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Estaba equivocado, muy equivocado al tratar de negar lo que era evidente y te ruego que me perdones. Como el viajero cauto, traté de protegerme del viento y sólo logré perder mi alma. Fui un tonto al no hacer caso de mi destino, pero hasta los tontos tenemos sentimientos y me he dado cuenta de que tú eres lo más importante que tengo en este mundo.

He cometido más errores en los pasados meses de los que algunas personas cometen en toda su vida. Me equivoqué al actuar como lo hice cuando encontré las cartas, del mismo modo en que me equivoqué al ocultar la verdad de lo que estaba ocurriéndome en relación con mi pasado. Pero en lo que más me equivoqué fue al negar lo que está claro en mi corazón: que no puedo vivir sin ti.

Lo que más deseo en esta vida es que me des otra oportunidad. Como tal vez supongas, espero que esta botella obre su magia, igual que lo hizo antes, y de alguna manera logre que volvamos a reunirnos.

Durante los primeros días después de que te marchaste quise creer que podía seguir viviendo como siempre, pero no fue así. Cada vez que veía ponerse el Sol pensaba en ti y en los maravillosos momentos que pasamos juntos. El corazón sabía que mi vida nunca volvería a ser la misma. Quería que regresaras más de lo que pensé que fuera posible, pero siempre que pensaba en ti seguía oyendo tus palabras en nuestra última conversación. Sin importar cuánto te amara, sabía que nada sería posible a menos que nosotros, los dos, estuviéramos seguros de que yo podía comprometerme por completo con el sendero por delante. Seguí preocupado con estas ideas hasta que anoche, muy tarde, la respuesta vino por fin a mí.

En un sueño me vi en la playa con Catherine, en el mismo lugar al que te llevé después de aquella vez que comimos en Hank’s. El Sol brillaba y sus rayos se reflejaban, deslumbrantes, en la arena. Caminamos por la playa, uno junto al otro y ella escuchó con atención mientras le hablaba de ti, de nosotros, de los momentos maravillosos que compartimos. Después de algunos titubeos admití que te amaba, pero que me sentía culpable al respecto. Ella no dijo nada, sino que siguió caminando, hasta que por fin se volvió y me preguntó: “¿Por qué?”

– Por ti.

Al oír mi respuesta ella me sonrió con un gesto condescendiente y divertido, como solía hacerlo antes de morir.

– ¡Oh, Garrett! -me dijo mientras me tocaba el rostro con suavidad-. ¿Quién crees que le llevó la botella?

Theresa dejó de leer.

¿Quién crees que le llevó la botella?

Se retrepó en la silla, cerró los ojos con fuerza y trató de contener las lágrimas.

– Garrett -murmuró-. Garrett…

Podía oír el ruido de los autos que pasaban al otro lado de la ventana. Poco a poco comenzó a leer de nuevo.

Cuando desperté me sentí vacío y solo. El sueño hizo que algo me doliera por dentro por lo que yo le había hecho a nuestra relación, y me puse a llorar. Cuando logré controlarme escribí dos cartas: la que tienes en las manos en este momento y una para Catherine en la que por fin me despido de ella. Hoy iré en el Happenstance a enviarla. Catherine, a su manera, me dijo que debía continuar con mi vida y he escogido hacerle caso. No sólo a sus palabras, sino a las inclinaciones de mi propio corazón que me conducen siempre hacia ti.

¡Oh, Theresa! Lo siento, lamento mucho haberte herido. Iré a Boston la semana entrante con la esperanza de que encuentres la manera de perdonarme.

Theresa, te amo, y siempre te amaré. Estoy cansado de estar solo. Cuando veo niños que lloran y ríen mientras juegan en la arena me doy cuenta de que quiero tener hijos contigo. Quiero ver a Kevin crecer y convertirse en hombre. Si me lo pides, me mudaré a Boston, porque no puedo seguir de esta manera. Sin ti me siento terriblemente enfermo y triste. Mientras estoy aquí sentado, en la cocina, rezo para que me dejes volver contigo, esta vez para siempre.

Garrett

Caía la noche y el cielo gris se volvía negro con rapidez. Aunque había leído la carta miles de veces, seguía despertando en ella los mismos sentimientos que la primera vez. Durante meses esos sentimientos la perseguían a cada momento.

Sentada en la playa, volvió a enrollar la carta y con mucho cuidado la ató con un cordón y la devolvió a la botella. Al llegar a casa volvería a colocarla en su mesa de noche, donde siempre la tenía. Por la noche, cuando el brillo de las luces de la ciudad entraba a su habitación, la botella destellaba en la oscuridad y era lo último que veía antes de dormir.

Luego tomó las fotografías que le dio Jeb. Después de regresar de Wilmington las había observado una por una. Cuando las manos comenzaron a temblarle, decidió colocarlas en el cajón y no volver a mirarlas.

Sin embargo, en ese momento volvió a verlas y encontró la que le habían tomado a Garrett en el porche trasero. La sostuvo frente a ella y recordó todo sobre él: cómo se veía, cómo se movía, su sonrisa fácil, las arrugas que le rodeaban los ojos.

Desde el funeral se había mantenido en contacto esporádico con Jeb. Le había dicho que descubrió por qué Garrett había en el Happenstance aquel día y los dos terminaron llorando el teléfono. Conforme los meses pasaban, sin embargo, fueron capaces de mencionar su nombre sin lágrimas.

Una llamada telefónica de Jeb tres semanas antes fue lo que la llevó de vuelta a Cape Cod. Cuando oyó que su voz amable le sugería tranquilamente que había llegado el momento de seguir con su vida, los muros que había construido a su alrededor para protegerse comenzaron a desmoronarse. Lloró la mayor parte de la noche, pero a la mañana siguiente sabía lo que tenía que hacer.

Ahora, de pie en la playa, se preguntó si alguien la vería. Miró a un lado y al otro, pero el lugar estaba desierto. Sólo el mar parecía moverse y a ella le atraía su furia. Lo miró largo rato mientras pensaba en Garrett.

Lo amó. Siempre lo amaría. Lo supo desde el momento en que lo vio en los muelles y lo sabía ahora. Ni el paso del tiempo ni la muerte podrían cambiar sus sentimientos. Cerró los ojos y susurró mientras lo hacía:

– Te extraño, Garrett Blake -dijo con suavidad.

Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer al mismo tiempo que le quitaba el corcho a la sencilla botella transparente que sostenía con fuerza. Sacó la carta que le había escrito a Garrett el día anterior, la carta que había ido a enviar. Después de desenrollarla comenzó a leer.

Mi amor:

Ha pasado un año desde que me senté con tu padre en la cocina. Ya es muy tarde y aunque me cuesta trabajo hallar las palabras, no puedo evitar la sensación de que es el momento de que por fin responda a tu pregunta.

Claro que te perdono. Te perdono ahora y te perdoné en el instante en que leí tu carta. El corazón me decía que no podía hacer otra cosa. El dejarte una vez ya fue muy difícil; hacerlo dos veces hubiera sido imposible. Te amaba demasiado para perderte de nuevo. Aún lloro por lo que pudo haber sido, sin embargo, me siento agradecida de que hayas formado parte de mi vida, aunque fuera por tan corto tiempo. Al principio pensé que de alguna manera nos habíamos encontrado para que te ayudara a superar tu pena. Pero ahora, un año después, he llegado a pensar que fue al revés.

Irónicamente me encuentro en la misma posición en la que estabas tú la primera vez que te vi. Lucho con el fantasma de alguien a quien amé y perdí. A veces me abruma la pena y aunque comprendo que nunca más volveremos a vernos, hay una parte de mí que quiere aferrarse a ti para siempre. Para mí sería fácil hacerlo porque amar a alguien más podría debilitar tu recuerdo. Pero he aquí la paradoja: aunque te extraño tanto, es por ti que no temo al futuro. Porque pudiste enamorarte de mí y me enseñaste que es posible seguir adelante con la vida, sin importar lo terrible de la pena.

En este momento no creo que esté lista, pero espero que llegará el día en que mi tristeza sea reemplazada por algo hermoso. Por ti tengo la fuerza de seguir adelante.

Siempre estarás conmigo. Cuando oiga el sonido del mar serás tú que me susurras. Cuando una brisa fresca me acaricie la mejilla, será tu espíritu que pasa a mi lado.

Ésta no es una carta de despedida, amor mío; más bien es una carta de agradecimiento. Gracias por entrar en mi vida y darme alegría. Gracias por amarme y también por aceptar mi amor. Gracias por los recuerdos que atesoraré siempre. Pero sobre todo, gracias por mostrarme que llegará el momento en que por fin seré capaz de dejarte partir.

Te ama,

T.

Después de leer la carta por última vez, Theresa la enrolló, la guardó y selló la botella. La tuvo en las manos y le dio algunas vueltas, sabiendo que su viaje había completado un ciclo. Por fin, cuando se dio cuenta de que ya no podía esperar más, la arrojó tan lejos como pudo.

En ese mismo momento se sintió un viento fuerte y la niebla empezó a disiparse. Theresa se quedó ahí, de pie, en silencio y observó cómo se alejaba la botella flotando en el mar. Y aunque sabía que era imposible, imaginó que nunca volvería a la orilla. Que viajaría por el mundo para siempre, llegando a lugares lejanos que ella nunca conocería.

Cuando la botella desapareció de su vista minutos más tarde, se dirigió a su automóvil. Mientras caminaba en silencio bajo la lluvia, Theresa sonrió con dulzura. No sabía cuándo ni dónde o si alguna vez alguien la encontraría, pero en realidad no importaba. De algún modo sabía que Garrett recibiría el mensaje.

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