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– ¿Qué hago con el marinado, jefe? ¿A quién se lo aplico? ¿Al foie o a las hierbas?

– Sospecho que debe ir sobre las verduras, porque si no, ¿qué pinta la sal gruesa sobre el foie?

– Haré pruebas, jefe.

– ¿Por qué no telefoneas al autor?

Nunca creyó que Biscuter le hiciera caso, pero al rato ya había localizado el teléfono del restaurante del Museo Guggenheim utilizando su Biblia gastronómica actual, La guía de la gastronomía 2000 de un tal Rafael García Santos y no mucho después debatía con el cocinero en directo. Así que el marinado es para las verduras, de cajón, don Bixente, de cajón, disculpe a un amateur que le haya molestado en tan señalada noche. Luego Biscuter se frotaba las manos.

– La juventud nos empuja, jefe. Este plato no se le habría ocurrido a usted.

Charo llegó cargada de turrones, barquillos y mantecados así como de botellas de moscatel de Ribesaltes, al que dijo haberse aficionado durante su estancia en Andorra, y de una botella de cava magnum Milenario, porque al final del milenio había que beber cava especialmente preparado para meternos en otra dimensión.

– Entrar en otro milenio es como entrar en otro mundo. Es como llegar a Marte.

Venía dispuesta a que donde estuviera ella reinara la alegría y destapó la botella de cava Milenario sin respetar que Carvalho hubiera llenado el frigorífico de botellas de Gramona, el cava de su infancia. Al fin y al cabo la fiesta era de Biscuter y Charo y fueron ellos los que sacaron regalos para Carvalho, Biscuter pastillas combustibles para iniciar el fuego en la chimenea y Charo un extraño maletín que le ofreció con una sonrisa de complicidad.

– Las pastillas, jefe, son para que no tenga excusa para quemar libros. Arden mejor que los libros.

– ¿Quieres frustrar la parte fascista de mi alma, Biscuter?

Carvalho abría el maletín y quedaba frente al enigma de su contenido centrado en algo parecido al teclado y la pantalla de un miniordenador. Cuando se volvió hacia Charo en demanda de información ella dijo escuetamente:

– MVG 25.

Y le tendió un catálogo lleno de información sobre maletines semejantes destinados a contener equipos de vigilancia electrónica, vídeo y audio. El MVG 25 disponía de microcámara de color completamente oculta, videograbador personal y un potente micrófono estéreo escondido.

– Funciona con baterías recargables y también lo puedes tener en forma de mochila o bolso de señora, pero dudo que espíes en la montaña o que te prestes a llevar un bolso de señora.

– El año que viene me regalas un servicio de contraespionaje.

Charo estaba a prueba de sarcasmos.

– Ya lo había pensado. Tengo localizado un APC 99 que detecta cámaras ocultas, transmisores de ambiente, telefónicos, lumínicos, por subportadoras. Pero no me daban los ahorros para tanto.

Carvalho no había comprado nada para ellos y tal vez para compensar el silencio de Carvalho se lanzaron a cantar villancicos, Biscuter en catalán.

A Betlem m 'en vull anar

Vols venir tu rabada?

Vull esmorzar! .

Y Charo villancicos rancios de su infancia sureña y campesina:

Pues mi Dios ha nacido a penar

dejarle velar

Pues está desvelado por mí

déjenle dormir

que quien duerme en el sueño

se ensaya a morir.

A Carvalho le vino a la memoria un villancico morisco que había aprendido en las clases de un profesor llamado Blecua: Bailar moresquillo, con el panderillo, que el bello chequillo, es hijo de Alá… Pero sólo lo cantó mentalmente y puso la sonrisa de complicidad con la juerga que estaban montando Charo y Biscuter mientras se iba al territorio común de encuentro con Yes, un ámbito flotante y medido por las dimensiones de los dos, como si existieran en la nada, como si dieran cuerpo a la nada. Carvalho dialogaba con Yes y le explicaba la estructura del villancico con el que algún morisco converso a la fuerza trataba de que le respetaran la mención de Alá como el Dios Padre de Jesucristo. Había esperado un fin de milenio sin supersticiones ni irracionalidades y estaba rodeado de viejas y futuras religiones que le cercaban como premoniciones. Con Yes avanzaba hacia una cocina interminable donde braseaba el cordero atado con hilo de bramante y ella ponía cara de aprobación.

– Rosado. El cordero me gusta rosado.

Yes estaba completamente de acuerdo. Como estaba de acuerdo con el Sauternes que escogió para acompañar el foie de Biscuter y se sorprendió cuando propuso un tinto Soneto de la Rioja para regar el cordero al jamón. Pero al salir de la cocina Biscuter con su foie al mosto de yogur, los aplausos y las exclamaciones de Charo le devolvieron a la realidad y se zambulló en ella a través de los sabores y de la frágil alegría de sus seres queridos, tan frágil que a la cuarta copa de cava milenarista, Charo se echó a llorar y se hizo rogar hasta confesar la causa de sus males.

– Cada vez que pienso en el pobre Quimet. Lo triste que pasa las Navidades y en cambio nosotros ¡qué alegría!

– ¿Podríamos invitar a Quimet a café y a una copa, jefe?

Los ojos de Carvalho fulminaron a Biscuter, en cambio los de Charo aparecían risueños a pesar de las lágrimas.

– ¡Tienes un corazón, Biscuter! Pero Quimet se ha ido con su familia a las islas Hawai a esperar allí el nuevo milenio. De todas maneras, gracias, Biscuter. ¡Qué corazón!

– ¡Si Dios me hubiera dado tanto cerebro como corazón!

– ¿De qué Dios hablas? ¿No eras ateo?

– Soy cristiano ateo.

– Si eres ateo no puedes creer en Dios.

– Alguna ventaja ha de tener ser ateo.

Y se quedó perplejo Biscuter, perplejo consigo mismo.

– Pienso, jefe, que hay dos dioses. El que ha hecho este mundo, que es un dios malvado, pero que en algún lugar espera el dios bueno que rehará la creación y todo lo que sabemos sobre el mal le servirá para construir el bien.

– ¡Qué bonito, Biscuter!

Jaleaba Charo. Carvalho estaba molesto sin saber por qué y les dejó troceando el turrón para salir al jardín y refrescar sus ensueños. La ciudad imponía sus luminarias sobre la concreción de las tinieblas y diseñaba la ruta de la luz como una red en torno a lo mejor de sí misma. La ciudad escogida. Pronto los días empezarían a crecer contra la noche hasta la llegada del verano ypodría ir a la playa, en otro siglo, en otro milenio. Pero ¿hasta cuándo? Charo y Biscuter habían planteado un dueto ideológico en voz alta y hasta Carvalho llegaba la exhibición de su imaginación teórica sobre la muerte, el milenio que terminaba y la vida, el milenio que llegaría al cabo de siete días. Se alejó de ellos hasta llegar al límite del jardín y dirigió la vista hacia el lugar donde estaría Yes cumpliendo con sus deberes de esposa y madre amantísima o tal vez ella también había distraído un momento sus fidelidades y había buscado la presencia de Carvalho en el espacio, el territorio de la nada que les determinaba y hacía reales, el uno en función del otro. Una caricia en la mejilla le hizo volverse ilusionado por si Yes se había encarnado a su lado y le convocaba al viaje total. Pero era Charo la que le estaba acariciando la mejilla, la que le embestía suavemente con la cabeza para que le dejara un sitio en su pecho.

– ¿Por qué estamos tan tristes, Pepe?

Luego siguieron bebiendo hasta caer dormidos en las camas o en los sofás y, durante el día de Navidad, Carvalho perpetuó su estado adormilado hasta que Charo y Biscuter se fueron a aburrirse en soledad, aunque antes le arrancaron la promesa de que celebrarían juntos la Nochevieja y a cambio pudo aguardar el segundo día de Navidad, el día 26 de diciembre, como el último obstáculo que se interponía entre él y la verdad de los días laborables.

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[30] A Belén quiero ir.

¿Quieres venir, rabadán?

¡Quiero desayunar!

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