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Pero, ¿por qué te escribo estas cosas? Aunque todos mis sentimientos son reales y tú probablemente disciernes o sientes también lo que digo y por qué siento la necesidad de decirlo…

un sentimiento de misterio y encanto; pero, como le dije tantas veces, no bastante detallado, los detalles son lo que le da vida, insisto, debes decir todo lo que te pasa por la imaginación, no te contengas, no analices ni nada por el estilo a medida que lo dices, dilo todo. «Es justamente» (digo ahora mientras leo la carta) «un ejemplo típico… pero no importa, no es más que una chiquilla en realidad…»

La imagen que me he formado de ti ahora es extraña…

(Veo el retoño de esa afirmación, se balancea en el árbol.)

Siento una distancia que me separa de ti, que tú también deberías sentir y que me ofrece una imagen tuya cálida y amistosa…

y luego inserta, con letra más chica,

(y amante)

probablemente para evitar que yo me sienta deprimido al ver en una carta de amor solamente la palabra «amistosa»; paro toda esa frase complicada, más complicada todavía por el hecho de venir presentada en su forma escrita original bajo las tachaduras y los agregados de una corrección, que no es tan interesante para mí, naturalmente; y la corrección es

Siento una distancia que me separa de ti que tú también deberías sentir con imágenes tuyas cálidas y amistosas (y amantes) y a causa de las ansiedades que experimentamos, pero de las cuales no hablamos, nunca en realidad, y que son también similares…

una comunicación escrita que de pronto, por alguna misteriosa majestad de su pluma, hace que sienta piedad de mí mismo, al verme perdido como ella en el mar sufriente e ignorante de la vida humana, y sintiéndome distante de ella, que es la que debería estar más cerca y sin saber (no, no podré saberlo en este mundo) por qué la distancia es en cambio el sentimiento, ella y yo enredados y perdidos en él, como debajo del mar…

Me voy a dormir para soñar, para despertar…

mención de nuestra costumbre de anotar los sueños o de contárnoslos al despertar, todos esos extraños sueños, en verdad, y (como se verá después) las comunicaciones mentales que establecimos, enviándonos imágenes telepáticas con los ojos juntos, lo que demuestra que todos los pensamientos se encuentran en la araña de cristal de la eternidad -Jim- y sin embargo me gusta también el ritmo de «para soñar, para despertar», y me felicito, en mi escritorio doméstico y metafísico, por el hecho de tener por lo menos una amante rítmica…

Tu cara es muy hermosa y me gusta verla como la veo ahora…

o sea ecos de lo que dijo esa muchacha de Nueva York y que ahora, viniendo de la humilde y sumisa Mardou, no me resulta tan increíble y para decir verdad empiezo a pavonearme y a creerlo (¡Oh, humilde papel de cartas, oh, la vez que estaba sentado en un tronco cerca del aeropuerto de Idlewild en Nueva York y contemplaba el helicóptero que llegaba con la correspondencia, y mientras lo miraba vi la sonrisa de todos los ángeles de la tierra que habían escrito las cartas amontonadas en el depósito del aparato, las sonrisas de esos ángeles, y más específicamente la de mi madre, que se inclinaba sobre el tierno papel y la pluma para comunicarse por correo con su hijo, la sonrisa angélica, las sonrisas de los obreros en las fábricas, la beatitud de esa sonrisa, amplia como el mundo, y el valor y la belleza que se leen en ella, aunque yo no merezca ni siquiera el reconocer un hecho semejante, después de haber tratado a Mardou como la he tratado!); (¡oh, perdonadme, ángeles del cielo y de la tierra… hasta Ross Wallenstein irá un día al cielo!)…

Perdóname las conjunciones y los dobles infinitivos y lo que me callo…

y nuevamente me impresiona, y pienso que también ella, por primera vez, tiene conciencia de estar escribiendo a un escritor…

No sé realmente qué quería decirte pero deseo que recibas alguna palabra mía este miércoles por la mañana…

pero el correo me la trajo con retraso, después de habernos visto, haciendo que la carta perdiera su impacto…

Somos como dos animales que se refugian en sus agujeros oscuros y cálidos y viven a solas sus dolores…

ya que en esa época mi mundo ideal de compañía (después de haberme hartado y arqueado de los borrachos de la ciudad) era una cabana en el centro mismo de los bosques de Mississippí, y Mardou conmigo, al diablo los antinegros, los linchadores, de modo que le contesté: «Espero que con esa frase (animales que se refugian en sus agujeros oscuros y cálidos) hayas querido decir que después de lodo eres la mujer realmente capaz de vivir conmigo en las profundas soledades del bosque, por fin, y al mismo tiempo crear los resplandecientes Parises (ahí está) y envejecer a mi lado en mi refugio de paz» (viéndome de pronto como William Blake con su sumisa mujer en el centro de Londres, al alba, bajo el rocío, y llega Crabbe Robinson con un nuevo encargo de trabajo para grabar, pero Blake está absorto en la visión del Cordero, ante los restos de la mesa del desayuno). ¡Ah, lamentable Mardou, y jamás una idea semejante latirá en tu frente, para poder besarla, el dolor de tu propio orgullo! Y balsta de vagas frases románticas al estilo del siglo pasado, los detalles son todo (uno puede comportarse como un estúpido y hacerse el grandioso y el tipo dominador, al estilo del siglo diecinueve, con una mujer; pero no le servirá de nada cuando llegue el momento de ajustar cuentas, la muchacha se saldrá finalmente con la suya, lo lleva oculto en los ojos, su futuro triunfo y su fuerza futura, y de los labios de él sólo se oirá «por supuesto, amor»). Sus palabras de despedida son un hermoso pastiche o pastel, con:

Escríbeme cualquier cosa Por Fabor (mal escrito). Cuídate, Tu Amiga, Y todo mi cariño, Y Oh (encima de una especie de tachaduras para siempre indescifrable y muchas X que significan naturalmente besos). Y Cariños para Ti MARDOll (subrayado). Y lo más raro de todo, lo más explicable, en medio de todo, con un círculo alrededor, la palabra porfabor, que era su última súplica aunque ninguno de los dos lo sabía. Y contesto esta carta con un torpe, falso, grosero impulso, causado por la rabia que me produce el incidente del carrito.

(Y hoy esta carta es mi última esperanza.)

El incidente del carrito empezó, como de costumbre, en el Mask y en el bar de Dante, bebiendo; había dejado el trabajo para ir a visitar a Mardou, teníamos ganas de beber ese día; no sé por qué, de pronto tuve deseos de beber un vino rojo de borgoña que había probado con Frank y Adam y Yuri el domingo antes; otro incidente (y éste muy principal) digno de mención había sido -pero se trata del nudo de la cuestión- el sueño. ¡Oh, ese maldito sueño! En el cual aparecía un carrito, y todo lo demás también profetizado. Y también había sido después de una noche de borrachera, la noche del muchacho faunesco de la camisa colorada, en cuya ocasión todo el mundo me dijo, después por supuesto, «Te has puesto en ridículo, Leo, te estás creando en la Playa una tremenda reputación de invertido pegado a los pantalones de los peores prostitutas». «Pero si sólo quería estar con él para estudiarlo.» «Sea como fuere» (Adam), «realmente». Y Frank: «Te estás creando realmente una horrible reputación». Yo: «No me importa, te acuerdas de 1948 cuando Sylvester Strauss el compositor pederasta se enojó conmigo porque yo no quería acostarme con él en pago por haber leído mi novela y haberla recomendado a la editorial, y me gritó "Sé muy bien quién eres, conozco tu reputación". "¿Qué?" "Todos saben que tú y ese tipo Sam Vedder os paseáis por la Playa buscando marineros y les dais drogas y él lo hace solamente para llevárselos a la cama, sé todo lo que se dice acerca de ti". "¿Y dónde has oído este cuento fantástico", ya conoces la historia, Frank».

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