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De pronto me encontré sin palabras, y seguí allí sentada arrancando tréboles. Sentía sus ojos en mí, pero no levanté la mirada. Podíamos haber seguido así durante un buen rato más, pero nos interrumpieron. Creo que volvieron los chicos con los que antes había estado peloteando, o puede que fueran otros alumnos que pasaban por allí y que al vernos se sentaron con nosotros. Sea como fuere, nuestra charla íntima había terminado, y me fui con la sensación de que al final no había hecho lo que había ido a hacer, y que en cierto modo le había fallado a Ruth.

Nunca llegué a evaluar el tipo de impacto que nuestra charla había causado en Tommy, porque fue al día siguiente mismo cuando se conoció la noticia. Era media mañana, y habíamos estado en una de esas dichosas Instrucciones Culturales. Eran clases en las que teníamos que interpretar a diversos tipos de gentes del mundo exterior: camareros de café, policías, etcétera. Estas clases siempre nos exaltaban y preocupaban al mismo tiempo, así que todos estábamos con los nervios de punta. Entonces, finalizada la clase, estábamos saliendo en fila cuando Charlotte F. entró corriendo en el aula, y a partir de ahí la nueva de que la señorita Lucy dejaba Hailsham se extendió como la pólvora. El señor Chris, que había dado la clase y que debía de saberlo de antemano, salió arrastrando los pies y con aire culpable antes de que pudiéramos preguntarle nada. Al principio no sabíamos bien si Charlotte se limitaba a transmitir un rumor, pero cuanto más nos contaba más claro estaba que se trataba de una realidad. Aquella misma mañana, más temprano, los alumnos de otro curso de secundaria habían entrado en el Aula Doce para la clase de Iniciación a la Música que tenía que impartirles la señorita Lucy. Pero en el aula se habían encontrado con la señorita Emily, que les dijo que la señorita Lucy no podía venir en aquel momento, y que la clase la daría ella. Y en el curso de los veinte minutos siguientes todo se había desarrollado con normalidad. Pero de pronto -en mitad de una frase, al parecer-, la señorita Emily había dejado de hablar de Beethoven y había anunciado que la señorita Lucy había abandonado Hailsham para no volver jamás. La clase en cuestión había terminado varios minutos antes de lo previsto -la señorita Emily casi se había ido a la carrera y con ceño preocupado-y la noticia empezó a propagarse en cuanto aquellos alumnos pusieron el pie fuera de clase.

Corrí inmediatamente en busca de Tommy, porque deseaba con toda el alma que lo oyera de mis labios. Pero cuando salí al patio vi que era demasiado tarde. Allí estaba Tommy, en el otro extremo, al lado de un corro de chicos, asintiendo a lo que le estaban contando. Los otros chicos estaban muy animados, incluso quizá excitados, pero los ojos de Tommy parecían vacíos. Aquella misma tarde, Tommy y Ruth volvieron a estar juntos, y recuerdo que varios días después Ruth me buscó para darme las gracias por «arreglar tan bien las cosas». Le dije que seguramente no había logrado hacer gran cosa, pero ella no admitió mis dudas en tal sentido. Definitivamente me había entronizado en lo más alto. Y así fue más o menos como siguieron las cosas en nuestros últimos días en Hailsham.

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