Bosch encendió un cigarrillo y continuó leyendo. Los informes, escritos de manera descuidada, eran superficiales y estaban plagados de nombres mal escritos. Al leerlos, a Bosch le quedó claro que Eno y McKittrick no dedicaron mucho tiempo al caso. Había muerto una prostituta. Era un riesgo inherente al trabajo. Ellos tenían problemas más importantes.
Se fijó en que en el informe de investigación de la muerte había una casilla para señalar al familiar más próximo. Decía:
Hieronymus Bosch (Harry), hijo, edad 11 años, orfanato McClaren. Notificación realizada el 28-1 O a las 15.00. Bajo custodia del Departamento de Servicios Sociales Públicos desde 7-1960. MI. (Véanse informes de detención de la víctima 60-815 y 60-1121.) Padre desconocido. El hijo permanece en custodia en espera de padres de acogida.
Al leer el informe, Bosch podía descifrar fácilmente las abreviaturas e interpretar el texto. MI significaba «madre inadecuada». Al cabo de tantos años, la ironía no le pasó inadvertida a Bosch. El chico había sido arrebatado a una madre presumiblemente inadecuada para ser insertado en un sistema de protección igualmente inadecuado. Lo que Bosch más recordaba era el ruido. Siempre había mucho ruido. Como en una prisión.
Bosch se acordaba de que McKittrick había sido el encargado de darle la noticia. Fue durante la hora de piscina. La piscina cubierta estaba llena de la espuma que provocaban un centenar de niños que nadaban, chapoteaban y gritaban. Después de salir del agua, Harry se había echado sobre los hombros una toalla blanca que había sido lavada y blanqueada tantas veces que parecía de cartón. McKittrick le comunicó la noticia y él regresó a la piscina, donde sus sollozos quedaron silenciados bajo el agua.
Tras pasar rápidamente los informes complementarios referidos a las detenciones previas de la víctima, Bosch llegó al informe de la autopsia. Se saltó la mayor parte de ésta, porque no necesitaba conocer los detalles, y se concentró en la página resumen, donde había un par de sorpresas. La hora de la muerte se estableció entre siete y nueve horas antes del hallazgo del cadáver. Alrededor de medianoche. La sorpresa estaba en la causa oficial de la muerte, que se hacía constar como golpe contundente en la cabeza. El informe describía una profunda contusión encima de la oreja derecha con inflamación pero sin laceración que causara una hemorragia fatal en el cerebro. El informe decía que el asesino podría haber creído que estrangulaba a la víctima después de haberla dejado inconsciente de un golpe, no obstante, la conclusión del forense era que Marjorie Lowe ya estaba muerta cuando el asesino apretó el cinturón de la propia víctima en torno al cuello. El informe aseguraba asimismo que aunque se había hallado semen en la vagina, no existían otras heridas relacionadas habitualmente con la violación.
Al releer el resumen con mirada de investigador, Bosch advirtió que las conclusiones de la autopsia enmarañaron las cosas a los dos detectives originalmente asignados al caso. La hipótesis inicial basada en la apariencia del cadáver era que Marjorie Lowe había sido víctima de un crimen sexual. Eso invocaba el espectro de un encuentro casual -tan casual como las relaciones propias de su profesión- que condujo a su muerte. Pero el hecho de que el estrangulamiento ocurriera después de la muerte y de que no hubiera prueba convincente de violación abría otra posibilidad. Existían factores a partir de los cuales se podía especular que la víctima había sido asesinada por alguien que posteriormente trató de camuflar su implicación y motivos en el azar de un crimen sexual. A Bosch sólo se le ocurría una razón para esa voluntad de despistar, si es que había habido tal. El asesino conocía a la víctima. A medida que avanzaba se preguntó si McKittrick y Eno habían llegado a las mismas conclusiones que él.
Había un sobre de 20 x 25 en el archivo que contenía las fotos de la escena del crimen y la autopsia. Bosch se lo pensó un buen rato antes de dejar el sobre a un lado. Igual que le había ocurrido la última vez que había sacado el expediente de los archivos, no podía mirar.
Lo siguiente era otro sobre con un inventario de pruebas grapado. Estaba casi en blanco.
PRUEBAS RECUPERADAS
Caso 61-743
Huellas dactilares extraídas del cinturón de cuero con conchas plateadas de la víctima.
Informe SID n.º 1114 06-11-61
Arma homicida recuperada: cinturón de cuero negro de la víctima con conchas. Propiedad de la víctima.
Ropa propiedad de la víctima. Archivada en custodia de pruebas. Taquilla 73B LAPDHQ
1 blusa blanca, manchada de sangre
1 falda negra, rasgada en la costura
1 par de zapatos negros de tacón alto
1 par de medias negras, rasgadas
1 braga, rasgada
1 par de pendientes dorados
1 brazalete dorado
1 cadena de oro con una cruz
Eso era todo. Bosch examinó largo rato la lista antes de anotar los datos en su libreta. Algo le inquietaba, pero no conseguía precisarlo. Todavía no. Estaba asimilando demasiada información y tenía que dejar que ésta se asentara antes de que afloraran las anomalías.
Lo dejó estar por el momento y abrió el sobre de las pruebas, rompiendo la cinta roja que lo sellaba y que se había agrietado con los años. En el interior había una tarjeta amarillenta con dos huellas dactilares completas, de un pulgar y un dedo índice, y varias parciales, obtenidas después de aplicar polvo negro al cinturón. En el sobre también había una tarjeta de contenido, de color rosa, que detallaba la ropa de la víctima, la cual había sido guardada en una taquilla para pruebas. La ropa nunca se había sacado de la taquilla porque nunca se había celebrado juicio. Bosch puso ambas tarjetas a un lado, preguntándose qué habría ocurrido con la ropa. A mediados de los sesenta se había construido el Parker Center y el departamento de policía se había establecido allí. El antiguo cuartel general había sido demolido hacía mucho. ¿Qué había ocurrido con las pruebas de los casos no resueltos?
El siguiente elemento del expediente era un conjunto de informes resumen de los interrogatorios conducidos en los primeros días de la investigación. La mayoría de ellos eran de personas con un conocimiento periférico de la víctima. Gente como otros residentes en los apartamentos El Río y compañeras de profesión de Marjorie Lowe. Había un informe breve que captó el interés de Bosch. Se trataba de un interrogatorio llevado a cabo tres días después del asesinato con una mujer llamada Meredith Roman, a quien se describía como asociada y en un tiempo compañera de habitación de la difunta. En el momento del informe también vivía en El Río, en el piso de arriba del de la víctima. El informe había sido redactado por Eno, quien parecía el vencedor indiscutible en analfabetismo, cuando se comparaba la redacción de los dos investigadores asignados al caso.
Meredith Roman (9-10-1930) fue interrogada a fondo el día de la fecha en el apartamento de El Río donde vivía un piso por encima del apartamento de la víctima. La señorita Roman proporcionó a este detective muy poca información útil en relación con las actividades de Marjorie Lowe durante el periodo de la última semana de vida.
La señorita Roman reconoció que había estado implicada en actos de prostitución en compañía de la víctima en numrosas ocasiones en los ocho años previos, pero no había sido fichada (después confirmado). Dijo al detective abajo firmante que esos encuentros estaban consertados por un hombre llamado Johnny Fox (2-2-1933), que reside en el 1110 de Ivar, en Hollywood. Fox, 28 años, no tenía historial de detenciones, pero la inteligencia antivicio confirma que había sido sospechoso con anterioridad en casos de alcahuetería, asalto malicioso y venta de heroína.