– Trevor -empezó a decir. Vaciló-. Cuando tuviste el accidente…
– ¿Sí?
– ¿Tú…?
– Yo ¿qué?
– Lo que quiero decir es… ¿Eres…?
– Si soy ¿qué?
Ella respiró hondo.
– ¿Puedes, digamos, estar con una mujer? -tenía un nudo en la garganta. Hizo acopio de valor y levantó los ojos hacia él.
– Tú me has besado, ¿no? -preguntó él con voz profunda.
– Sí.
– Te he abrazado.
– Sí.
– Te he estrechado contra mí.
– Sí.
Ella apartó la mirada y, como no decía nada, él insistió.
– Bueno, ¿y…?
Ella bajó la vista.
– Pensaba que a lo mejor querías casarte con una viuda con niño porque tal vez después del accidente no podías… -cada palabra que salía de su boca reverberaba en su cuerpo y seguía vibrando, como la cuerda de una guitarra después de que los dedos se hubieran retirado.
– Para que después no haya malentendidos, te digo desde ahora que este matrimonio implicaría lo que implica toda relación sentimental. Quiero ser tu marido en todos los sentidos de la palabra. Te quiero en mi cama, Kyla. Quiero hacer el amor contigo. A menudo. ¿Entiendes?
Ella asintió con la cabeza como si estuviera hipnotizada. Ninguno de los dos sabía cómo la mano de Trevor había llegado hasta su nuca, pero ambos se dieron cuenta a la vez. Estaban sentados muy tiesos. Él la miraba fijamente con su ojo verde y su cara se acercó a la de Kyla. Ésta cerró los ojos en el instante en el que notó el roce de su bigote en los labios.
Qué desperdicio, pensó Kyla mientras él enredaba los dedos en su pelo. Qué vergüenza que desperdiciara un beso como ése con una mujer que ni podía ni quería amarlo. Qué lamentable que unos labios tan ferozmente posesivos y, al mismo tiempo, dulcemente persuasivos, tanto como para que ella separara los suyos como si lo estuviera deseando, no estuvieran besando a una mujer que lo correspondiera con la misma pasión.
Ella llevó las manos hasta sus hombros con el fin de que el balancín dejara de moverse y su universo no se tambaleara.
Con el brazo que tenía libre, Trevor le rodeó la cintura y la atrajo hacia sí. Un gemido grave y muy masculino surgió de su garganta cuando su lengua penetró entre los labios de Kyla y saboreó la boca de ésta
Ella tenía dificultades para contener sus propios gemidos. Los movimientos de la lengua sedosa de Trevor le hacían pensar en lo lamentable que era que ese beso no fuera disfrutado por una mujer que pudiera apreciarlo.
Entonces cayó en la cuenta de que ella daba señales de estar apreciándolo vivamente. Su espalda curvada presionaba sus senos contra el pecho de Trevor. Sus manos se aferraban a la tela de la camisa de éste con desesperación. Su lengua respondía a los embates de la de él.
Se apartó de golpe y notó que le faltaba el aliento. Se puso de pie rápidamente, preguntándose si las rodillas la sujetarían. Temblaban.
– Tengo que irme.
A Trevor también le faltaba el aliento, a juzgar por el sonido áspero que salía de su garganta.
– De acuerdo -dijo él sin discutir. Le costó ponerse de pie. Una mirada rápida y furtiva a su regazo hizo que Kyla se riera de sus especulaciones de hacia apenas unos momentos.
Casi corriendo, recorrió la casa en sentido inverso y se detuvo a esperarlo en la puerta principal. Agradecida, se hundió en el asiento delantero del coche cuando él le abrió la puerta, pues estaba segura de que las piernas podían fallarle en cualquier momento.
Trevor no intentó charlar y ella se sintió aliviada. Quizá el calor del verano lo hubiera trastornado y fuera la causa de su proposición. Tal vez sólo estuviera bromeando. Quizá ya estuviera lamentando haberle pedido que se casara con él.
Pero se dio cuenta de que no era así cuando él apagó el motor del coche delante de la casa de sus padres y se giró hacia ella con el brazo apoyado en el respaldo.
– Kyla -dijo en un tono ardiente que no se prestaba a interpretaciones.
A ella la impresionó notar el sabor de Trevor cuando se humedeció los labios.
– No merece la pena que volvamos a hablar del tema. No puedes estar hablando en serio.
– Kyla -esperó hasta que ella volvió la cabeza y lo miró-. Hablo en serio. ¿Crees que te habría besado así si no hablara en serio?
– No lo sé -dijo ella, desesperada.
Él se rió, le pareció divertido.
– He besado a muchas mujeres, pero nunca le he pedido a nadie que se case conmigo. Te aseguro que es verdad -le tomó una mano, se la llevó a los labios y le besó la palma-. Sé que esto te ha pillado por sorpresa, no espero que me respondas esta noche, pero prométeme que lo pensarás. Piensa lo que podría representar para Aaron y para ti que nos casáramos. Y para tus padres. Consúltalo con la almohada.
Trevor Rule jugaba sucio, pensó Kyla enfadada mientras revisaba por enésima vez el reloj digital que reposaba en la mesilla. Había visto pasar, una tras otra, las horas de esa noche interminable, y ella era la única responsable de su insomnio.
Por alguna razón, su cuerpo se negaba a relajarse. Estaba agitada, sus sentidos respondían al más mínimo estímulo. ¿Alguna vez sus piernas había sentido el roce de las sábanas de ese modo? Si así era, ¿por qué entonces se frotaban contra ellas como si fuera una satisfacción nueva? ¿Y por qué ese viejo camisón de algodón le irritaba los senos? ¿Por qué esa noche sus pezones eran sensibles a cada roce de la tela?, ¿por qué necesitaban alivio? Y ¿por qué cada vez que pensaba en aliviarlos se imaginaba los labios de Trevor besándolos?
Se juró repetidamente que esas manifestaciones de su cuerpo no tenían nada que ver con el beso. ¿Iría a vernirle la regla? Ésa podía ser la causa de la tensión que notaba en la zona genital. ¿Sería una intoxicación, y por eso la piel le ardía y ansiaba caricias?
– No estoy excitada.
Su cuerpo le decía otra cosa.
Maldito fuera Trevor por usar esas armas. Sabía bien qué tecla había que tocar. Sutilmente le había sugerido que no casarse con él sería egoísta por su parte.
Muy bien, haría de abogado del diablo.
Sería «bueno» para sus padres. Se sentirían libres de hacer sus propios planes al saber que Trevor cuidaba de Aaron y de ella.
Y sería bueno para Aaron, Todo niño necesitaba un padre. Clif Powers había ocupado ese lugar en la vida de su hijo hasta el momento, pero ¿hasta cuándo podría acompañarlo? ¿Tendría la salud y la energía suficientes para jugar con él al fútbol o al baloncesto dentro de unos años, para ir a pescar con él y acampar al aire libre, y para realizar tantos y tantos esfuerzos físicos como un hombre hacía con un hijo?
¡Pero Aaron tenía un padre!, se reprochó Kyla. Richard Stroud era su padre. Había prometido mantener vivo el recuerdo de Richard y estaba decidida a cumplir su promesa. Haría falta algo más que las maneras suaves de Trevor y su labia para que lo olvidara.
Además, una mujer no debía casarse por el bien de los que la rodeaban, por muy atractivo que fuera el hombre en cuestión. Trevor Rule era atractivo y sería un buen marido. Era consciente de sus progresos en la comunidad. Los periódicos hablaban de él con frecuencia. Obviamente era un hombre íntegro, honrado en los negocios y respetado por sus ideas innovadoras en lo que se refería al desarrollo comercial. Físicamente…
No, sería mejor no pensar en sus atributos físicos. La idea poco inspirada de que el accidente hubiera supuesto su mutilación genital había quedado refutada en apenas unos momentos.
No, había que dejar de lado la atracción física. Cuando pensaba en eso, su entendimiento se nublaba y mediatizaba su juicio. El único modo de afrontar el problema era desde un punto de vista pragmático.
A eso fue a lo que se dedicó hasta que amaneció, cuando tomó finalmente una decisión. Encontraría una casa para Aaron y para ella. Se mudaría y sus padres serían libres de vender y seguir adelante con sus planes.