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– Hablé con él antes de venir aquí. Y él no le dio heno al caballo.

– Las personas muertas no dan de comer a sus caballos -dijo Kurt Wallander-. ¿Quién lo hizo?

Norén se levantó.

– Parece extraño -dijo-. Primero matas a una persona. Después intentas estrangular a otra. Y luego te vas a la cuadra y le echas de comer al caballo. ¿Quién coño hace algo tan raro?

– No -replicó Kurt Wallander-. ¿Quién hace eso?

– Tal vez no signifique nada -dijo Norén.

– O al revés -contestó Wallander-. Me alegro de que hayas venido a explicármelo.

Norén se despidió y se fue.

Kurt Wallander se quedó pensando en lo que acababa de oír.

La intuición que lo había rondado mostraba ser verdadera. Con aquel caballo pasaba algo.

El teléfono interrumpió sus pensamientos.

Era otro periodista que quería hablar con él.

A la una menos cuarto dejó la comisaría. Iba a visitar a un viejo amigo al que no había visto en muchos, muchos años.

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