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Farnesio para representar a la Virgen o a las santas? ¿Acaso el gran Giotto o Masaccio no recurrieron a modelos reales para encarnar historias evangélicas? ¿Para qué una Doctrina de las Imágenes como la que tú le pides a la Iglesia?

– Se dice que cada vez que su santidad pasa ante un cuadro en el que aparece Giulia Farnesio se arrodilla o se persigna.

– Me arrodillo o persigno ante la Virgen o ante santa Catalina, no ante Giulia Farnesio.

– Se habla de un pasadizo secreto que comunica el Vaticano con el lugar de encuentro con Giulia Farnesio.

– Tú conoces ese pasadizo, bajo la Capilla Sixtina, que está ahí para cualquier emergencia. Roma no es un lugar seguro, ni siquiera para el papa.

– También se reprocha que su santidad haya llenado las estancias vaticanas con la estampa del buey, y se interpreta como signo de paganismo. El buey Apis.

– Según mis cortas luces en mitología, Burcardo, los egipcios fueron los maestros de simbología de Moisés. ¿Era hereje la simbología de Moisés? Si recorres las estancias Borja sólo verás exaltación de los valores evangélicos o bíblicos, aunque sibilas y profetas anunciaran la llegada de Cristo.

– Se dice…

– ¡Se dice! ¿Quién lo dice?

– Es grave que se presuma en su santidad una aplicación de la Cábala judía mediante la síntesis de elementos culturales cristianos, judíos, paganos, a la manera del peligroso Pico della Mirandola, partidario de declarar la Cábala como parte de la Revelación. Eso se suma a la prevención de judaísmo…

– Sé que se me llama "marrano" porque he acogido en Roma a los judíos que los reyes de Aragón y de Castilla, Fernando e Isabel, han expulsado, siguiendo el consejo del tétrico Cisneros, confesor de Isabel. ¿Qué son esos judíos?

Médicos, abogados, astrólogos, profesionales que necesitamos.

– Prestamistas.

– También necesitamos dinero, si queremos organizar un ejército del Vaticano que disuada las rebeliones de los involucionistas señores feudales o los apetitos de franceses y españoles. La alianza con los Sforza ha sido un fiasco y mi yerno un pusilánime que no moverá un dedo contra los franceses.

Ha huido a su tierra y me acusa de toda clase de agravios. Según parece le inspiro pavor. Necesitamos formar una liga antifrancesa con otras ciudades y sobre todo con la República de Venecia. Eso cuesta dinero. Te agradezco que trates de protegerme de los demás, pero no me protejas de mí mismo.

Mas no es posible seguir la conversación porque llegan gritos y alborozos desde el patio interior y se asoma a los ventanales el papa para descubrir el motivo, sin que Burcardo se atreva a ponerse a su lado.

– Mira, Burcardo, es César.

Está jugando al toro.

A caballo, César burla al toro, finge dejarse atrapar, luego se escapa, se inclina para tocarle la testuz, cogerle por la cola. Le ríen las gracias su corte de seguidores y damas asomadas a las ventanas. Desciende César del caballo y desenfunda la espada. Espera la arremetida del animal con los brazos en alto armados por el espadón, deja pasar a la bestia y a continuación la decapita en dos tiempos, el primer golpe detiene la carrera del animal y le obliga a ponerse de rodillas. El segundo desprende la cabeza e instantes después César la alza ensangrentada hacia la ventana donde su padre ha trocado la expresión de entusiasmo por la de disgusto. No así Burcardo, que parece fascinado ante el cabezón del que cuelgan barbas de sangre.

Savonarola se ha subido a un pedestal sin estatua y clava su barbilla en el aire, puros ángulos agudos sus rasgos y sus gestos, como si tratara de agredir el espacio en el que se inserta como una cuchillada.

– ¡Sabed, florentinos, que las tropas de Carlos Viii, rey de Francia, van a entrar en la ciudad, y bendito sea Dios porque Carlos Viii, el Nuevo Ciro, será el instrumento contra el Anticristo que vive con figura de papa de Roma en la sede de Pedro!

Roma iguala en sus pecados a Nínive o a Babilonia y las rameras del papa han dejado el santo lugar lleno de huevos de la serpiente, crías de Satanás. Hay que volver a la sencillez de la vida cristiana, imitando las costumbres y la vida de Cristo, un Cristo pobre.

¡Una vida cristiana que no puede fundarse en los sentidos naturales, sino en la luz natural de la razón avalada por la Revelación y con el fin de perpetuar el estado de Gracia! ¡Necesitamos un concilio que aleje al Anticristo de la silla de Pedro!

Se despega Maquiavelo de la multitud que sigue el sermón de Savonarola y encuentra la complicidad de un hombre principal vestido de peregrino.

– Cuanto más le escucho más dudo.

Lo ha dicho Maquiavelo y el peregrino finge sorpresa.

– ¿Duda de la santidad de Savonarola?

– Dudo de la eficacia de lo que dice. Tiene discurso para una revolución, pero sólo cuenta con palabras para impulsarla.

– Y con las tropas del rey de Francia.

– Savonarola cuenta con las tropas de Carlos Viii, pero Carlos Viii no cuenta con Savonarola. Es un comparsa para los sueños de anexión de los bárbaros.

– ¿Otra vez los bárbaros?

– A Carlos Viii le llaman el Rey Pequeño y le gastan muchas bromas por el lema de su bandera "Misso a Deo". Pero es un rey pequeño, posiblemente enviado por Dios como instrumento de los bárbaros. La Historia ha construido un statu quo ciudadano en Italia, cada ciudad un sistema, un universo que aspira a reconstruir el universo de la Roma clásica, una razón y en su conjunto una trama hacia una Italia posible, futura, heredera del saber de Roma, tal como se ha esbozado en los últimos doscientos años de sueños del humanismo. Pero están llegando otra vez los bárbaros.

– ¿Los turcos?

– Los franceses, los aragoneses, los castellanos y hasta los suizos se han armado y son los mercenarios más salvajes y amenazadores. ¿Quién va a pararlos? ¿Savonarola? Solamente es un profeta desarmado.

– Un profeta desarmado. Bien visto. ¿Con quién tengo el honor de hablar?

– No son tiempos para confesar identidades, ¿con quién hablo yo, primero?

– El peregrino Remulins, de Cataluña.

Se ríe Maquiavelo.

– Más Remulins que peregrino porque a pesar de la distancia sabemos en Florencia quién es quién en la corte del papa y usted es hombre tan de su confianza como su médico, igualmente catalán.

– Y yo, si no me equivoco, hablo con Nicolás Maquiavelo, hombre escuchado por el gobierno de la ciudad.

– Lo soy pero no sé por cuánto tiempo. Entre Savonarola y los franceses matarán la república. La caída de los Medicis ha significado la oportunidad de traer la república y entre todos la estamos matando. Los Medicis eran truculentos y despóticos pero a veces magníficos. ¿No fueron los Medicis

quienes financiaron a Ghiberti durante cincuenta años para que hiciera unas puertas, las del Baptisterio? ¿Quién puede discutir que la Florencia de Lorenzo el Magnífico creó los mejores brillos culturales desde el siglo de Augusto? En su tiempo, Florencia estaba llena de estudiosos de toda Europa. En cambio, Savonarola y los anti-Savonarola son mediocres, mezquinos, pequeños, beatos. ¿Ha llegado a Roma noticia de la "hoguera de las vanidades"? Retrata a Savonarola y a los suyos. Organizaron una hoguera purificadora para que los florentinos echaran en ella todas sus vanidades y así hicieron.

¿Qué arrojaron a las llamas? Pelucas, barbas postizas, caretas de carnaval, cartas, dados, espejos, perfumes, abalorios, libros, retratos de hermosas damas y hasta algunos artistas quemaron sus obras "licenciosas", como Baccio della Porta o Lorenzo de Credi. Pero a pesar de todo yo prefiero la república, y frente a Julio César, yo estoy con Casio y Bruto.

– Yo he buscado el encuentro con usted.

– Yo no lo rechazo, pero no en plena calle.

Caminan los dos hombres hasta hallarse a cubierto y propone Maquiavelo ser seguido hasta los escalones que llevan a un salón de taberna dominado por una mesa, vasos de vino y hombres reunidos.

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