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Pregunté a Jamie una hora después. La primera cosa que dijo era que no pensaba que podría ir, pero le dije que ya había hablado con su padre. Parecía sorprendida, y pienso que eso tuvo un efecto en la manera cómo me vio después de eso. La única cosa que no le dije era que miré como si Hegbert estuviera llorando cuando me dirigía hacia la puerta de salida. No sólo no lo comprendía completamente, no quería que ella se preocupara. Esa noche, sin embargo, después de hablar con mamá otra vez, ella me dio una explicación posible, y para ser sincero, tenía bastante sentido. Hegbert debe haber llegado a la comprensión de que su hija estaba creciendo y que la estaba perdiendo frente a mí. En cierto modo, esperé que eso fuera verdadero.

La recogí a la hora acordada. Y aunque no le había pedido que soltara su cabello, lo había hecho para mí. En silencio condujimos sobre el puente, por la costa hasta el restaurante. Cuando llegamos al lugar, el mismo propietario apareció y nos llevó camino a nuestra mesa. Era uno de los mejores lugares en el sitio.

Estaba atestado ya para la hora en que llegamos, y por todas partes las personas se estaban divirtiendo. En el Año Nuevo las personas se vestían a la moda, y éramos los únicos dos adolescentes en el lugar. No pensaba que pareciéramos demasiado fuera de lugar, sin embargo.

Jamie nunca antes había estado en Flauvin's, y le tomó sólo algunos minutos para mirarlo todo. Parecía nerviosamente feliz, y supe en ese instante que mamá había hecho la sugerencia correcta.

"Esto es maravilloso", me dijo. "Gracias por invitarme".

"Fue un placer", dije sinceramente.

"¿Haz estado aquí antes?".

"Pocas veces. A mamá y papá les gusta venir aquí a veces cuando mi padre vuelve a casa de Washington". Miró por la ventana y observó fijamente un bote que estaba pasando por el restaurante, sus luces encendidas. Por un momento parecía perdida en el asombro. "Es hermoso aquí", dijo.

"No tanto como tú", contesté. Jamie se ruborizó.

"Tú no crees eso".

"Sí", dije cariñosamente, "lo hago".

Sujetamos nuestras manos mientras esperamos la cena, y Jamie y yo hablamos de algunas de las cosas que habían ocurrido en los últimos meses. Se río cuando hablamos del baile de bienvenida, y admití la razón por la que la había invitado en primer lugar. No tuvo una mala reacción por eso – se había reído de ello alegremente – y yo sabía que ella ya lo había adivinado sola.

"¿Tú querrías llevarme otra vez?" me dijo bromeando.

"Completamente".

La cena fue deliciosa – pedimos platillos de mar y ensaladas, y cuando el camarero retiró nuestros platos definitivamente, la música se puso en marcha. Teníamos una hora antes de que tuviera que llevarla a su casa, y le ofrecí mi mano.

Al principio éramos los únicos sobre la pista, todos mirándonos cuando bailábamos. Pienso que supieron lo que sentíamos el uno por el otro, y les recordó cuándo eran jóvenes también. Podía verlos sonreír con nostalgia. Las luces eran tenues, y cuando el cantante empezó una melodía lenta, la sujeté cerca de mí con los ojos cerrados, preguntándome si alguna vez algo en mi vida había sido tan perfecto y sabiendo al mismo tiempo que no lo había.

Estaba enamorado, y el presentimiento era incluso más estupendo de lo que alguna vez imaginé que podía ser.

Después del Año Nuevo pasamos la semana y medía siguiente juntos, haciendo las cosas que las parejas jóvenes hacían tiempo atrás, aunque de vez en cuando parecía cansada y lánguida. Pasamos el tiempo por el río de Neuse, tirando piedras en el agua, mirando las ondas mientras hablábamos, o íbamos a la playa cerca de Fort Macon.

Aunque era invierno, el océano era color acero, y era algo que ambos disfrutábamos hacer. Después de una hora o un poco más Jamie me pediría que la llevara a casa, y sujetaríamos nuestras manos en el auto. A veces, parecía, que se quedaría dormida antes de que llegáramos a su casa mientras que otras veces echaba un torrente de plática que yo apenas y podía conseguir decir unas palabras.

Por supuesto, pasar el tiempo con Jamie también implicaba hacer las cosas que ella disfrutaba también. Aunque no iría a su clase de Biblia – no quería parecer un idiota en frente de ella – visitamos el orfanato dos veces más, y cada vez que fuimos allí, me sentía como en casa. Una vez, sin embargo, habíamos tenido que partir temprano, porque le estaba dando una fiebre leve. Incluso a mis ojos sin tener ninguna clase de experiencia, era claro que su cara estaba colorada.

Nos besamos otras veces, aunque no todo el tiempo lo hacíamos, y nunca pensé en tratar de llegar a segunda base. No había necesidad de hacerlo. Había algo bonito cuando la besaba, algo apacible y hermoso, y eso era suficiente para mí. Cuanto más lo hacía, más me di cuenta de que Jamie había sido malinterpretada su vida entera, no sólo por mí sino por todos.

Jamie no sólo era la hija del Ministro, alguien que leía la Biblia e hizo su mayor esfuerzo para ayudar a otros. Jamie era también una chica de diecisiete años con las mismas esperanzas y dudas que las demás. Por lo menos, eso es lo que yo asumí, hasta que me lo dijo definitivamente.

Nunca olvidaré ese día por la forma tan silenciosa en que había estado, y tuve el gracioso sentir todo el día de que algo importante estaba en su mente.

La estaba acompañando a casa de regreso de la cafetería de Cecil el sábado antes de que la escuela se pusiera en marcha otra vez, un día tempestuoso con un viento feroz y penetrante. Un norte había estado soplando desde la mañana anterior, y mientras caminamos, habíamos tenido que ir pegaditos de pie para mantenernos tibios. Jamie puso su brazo entrelazado con el mío, y estábamos caminando despacio, incluso mucho más despacio de lo usual, y pude distinguir que no se sentía bien otra vez. No había querido ir conmigo debido al clima, pero yo la había invitado debido a mis amigos. Era el tiempo, recuerdo, en que ya sabían lo de nosotros. El único problema, como el destino lo quería, era que nadie más estaba en la cafetería de Cecil. Como en muchas comunidades costeras, las cosas eran silenciosas en medio del invierno.

Se quedaba callada cuando caminamos, y sabía que estaba pensando en una manera de decirme algo. No esperaba que ella empezara la conversación cuando lo hizo.

"Las personas piensan que soy extraña, no como ellos", dijo, rompiendo el silencio definitivamente.

"¿A quién te refieres?" Pregunté, aunque sabía la respuesta.

"Las personas en la escuela".

"No", mentí.

Besé su mejilla cuando la apreté un poco más a mí. Hizo una mueca de dolor, y pude distinguir que la lastimaba de algún modo.

"¿Estás bien?" Pregunté, interesado.

"Estoy bien", dijo, recuperando su serenidad y llevando las cosas por buen camino.

"¿Me harías un favor, de todas maneras?".

"Seguro", dije.

"¿Prometes decirme la verdad desde ahora? ¿Me refiero a siempre?".

"Sí", dije.

Me paró repentinamente y me miró. "¿Estás mintiéndome ahora mismo?".

"No", dije a la defensiva, preguntándome a dónde estaba yendo todo eso. "Prometo que desde ahora, te diré la verdad siempre".

De algún modo, cuando lo dije, sabía que lo lamentaría.

Empezamos a caminar otra vez. Cuando nos movimos por la calle, eché un vistazo a su mano, que estaba entrelazada con la mía, y vi un moretón grande justo debajo de su dedo anular. No tenía idea de dónde había venido, ya que no estaba ahí el día anterior. Por un segundo pensaba que podría haber sido causado por mí, pero luego me di cuenta de que no la había tocado allí ni siquiera.

"Las personas piensan que soy extraña, ¿no?" Preguntó otra vez.

Mi respiración estaba saliendo en forma de nubes pequeñas.

"Sí", contesté. Me lastimó decirlo.

"¿Por qué?" Parecía casi abatida.

Pensé en eso. "Las personas tienen razones diferentes", dije vagamente, haciendo todo lo posible para no ir demasiado lejos.

"¿Pero por qué, exactamente? ¿Es debido a mi padre? ¿O es porque trato de ser simpática con las personas?".

No quería meterme mucho con eso.

"Supongo", fue todo que pude decir. Me sentía un poco mareado. Jamie parecía desalentada, y caminamos un poco más en silencio.

"¿Tu también piensas que soy extraña?" Me preguntó.

La manera en que lo dijo hizo que me doliera más que lo que pensaba. Estábamos casi en su casa antes de que la parara y la sujeté cerca de mí. La besé, y cuando nos separamos, ella miró al suelo.

Puse mi dedo debajo de su barbilla, levanté su cabeza y haciéndola mirarme otra vez.

"Eres una persona estupenda, Jamie. Eres hermosa, eres amable, eres apacible… eres todo lo que me gustaría ser. Si a las personas no les agradas, o piensan que eres extraña, entonces ése es su problema".

En el brillo grisáceo de un día de invierno, podía ver su labio inferior empezar a temblar. El mío estaba haciendo la misma cosa, y me di cuenta de que mi corazón también se estaba acelerando repentinamente. Miré sus ojos, sonriendo con todo el sentimiento que tenía, sabiendo que no podía mantener las palabras dentro por más tiempo.

"Te amo, Jamie", le dije. "Eres lo mejor que alguna vez me ha pasado".

Fue la primera vez que había dicho esas palabras para otra persona además de un miembro de mi familia inmediata. Cuando había imaginado decirlo a otra persona, había pensado de algún modo que sería difícil, pero no lo fue. Nunca había estado más seguro de algo.

Tan pronto como dije las palabras, sin embargo, Jamie inclinó su cabeza y empezó a llorar, inclinando su cuerpo en el mío. Envolví mis brazos alrededor de ella, preguntándome qué había hecho mal. Era delgada, y me di cuenta por primera vez que mis brazos podían dar vuelta alrededor de ella. Había perdido peso, incluso en la última semana y media, y recordé que apenas había tocado su comida antes. Continuó llorando en mi pecho lo que me parecía mucho tiempo. No estaba seguro qué pensar, o incluso si ella sentía lo mismo que yo. Aún así, no lamentaba las palabras. La verdad es siempre la verdad, y acababa de prometerle que nunca le mentiría otra vez.

"Por favor no digas eso", me dijo. "Por favor…".

"Pero eso siento", dije, pensando que no me había creído.

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