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Pero bueno, yo, que entonces aún no me había planteado ninguna de estas cosas de la vida y la correspondencia y andaba realmente sorprendido y muy dolido por lo de Fernanda María al abandonar Chile, opté por un mutismo epistolar vengativo y de muchos meses, lo recuerdo, aunque nada le dijera nunca a ella acerca de sus verdaderas razones. Además, le inventé una interminable gira de conciertos por Guinea Ecuatorial, o sea algo realmente imposible, creo yo. De todo esto me acuerdo con toda claridad, pero además tengo aquí sus cartas de aquellos meses, en caso de que me falle la memoria, ya que por esta época hacía un rato que Fernanda había perdido todas mis cartas en aquel asalto del que fue víctima en Oakland, California, y la fotocopia del cuadernillo que me envió se había detenido para siempre en el tiempo, con los trozos de mis respuestas a sus cartas que a ella más le gustaban.

San Salvador, 23 de agosto de 1983

Mi queridísimo Juan Manuel,

Sigo sin noticias tuyas. El correo está lentísimo.

Es como vivir en los tiempos en que las cartas iban por barco, primero, y después por mula. Espero que de alguna manera y en algún lugar te hayan llegado mis cartas, sobre todo ahora en que cada día te me vuelves más internacional y viajero. Tal vez no estés en Menorca estos días, aunque siendo verano en Europa me extraña que no te hayas tomado un descanso de tanto trote en tu nueva y aislada residencia, nunca mejor dicho. Qué ganas de saber de ti.

Hoy tuve una gran alegría al enterarme de que Charlie Boston está aquí de vacaciones. El martes voy a ir a verlo al mar, donde su familia tiene una linda casa de veraneo. Espero que Charlie me cuente algo de ti, pues sin duda anda más al corriente que yo, gracias a nuestra banda internacional de amigotes. Te sigo escribiendo al regresar de Santa Ana.

28 de agosto

Ya volví. Charlie tampoco tiene noticias tuyas. Dónde se me metió mi amor. Charlie dice que lo más probable es que andes de gira veraniega por España y el sur de Francia, de sala en sala de fiestas y esas cosas que a mí me matan de celos.

Con los días ya me estoy acostumbrando mejor aquí. En realidad ha sido mejor no encontrar trabajo tan pronto. Así tengo tiempo para ir llegando poco a poco a este ritmo de vida tan alejado de las prisas de otros lugares.

Lo de mi mamá se resolvió muy bien porque se va a ir a pasar un tiempo en California con mi hermana María Cecilia, y a su regreso buscará una nueva casa de alquiler, más acorde con los tiempos que corren.

Además, para entonces ya estará aquí la Susy, que en diciembre tendrá un bebe parisino y después se viene a pasar una temporada aquí con compañero incluido. Como ves, la gente no cesa de moverse… Ojalá pronto recibas ésta. Cuéntame de tu verano.

Te abrazo mucho,

Fernanda

San Salvador, 28 de septiembre de 1983

Muy querido Juan Manuel,

Extrañada estoy, y triste, porque no me has escrito. Espero que no te esté pasando nada malo. ¿Recibiste mi dirección?: 34 Calle San Andrés – 1106. San Salvador.

¿Cómo estás? Por favor.

Tuya,

Fernanda

Sólo una anotación, o mejor dicho una constatación, a la cual ya debo haberme referido anteriormente, estoy seguro, pero es que hasta hoy me resulta sorprendente. Jamás he conocido una persona que se mudara tanto como Fernanda María. Las agendas que he tenido a lo largo de los años dan fe de ello. Y bueno, creo que también debo mencionar la vergüenza y la pena que aún siento por no haberle respondido una vez más a Mía. Me imagino que lo de su tristeza chilena continuaba afectándome, pero en todo caso ahí va esta carta suya:

San Salvador, 30 de octubre de 1983

Mi queridísimo Juan Manuel,

Pasan los días y sigo sin noticias tuyas. A veces me preocupo y pienso que algo te ha pasado. A veces me da cólera y te mando a la mierda. ¿Qué será lo que pasó? No puedo creer que ya no tengo tu amor y tu amistad. Me parece tan horrible. A lo mejor te enamoraste y te casaste, o caíste enfermo, o quizás hasta muerto estás. Sea como sea, tu ausencia me pesa. Ojalá muy pronto sepa de ti.

A mí me va mejor. En enero me han ofrecido clases en la universidad, en el rectorado. Por ahora, clases de inglés y francés en un colegio de monjas.

¿Sabes lo que supe hace dos días por mi mamá? Que al salir del bachillerato en Estados Unidos la directora del colegio la llamó para decirle que tenía beca disponible para mí, para cualquier carrera universitaria en Berkeley, Stanford, la Universidad de California en Los Ángeles y qué sé yo qué larga lista más. Ella ya ni se acuerda, en todo caso. Y además no aceptó ni me dijo nada hasta ahorita.

¡Mierda!

Cuando pienso en eso, y en nuestros casi encuentros, creo que mi vida ha sido una serie de desencuentros que esta vez me han traído aquí, casi a nada. Pero lentamente tendré que salir de alguna manera. Fíjate que cuando mi mamá me contó eso, estuve casi segura de que lo nuestro se fue al diablo. Parece ser que cada vez que me acerco a algo bueno, por algún motivo se malogra.

¡Y mierda y más mierda!

Ya me puse pesimista nuevamente. O sea que mejor te puteo de una buena vez. Eso a lo mejor me da ánimos, ¿no crees? ¡Qué curiosidad tan grande! ¿Qué te puede haber pasado que no escribes?

Te odio,

Fernanda

Y bueno, por fin:

San Salvador, 10 de noviembre de 1983

Mi querido Juan Manuel Carpio,

¡Dios bendiga las botas del cartero que me trajo esta mañana tu tan esperada carta!

Si supieras mi amado amigo lo indispensable que resultas, aunque sea con tinta negra. No te imaginas lo que te he extrañado y odiado y vuelto a extrañar y a odiar. Y ahora te ruego disculparme la falta de fe y de confianza, pero la verdad es que sólo a ti se te ocurre irte a dar una serie de conciertos a un paisito africano que a lo mejor ni correo tiene, por lo que me cuentas. Bueno, la vida del artista es así, lo sé y lo entiendo muy bien y hasta te felicito porque cada vez se te conoce y escucha más, pero creo que en adelante deberías ponerme en autos, como quien dice, antes de meterte en uno de esos aviones de la Primera Guerra Mundial y jugarte el pellejo. Francamente creo que una tiene el derecho de ser avisada.

Durante tu ausencia me hizo mucha falta tu cariño, que siempre he sentido rodeándome. Tu desaparición me dejó un gran vacío. Pasan los años, pasan los lustros, pero tu amistad y tu amor significan siempre mucho para mí.

En estos días he empezado a sentirme mucho mejor de todo. En parte por tu reaparición, pero también porque siento que he regresado a mi pueblón, hundiéndome en él como nunca, viéndolo con más claridad ahora que está feo y tan gravemente herido, pueblón de mierda lleno de defectos. Me siento muy bien andando por sus calles, hablando, volviendo a escribir y a dibujar; en fin, no haciendo nada, pero no haciendo nada aquí, sí, aquí donde hasta los muertos me conocen.

Claro que con todo este revoltijo hay mucha gente que falta, que se ha ido, que se ha muerto, y otra gente nueva ha aparecido que no nos quiere mucho. Pero siempre hay algún entendimiento.

Bueno, ya estás de regreso, en estas cartas nuestras que es lo único que poseemos juntos, y que siempre me hacen sentir que mi amistad por ti es sólida como Gibraltar. Úsala siempre para lo que necesites. Just for the pleasure of your company, que me llena tanto. No son muchas las gentes que uno encuentra cuya presencia es tan buena, parte de uno, como tú.

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