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La verdad es que fue mi culpa, el señor Pantoja me botó porque en un viaje a Borja me escapé y me case con un sargento. Hace pocos meses, para mí siglos. ¿Acaso es pecado casarse? Una de las malas cosas de ser visitadora, no se acepta a las casadas, el señor Pantoja dice que hay incompatibilidad. Eso a mí me parece un gran abuso. Ahora, te digo que en mala hora me fui a casar, Sinchi, porque Teófilo resultó medio tronado. Bueno, mejor no hablaré mal de él que está preso, y estará todavía tantos años. Hasta dicen que los pueden fusilar a él y a los otros hermanos. ¿Tú crees que hagan eso?

Mira que a mi pobre marido apenas lo he visto cuatro o cinco veces, sería para reírse si no fuera una gran tragedia. Pensar que yo lo hice hermano. Él ni siquiera se había puesto nunca a pensar en el Arca, ni en el Hermano Francisco ni en la salvación por las cruces, hasta que me conoció. Yo le hablé del Arca, yo le hice ver que era cosa de gentes buenas, algo por el bien del prójimo y no las maldades que decían los tontos, esas que tú repites, Sinchi. Pero lo que acabó de convencerlo fue conocer a los hermanos de Santa María de Nieva, nos ayudaron tanto cuando nos escapamos. Nos dieron de comer, nos prestaron plata, nos abrieron su corazón y sus casas, Sinchi. Y después, cuando Teófilo estaba preso en el cuartel, lo iban a ver, le llevaban comida todos los días. Ahí le fueron enseñando las verdades. Pero yo nunca hubiera soñado que le iba a dar tan fuerte por la religión. Figúrate que cuando salió del calabozo, yo, que arando cielo y tierra para conseguir el pasaje había ido a juntarme con él a Borja, me encontré con otro hombre. Me recibió diciéndome no puedo tocarte nunca más, voy a ser apóstol. Que si yo quería podíamos vivir juntos, aunque sólo como hermano y hermana, los apóstoles tienen que ser puros. Pero que eso sería un sufrimiento para los dos y mejor siguiera cada uno su camino, ya que eran tan distintos, él había escogido la santidad. Total, ya ves, Sinchi, me quedé sin Pantilandia y sin marido. Y apenas había regresado a Iquitos me entero que habían clavado a don Arévalo Benzas allá en Santa María de Nieva, y que Teófilo dirigió todo. Ay, Sinchi, qué impresión me hizo. Yo lo conocí al viejito, era jefe del arca del pueblo, el que más nos ayudó y nos dio tantos consejos. No creo ese cuento de los periódicos, ese que tú también repites, que Teófilo lo hizo crucificar para quedarse de jefe del arca de Santa María de Nieva. Mi marido se había vuelto santo, Sinchi, quería llegar a ser apóstol. Tiene que ser cierto lo que confesaron los hermanos, estoy segura que el viejito sintiéndose morir los llamó y les pidió que lo clavaran para acabar como Cristo, que por darle gusto lo hicieron. Pobre Teófilo, espero que no lo fusilen, me sentiría responsable, ¿no ves que yo lo metí en eso, Sinchi? Quien se iba a imaginar que terminaría así, con la religión tan adentro de su sangre. Sí, ya hablo de eso.

En fin, como te estaba contando, el señor Pantoja no me perdonó nunca mi escapada con el pobre Teófilo, no me ha dejado volver a Pantilandia, por más que le rogué tanto, y me imagino que ahora, después de lo que te he contado, sanseacabó para siempre. Pero una tiene que vivir ¿no, Sinchi? Porque otra de las prohibiciones del señor Pan Pan es hablar de Pantilandia. A nadie, ni a la familia ni a los amigos, y si a una le preguntan, negar que existe. ¿No es otro absurdo? Como si hasta las piedras no supieran en Iquitos lo que es Pantilandia y quiénes son visitadoras. Pero, qué quieres, Sinchi, cada cual con sus manías, y al señor Pantoja le sobran. No, no es cierto eso que dijiste una vez, que lleva Pantilandia con salmuera y látigo, como un negrero. Hay que ser justos.

Lo tiene todo muy organizadito, otra manía suya es el orden. Todas decíamos esto no parece bulín sino cuartel. Hace formar, pasa lista, hay que estar quietas y mudas cuando él habla. Sólo faltaba que nos tocaran corneta y nos hicieran desfilar, una gracia. Pero esas manías más bien eran chistosas y se las aguantábamos porque en lo demás era justo y buena gente. Sólo cuando se encamotó, se enamoró de la Brasileña, comenzaron las injusticias para favorecerla, por ejemplo hacía que le dieran el único camarote individual de Eva en los viajes. Lo tiene dominado, te juro. Oye, ¿vas a poner eso también? Mejor bórralo, no quiero líos con la Brasileña, es medio bruja y a lo mejor me echa mal de ojo.

Además, ya tiene un par de cadáveres a la espalda, acuérdate. Borra lo que dije de ella y del señor Pantoja, al fin y al cabo cada cristiano tiene derecho de encamo, de enamorarse de quien más le guste y lo mismo cada cristiana ¿no te parece? Yo creo que el señor Pantoja me hubiera perdonado mi escapada con Teófilo, si no le hubiera escrito esa carta a su señora, que ni se la escribí yo, se la dicté a mi prima Rosita, la maestra. Esa fue la peor metida de pata y por eso me fregué, Sinchi, yo misma me puse la puntilla. Qué quieres, estaba desesperada, muriéndome de hambre, hubiera hecho cualquier cosa para que me volviera a contratar el señor Pan Pan.

Y también quería ayudarlo a Teófilo, lo tenían al hambre en un calabozo de Borja. Es verdad que Rosita me advirtió: "Vas a hacer una locura, prima." En fin, a mí no me parecía. Se me ocurrió que podría tocarle las fibras del corazón a su esposa, que ella se compadecería, le hablaría a su marido y el señor Pantoja me recibiría de nuevo. Es la única vez que lo he visto tan furioso, parecía que me iba a matar. Yo, tonta, creyéndome que su señora le habría intercedido, que ya estaría blando, fui a verlo a Pantilandia segura que me iba a decir te perdono, una multa, a la revista médica y adentro de nuevo. Sólo le falto sacar revólver, Sinchi. Hasta lisuras me dijo, él que no acostumbra usar malas palabras. Tenía los ojos rojos, se le iba la voz, echaba espuma. Que yo le había destruido su matrimonio, que le había dado una puñalada en el corazón a su esposa, que se había desmayado su madre. Tuve que salir corriendo de Pantilandia porque creí que me iba a pegar. También, pobre ¿no, Sinchi? Su señora no sabía nada de nada, al señor Pan Pan se le descubrió el pastel con mi carta. Qué metida de pata, pero yo no soy adivina, como iba a pensar que su señora era tan inocente que no sabía haciendo qué cosa se ganaba los frejoles su marido. Hay gente cándida en el mundo ¿no? Parece que la mujer lo abandonó y se llevó la hijita a Lima. Mira qué tremenda pelotera se armó por mi culpa. Y aquí me tienes, pues, otra vez de lavandera. El Moquitos no ha querido recibirme, porque lo dejé para irme a Pantilandia. Ha puesto esa ley, si no se quedaría sin mujeres en sus casas: la que entra a trabajar donde el señor Pan Pan no vuelve nunca más a los bulines de Moquitos. Así que aquí estoy otra vez como al principio, caminando para arriba y para abajo, sin siquiera poder pagar un cafiche. Todo estaría muy bien si encima no me hubieran salido várices, mira mis pies, ¿has visto algo más hinchado, Sinchi? Y a pesar del calor tengo que andar con medias gruesas para que no se vean las venas saltadas, si no jamás levantaría un cliente. En fin, ya no sé qué más contarte, Sinchi, ya se me acabó la historia.

– Bueno, muy bien, Maclovia, efectivamente, te agradecemos tu franqueza y espontaneidad, en nombre de los radioescuchas de LA VOZ DEL SINCHI, de Radio Amazonas, quienes, estamos seguros, comprenden tu drama y se apiadan de tu suerte. Te estamos muy reconocidos por tu valiente testimonio denunciando las escabrosas actividades del Barba Azul del río Itaya, aunque no te demos la razón en creer que todas tus calamidades vienen de tu salida de Pantilandia. Nosotros pensamos que el turbio señor Pantoja, al despedirte, te hizo un gran servicio, por supuesto que sin proponérselo, dándote la oportunidad de regenerarte y volver a la vida honrada y normal, lo que esperamos desees y logres pronto. Muy buenas tardes, Maclovia.

Breves arpegios. Avisos comerciales grabados en disco y cinta: 30 segundos. Breves arpegios.

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