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– Pero ¿qué piensa ella de esto? -grité casi desesperado. ¡Había pensado tantas cosas idealistas de aquella chica el año anterior! Y había dado muchísimas vueltas al asunto de si estaba bien que me la tirara, porque era tan joven y todo lo demás.

– ¡Oh, es delicioso! -dijo Princess-. Ven y haz la prueba.

– Pero yo no puedo sentarme así. -Japhy estaba sentado en la posición del loto, que es como se llama, con los tobillos encima de los muslos. Alvah estaba sentado sobre el colchón y trataba de hacer lo mismo. Finalmente, las piernas de Japhy empezaron a dolerle y se extendió sobre el colchón donde ambos, él y Alvah, empezaron a explorar el territorio. Todavía no podía creerlo.

– Quítate la ropa y ven aquí con nosotros, Smith.

Pero aparte de todos mis sentimientos hacia Princess, estaba el año de celibato que había pasado creyendo que la lujuria era la causa directa del nacimiento, que era la causa directa del sufrimiento y la muerte y no miento si digo que había llegado a un punto en el que consideraba los impulsos sexuales ofensivos y hasta crueles.

"Las mujeres guapas cavan las sepulturas", me decía siempre que volvía la cabeza involuntariamente para observar a las incomparables bellezas indias de México. Y la ausencia de impulsos sexuales activos también me había proporcionado una nueva vida pacífica con la que disfrutaba muchísimo. Pero aquello era demasiado. Todavía me asustaba tener que desnudarme; además, nunca me había gustado hacerlo ante más de una persona, especialmente con hombres alrededor. Pero a Japhy todo esto se la traía floja y en seguida estaba haciéndoselo pasar a Princess a base de bien y pronto. Le llegó el turno a Alvah (con sus enormes ojos fijos en la luz roja, y tan serio leyendo poemas un minuto antes). Así que dije:

– ¿Qué os parece si me dedico a trabajarle el brazo?

– ¡Adelante, muy bien! -Y lo hice, tumbándome en el suelo completamente vestido y besándole la mano, luego la muñeca, luego seguí subiendo por el brazo, y ella se reía y casi lloraba de gusto con todas las partes de su cuerpo trabajadas a fondo. Todo el pacífico celibato de mi budismo se estaba yendo por el desagüe.

– Smith, desconfío de cualquier tipo de budismo o de cualquier filosofía o sistema social que rechace el sexo -dijo Japhy, muy serio y consciente ahora que estaba satisfecho y se sentaba desnudo y con las piernas cruzadas en el colchón y se liaba un pitillo de Bull Durham (lo cual constituía parte de su vida "sencilla"). La cosa terminó con todos desnudos y haciendo alegremente café en la cocina y Princess sentada en el suelo con las rodillas cogidas con los brazos sin ningún motivo, sólo por hacerlo; después terminamos por bañarnos los dos juntos y oíamos a Alvah y a Japhy en la otra habitación discutiendo de orgías lunáticas de amor libre zen.

– Oye, Princess, deberíamos hacerlo todos los jueves por la noche -gritó Japhy-. Será una función regular.

– ¡Sí, sí! -gritó a su vez Princess desde la bañera. Decía que le gustaba mucho hacerlo y añadió-: ¿Sabes? Me siento como la madre de todas las cosas y tengo que cuidar de mis hijitos.

– También eres una cosa muy preciosa.

– Pero soy la vieja madre de la tierra, soy una bodhisattva. -Estaba un poco chiflada, pero cuando la oí decir "bodhisattva" comprendí que también ella quería ser una gran budista como Japhy, y al ser una mujer no tenía otro modo de expresarlo que así, con aquel acto tradicionalmente enraizado en la ceremonia yabyum del budismo tibetano. Así que todo estaba bien.

Alvah lo había pasado muy bien y estaba a favor de la idea de "todos los jueves por la noche", y yo lo mismo.

– Alvah, Princess dice que es una bodhisattva. -Claro que lo es.

– Dice que es la madre de todos nosotros.

– Las mujeres bodhisattvas del Tibet y ciertas zonas de la antigua India -dijo Japhy,- eran llevadas y utilizadas como concubinas sagradas de los templos y a veces de cuevas rituales y hacían méritos y meditaban. Todos ellos, hombres y mujeres, meditaban, ayunaban, jodían así, volvían a comer, bebían, hablaban, peregrinaban, vivían en viharas durante la estación de las lluvias y al aire libre en la seca, y no se preguntaban qué hacer con el sexo, que es algo que siempre me ha gustado de las religiones orientales. Y lo que siempre he intentado saber de los indios de nuestro país… Sabéis, cuando era niño en Oregón no me sentía norteamericano en absoluto, con todos esos ideales de casa en las afueras y represión sexual y esa tremenda censura gris de la prensa de cuanto son valores humanos, y cuando descubrí el budismo de repente sentí que había vivido otra vida anterior hacía innumerables años y ahora debido a faltas y pecados de esa vida se me había degradado a un tipo de existencia más penoso y mi karma era nacer en Norteamérica, donde nadie se divierte ni cree en nada, y menos que nada en la libertad. Por eso me gustan siempre los movimientos libertarios, como el anarquismo del Noroeste, los viejos héroes de la Matanza de Everett y todos…

La cosa siguió con apasionadas discusiones acerca de todos estos temas y finalmente Princess se vistió y se fue a casa en bicicleta con Japhy, y Alvah y yo nos quedamos sentados uno frente al otro bajo la tenue luz roja.

– Ya te habrás dado cuenta, Ray, de que Japhy es realmente agudo… De hecho es el tío más agudo y rebelde y loco que he conocido nunca. Y lo que más me gusta de él es que es el gran héroe de la Costa Oeste; sabes que llevo aquí dos años y nunca había conocido a nadie con una inteligencia auténticamente iluminada. Casi había perdido las esperanzas en la Costa Oeste. Y además, está su formación oriental, su Pound; toma peyote y tiene visiones, sube montañas y es un bhiku… ¡Claro! Japhy Ryder es un grande y nuevo héroe de la cultura norteamericana.

– ¡Está loco! -asentí-. Y otra de las cosas que me gustan de él son esos momentos tranquilos y melancólicos en los que no habla casi nada…

– Sí, me pregunto qué será de él al final.

– Creo que terminará como Han Chan viviendo solo en la montaña y escribiendo poemas en las paredes de los riscos o recitándoselos a multitudes reunidas a la entrada de su cueva.

– O quizá vaya a Hollywood y sea una estrella de cine. ¿Sabes lo que me dijo el otro día? "Alvah, ya sabes que jamás he pensado en hacer películas y convertirme en una estrella. Puedo hacer de todo, pero eso no lo he intentado todavía." Y yo creo que puede hacer de todo. ¿Te has fijado en el modo en que tiene enrollada a Princess?

– Naturalmente.

Y esa misma noche más tarde, mientras Alvah dormía, me senté bajo el árbol de la entrada y miré las estrellas y luego cerré los ojos para meditar tratando de tranquilizarme y volver a mi ser habitual.

Alvah no podía dormir y salió y se tumbó en la hierba mirando el cielo, y dijo:

– Grandes nubes de vapor cruzan la oscuridad, lo que me hace comprender que vivimos en un auténtico planeta. -Cierra los ojos y verás mucho más que eso.

– ¡Vaya, hombre! No consigo saber lo que quieres decir con todas esas cosas -añadió, enfadado.

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