Литмир - Электронная Библиотека
A
A

No pensé en suicidarme, y fui a comerme una naranja a la cocina. La noche era verdaderamente negra y no se veía nada por el lado de la playa, nada que no fuera un agujero negro y estremecedor. ¿Qué puede hacer cuando empieza la noche un tipo solo y sin dinero, sin inspiración, sin ningún deseo? ¿Qué he podido hacer para merecer esto?

Fui hasta el coche, jugué un poco con los botones y regresé. No e sentía mejor. Si ella hubiera estado ahí, silenciosa y viva a mi espalda, no me habría sentido tan mal. Cualquiera en mi lugar se habría preguntado qué cono estaba haciendo ella, cualquiera habría necesitado un poco de calor. Lo que fastidia de los demás es que tienen una vida propia, sus propios problemas y su manido instinto de conservación.

Lavé unas cuantas cosas para refrescarme las ideas; le lavé tres bragas, una de ellas con manchas de sangre, y tuve que restregar como un condenado. Luego me lié un canuto y fui a tender las bragas al cuarto de baño, con el porro entre los labios. Me sentía nervioso. Ella no estaba, pero todas sus cosas estaban ahí, sus camisetas, sus frascos, sus toallas, como si se hubiera hecho invisible, como si realmente me tomara por un gilipollas, y además todo aquello ya empezaba a joderme, chic, chac, grandes gotas caían de las bragas y explotaban entre mis pies. Estiré el cordel y se rompió en dos, las bragas chocaron contra la pared y fueron a dar al fondo de la bañera, con lo que volvió el silencio. Me quedé allí plantado durante un segundo, había un airecillo fresco bastante agradable. Me pregunté de dónde vendría, y claro, venía del vidrio que una chica se había cargado, porque las chicas hacen cosas así, como cargarse un vidrio, como invadirte el cuarto de baño, como largarse cuando las necesitas. Una chica puede agarrar la vida de uno y retorcerla en todos sentidos, una chica es capaz de clavarte en la Cruz y a continuación cortarte en mil pedazos. Me sentía excitado, seguramente había luna llena o bien era una de esas noches en las lúe el escritor queda hecho caldo y en las que me encuentro solo Aperando un milagro, en el silencio y el aburrimiento y la amarara y el hambre. Solo y completamente reventado.

Pero la verdad es que Nina no tenía nada que ver, ni Cecilia, ni ninguna de las demás. De hecho estaba aniquilado, no servía para ada, no tenía fuerzas, había sido incapaz de alinear ni siquiera una frase en toda la tarde, o en cualquier caso había escrito como hac cien años, frases con cara de momias. ¿Qué podía hacer con eso ¿Cómo iba a encender fuego con papel húmedo? ¿Cómo salvar a un tipo que va a ahogarse cuando te agarras a él? Y además, a lo me. jor también era una nulidad en la cama, ¿por qué no?, y una nulj. dad como tipo, una nulidad como amigo, una nulidad en todos los campos de mi existencia, una nulidad hasta en los menores deta-lies, una nulidad igual que aquel gilipollas que se había peleado con tres bragas en el cuarto de baño y que había ganado por abandono.

No tuve que realizar ningún esfuerzo para encontrarme en una atmósfera siniestra. Me tomé algunas cervezas y me sumergí en la negrura de mi alma durante un buen rato, desplomado en el sillón y reluciente de sudor. El calor había caído de golpe, pero yo no tenía ni la menor intención de moverme. No había nada que hacer.

Cuando oí que la llave giraba en la cerradura, le eché una mirada al despertador. Las tres y media de la madrugada. Estaba un poco borracho, pero tuve los reflejos suficientes para apagar la lámpara antes de que se abriera la puerta. Me incorporé en el sillón. Apenas se veía nada, pero igualmente pude observarla en la oscuridad, estuvo a punto de tirar una silla y se detuvo. Debía de creer que yo estaba durmiendo, adiviné el vistazo que le echó a la cama, pero estaba demasiado oscuro y a continuación se dirigió al cuarto de baño. Encendió la luz y era como estar en el cine; la veía perfectamente bien, de espaldas, inclinada sobre el lavabo y mirándose al espejo. No me levanté inmediatamente, me encanta mirar a la gente a escondidas, sobre todo cuando se trata de una chica hermosa con una pequeña falda roja y con el culo echado hacia atrás, sobre todo en una noche cálida y húmeda, después de diez o doce horas de espera.

Al cabo de un minuto, se quitó las bragas y las tiró a un rincón. De momento no entendí por qué lo había hecho, me dije fíjate, otra cosa rara, ellas no hacen las mismas cosas que nosotros, son divertidas. Pero un segundo después me invadió un presentimiento terrible y me levanté. Llegué hasta su lado, a su espalda, sin que me descubriera, me pegué a ella y la besé en el cuello. Estaba borracha y medio atontada, apestaba a alcohol de forma inaudita, aterradora. Nos miramos a través del espejo durante el tiempo de un relámpago y ella bajó la mirada riendo; la cosa debía ser realmente divertida. Hundí una rodilla entre sus piernas para separárselas y antes de que ella pudiera hacer un solo gesto ya le había metido tres dedos en la raja.

Retiré la mano y tenía esperma en los dedos. Aquello me destrozó por completo y me limpié en su espalda. La verdad es que no me había esperado algo tan brutal. Aún no estoy suficientemente distanciado de este tipo de historias, tengo bastantes lagunas. Bueno, en fin, que no pude digerir la cosa y que mi puño la agarró de la camiseta; la habría levantado con facilidad de habérmelo propuesto. Ella lanzó un gritito, pero sin dejar de reír. La eché a la calle, agarré su bolso sin despegar las mandíbulas y la eché a la calle. La oí dar traspiés en la gravilla mientras yo daba un portazo. Me habría gustado que realmente se rompiera el hocico, que se abriera la cabeza, y luego ir y tirarme a su cadáver; yo estaba caliente, tuve la necesidad de beberme algo fresco rápidamente.

Estaba inclinado sobre la nevera cuando oí que la llave hurgaba en la cerradura. Debo de estar soñando, trata de volver a entrar, estoy soñando, di un salto hasta la puerta y abrí. Le arranqué la llave de las manos, ella apenas se tenía en pie. Afuera estaba muy negro y pensé que el cielo debía de estar muy bajo.

– Te aconsejo que no pases -le dije.

Ella alzó la mirada hacia mí. Tenía los ojos como a mí me gustaban. Me jodia pensar que la leche del otro quizás le corría piernas abajo en aquel momento, me ponía nervioso.

– Santo Dios -murmuró ella-, ¿qué te ha cogido?

– Tengo que estar tranquilo para terminar mi novela -le dije-. Y ya no voy a servirte para gran cosa.

Ella iba a abrir la boca pero le corté la palabra:

– Oye -le dije-, no tengo ganas de discutir contigo. Me fastidias. Ahora voy a tratar de dormir.

Cerré la puerta en serio, fui a sentarme a la cocina y me liquidé varias cervezas en silencio. Es duro perder a una chica, es duro ver que algo se ha roto. Había pasado un día duro.

Me levanté y fui a abrir la puerta. Ella seguía allí, y habría jurado que no se había movido ni un centímetro.

– Que quede bien claro -le dije-. REALMENTE no tengo ganas de hablar contigo.

La dejé entrar. Desapareció en el cuarto de baño sin decir ni una palabra y yo me dediqué a mirar por la ventana. Oí que corría el agua de la ducha. Sin dinero, sin inspiración, sin mujer, levantado a las cuatro de la madrugada sin sentir la menor chispa de vida, oh baby, qué puto mundo sin piedad, ¿estás verdaderamente seguro de que Todo está en Todo?

Cuando salí, seguía corriendo el agua de la ducha y el día se levantaba. Me puse al volante de mi super regalo pero no experimenté ningún placer, no podía sentir placer con nada. Me sentía insensible a todo, estaba vaciado, hundido y sonado por las cervezas y el porro, y me picaban los ojos. El tiempo de removerme un poco y de encontrar las llaves bastó para que se abriera la puerta y Nina se colara en el coche. Tenía el pelo totalmente mojado y me lanzó una mirada febril. La ducha parecía haberle quitado algo la borrachera.

– Baja -le dije.

– Especie de cerdo -soltó-, ¿quién te crees que eres?

38
{"b":"101399","o":1}