso es un cambio.
– ¿No fue usted quien dijo que no me fiaba de nadie?
– ¿Por qué no se fía de él?
– No lo sé. Acabo de perder a mi sospechoso. Gordon Mittel está descartado y estoy empezando de cero. Sólo estaba pensando en los porcentajes…
– ¿Y?
– Bueno, no conozco la cifra, pero un número significativo de homicidios son denunciados por el asesino. Ya sabe, el marido que llama llorando, diciendo que su mujer ha desaparecido. En la mayor parte de los casos, sólo es un mal actor. La mató y cree que llamar a la policía ayudará a convencer a todo el mundo de que está limpio. Mire a los hermanos Menendez. Uno de ellos llamó lloriqueando porque su mamá y su papá habían muerto. Resultó que fueron él y el hermano los que les dispararon con una escopeta. Hace unos años hubo un caso en las colinas. Una niña pequeña había desaparecido en Laurel Canyon. Salió en la prensa, en la tele. Así que la gente organizó partidas de búsqueda y al cabo de unos días uno de los que buscaba, un adolescente que era vecino de la chica, encontró el cadáver debajo de un tronco, cerca de Lookout Mountain. Resultó que era el asesino. Conseguí que confesara en quince minutos. Durante toda la búsqueda yo sólo esperaba que alguien encontrara el cadáver. Era cuestión de porcentajes. El chico era sospechoso antes de que yo supiera quién era.
– Irving encontró el cadáver de su madre.
– Sí. Y la conocía de antes. Me lo dijo una vez.
– Me parece un poco aventurado.
– Sí, la mayoría de la gente también pensaría eso de Mittel.
Justo hasta que lo sacaron del jacuzzi.
– ¿No hay un escenario alternativo? ¿No es posible que quizá los detectives originales estuvieran en lo cierto en su hipótesis de que había un asesino sexual y que buscado era inútil?
– Siempre hay escenarios alternativos.
– Pero usted siempre parece inclinarse por buscar a alguien de poder, una persona del establishment a quien culpar. Quizá no sea el caso aquí. Quizá es un síntoma de su más amplio deseo de culpar a la sociedad por lo que le ocurrió a su madre… y a usted.
Bosch sacudió la cabeza. No quería escuchar eso.
– ¿Sabe toda esa psicocháchara…? Yo no… Perdón, ¿podemos hablar de las fotos?
– Lo siento.
Hinojos miró el sobre como si estuviera viendo a través de él las fotos que contenía.
– Bueno, para mí fue muy difícil miradas. Por lo que respecta a su valor forense, no había gran cosa. Las fotos muestran lo que llamaría un homicidio de afirmación. El hecho de que la ligadura, el cinturón, siguiera apretado en torno al cuello de la víctima parece indicar que el asesino quería que la policía supiera exactamente lo que había hecho, que había sido deliberado, que había tenido control sobre esta víctima. También creo que la elección del emplazamiento es significativa. El cubo de basura no tenía tapa. Estaba abierto. Eso sugiere que colocar el cadáver allí podría no haber sido un esfuerzo para esconderlo. También era…