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Del mismo modo vería yo huir a los troyanos, muchas noches después, del incendio de su ciudad.

Desde mi lecho, al regresar derrotado a mis corrientes habituales, vi a Aquiles persiguiendo a los tróvanos hasta las murallas de Ilio. Desde lo alto de una torre, Príamo observaba la derrota. Hizo abrir las puertas para que todo su ejército hallara refugio en la ciudad, y ordenó volver a cerrarlas en cuanto el último de sus guerreros hubiera pasado. Pero el último guerrero era el más fuerte, y el primogénito, y el héroe que nunca más volvería a entrar por aquella puerta.

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