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Hurgaba en mis pliegues, disfrutando del proceso, mientras sus dedos acariciaban mi culo. Ángel me estimulaba, saboreando la sensación de mi esfínter apretado. Lo presionó con el dedo corazón.

Grité con su polla en la boca mientras entraba en mi culo. Mi interior aterciopelado rodeó sus dedos. Fue increíble. Un placer desenfrenado. Mi boca chupaba a mi hermano cada vez con más pasión. Cada vez estábamos más cerca de una maravillosa explosión.

Mi hermano introducía y sacaba dos dedos de mi culo. Entró en las profundidades de mis entrañas. Podía sentir cómo sus dedos se retorcían dentro de mí. Acariciaba las paredes sedosas de mi ano, burlándose de mí. Se movía dentro de mi esfínter, excitándome, provocándome, y su lengua penetraba en mi entrepierna al mismo tiempo. Movía su lengua dentro y fuera de mí, entrando y saliendo de ambos agujeros con rapidez y fuerza.

Chillé y gemí. Mis caderas se balanceaban hacia delante y hacia atrás. Mi entrepierna presionaba su cara. Estaba muy caliente. La presión crecía y crecía, podía sentirlo en el palpitar de la polla de mi hermano en mi boca.

Estaba a unos momentos de una poderosa e imparable explosión, y Ángel estaba listo para liberar todo su semen dentro de mí. Iba a ser increíble. Mi hermano gimió y sus dedos se clavaron en mis nalgas. Sujetó mi culo y lo masajeó. Era inquietantemente placentero.

Seguí chupándole la polla, sin pensar en nada.

Mi placer iba en aumento. Mi hermano se retorcía a mi alrededor, mi entrepierna se frotaba contra su cara. No podíamos parar. Era una auténtica locura, pero estábamos demasiado cachondos. Queríamos corrernos.

– Así que vamos a ponernos más serios con tu culo, ¿vale? – sugirió mi hermano.

Ángel no tuvo que esperar mucho a mi respuesta, porque yo estaba impaciente por empezar con el sexo anal. Ya estaba cachonda hasta el límite y me atraía la perspectiva de la penetración en el ano por mi guapo y sexy hermano. Me pidió que me acercara a la silla para que pudiéramos jugar más cómodamente.

Mi hermano sabía muy bien que ya me había convencido para que le obedeciera y me sometiera. Ahora era el momento de averiguar hasta dónde podíamos llevar nuestros juegos.

Sentí cómo la punta de su dedo, fría y resbaladiza, volvía a introducirse en mi recto, seguida de otro más.

Mi hermano los introdujo esta vez bastante profundamente, alcanzó algún punto increíble de placer, encontró la pared posterior de mi útero y empezó a acariciarla rápida y rítmicamente, primero con uno y luego con los dos dedos.

Gemí y mi entrepierna empezó a apretarse. Mi hermano aceleró sus movimientos y mi culo empezó a temblar convulsivamente. Intenté parar, pero no pude.

Las sensaciones de los dedos de Ángel follándome el ano, combinadas con la presión sobre mi clítoris, casi me llevaron a un intenso orgasmo, pero una vez más mi hermano detuvo bruscamente las sensaciones. Sacó bruscamente sus dedos de mi ano, tras lo cual sacudí mi pelvis convulsivamente durante unos segundos. Entonces mi hermano cogió un consolador largo y fino y presionó su punta contra mi ano.

– Deja que te lo meta por el culo -susurró-. – Ábremelo.

Me olvidé del mundo y dejé de separar las nalgas.

Rápidamente las alcancé y volví a separarlas, con la esperanza de que esta vez Ángel me follara el culo un poco más y prolongara esta dulce sensación que al final me llevaría al orgasmo.

– Nita, ¿de verdad quieres hacer esto? – se burló mi hermano, introduciendo lentamente el consolador en mi ano. – ¿Quieres que te folle con él?

– Oh, sí, Ángel. Lo quiero. Lo quiero en el culo. Por favor, por favor, fóllame -supliqué.

Ángel sonrió para sí, susurrándome que realmente me deseaba mucho. No quería que de repente tuviera un orgasmo, después del cual perdería todo interés en su manipulación de mi ano. Me introdujo el consolador en el ano unos doce o trece centímetros, después de lo cual notó una obstrucción. Grité.

– No sueltes las nalgas -me advirtió mi hermano con severidad-. – Mantén el culo abierto para mí. Tenemos que pasar esta curva de tus entrañas.

Cambió el ángulo, giró el consolador y éste pasó fácilmente la curva.

– Confía en mí, resolveremos este problema en cuestión de minutos -dijo Ángel con seguridad.

Introducir objetos atravesando el ano

Sujetando el consolador dentro de mí, empezó a retorcerlo, estirando bruscamente mi ano.

– Quiero que intentes meter el consolador dentro de ti y luego sacarlo, una y otra vez. Primero mételo y luego sácalo hasta que yo te pare, – me ordenó mi hermano.

Lo conseguí unas cuantas veces mientras Ángel me metía y sacaba el consolador del ano como si fuera una vara. Le molestaban mis débiles embestidas.

– Vamos, vamos, ¡no pares! – gritó.

– No puedo. Lo siento, Ángel -gemí.

Ángel sacó el consolador con un rápido movimiento, haciéndome chillar.

– Cuando terminemos, te daré algunos ejercicios para fortalecer esos músculos. Y la próxima vez podemos hacer nuestro juego más interesante -advirtió-. – Ahora tienes que lubricarte mejor por dentro antes de continuar.

No sabía que mi hermano supiera tanto de sexo anal. Me sorprende que nunca hayamos hablado de ello.

Ángel introdujo la punta de plástico en el tubo de lubricante anal, la introdujo en mi ano y apretó el lubricante con fuerza. Mi ano estaba tan desarrollado que ni siquiera sentí el lubricante llenando mis entrañas.

– Ahora vamos a probar otro juguete, – dijo Ángel con una sonrisa lujuriosa en la cara.

Colocó el espeluznante aparato con el extremo frente a mi cara para que pudiera verlo… y mi mente se volvió loca.

– Usaremos esto para estirar tus intestinos y suavizar esa curva con la que tropezamos hace unos minutos.

Ángel aplicó lubricante en la punta y lubricó ligeramente el mango también. Luego presionó la punta de la maza contra el esfínter y sonrió cuando empezó a separarse lentamente, dejando entrar a su invitado en el ano.

– ¡Oh, Dioses! – aullé.

Lo estaba pasando mal en ese momento, mis propios dedos se clavaban aún más en mis nalgas. Ángel sonrió para sus adentros. La escena le gustó tanto que sacudió la cabeza sorprendido.

Mi hermano siempre había sido un tipo bastante guapo y no tenía ningún problema en conseguir a la mujer que quisiera, y ahora mismo podría estar follándose a su novia. Pero en vez de eso, ¡estaba aquí conmigo! Jugando con mi culo con juguetes, ayudándome a aprender cómo era el sexo anal en la vida real. ¡Resulta que antes no sabía nada de eso!

Me lo pensé y mantuve las nalgas abiertas, abriendo mi agujero trasero a mi hermano e invitándole a introducir un juguete del tamaño de una pelota de golf… y, sin embargo, sabía que mis mayores retos estaban aún por llegar.

Mi hermano me dijo que ya lo había probado con más de una chica. Tiene bastante experiencia con el juego anal y que le gusta mucho trabajar con principiantes como yo.

– ¡Los principiantes anales siempre se llevan una auténtica sorpresa con mis caricias! – informa alegremente mi hermano. – ¡Mis prácticas les provocan emociones y sensaciones encontradas! Y la reacción siempre es genuina.

Gemí y me retorcí, pero mis manos seguían separando mis nalgas, invitando a Ángel a entrar en mi ano. Mi hermano apretó un poco más, el consolador desapareció en mi recto y mi esfínter se cerró alrededor del palo.

– Empuja, Nita. ¡Empuja! – ordenó Ángel.

Lo intenté, pero fue en vano: al mismo tiempo, Ángel penetraba el juguete cada vez más profundamente, doblándolo y haciéndolo girar. Pronto el pomo alcanzó el obstáculo con el que ya nos habíamos topado.

– Te dije que resolveríamos este problema -me recordó Ángel-. – Tenemos que resolverlo, de lo contrario no podré follarte como es debido.

De repente, el aparato se puso en movimiento con aquel terrible zumbido que ya había demostrado. Era en lo más profundo, en la zona del coxis: una potente vibración de alta frecuencia que me hizo soltar las nalgas por reflejo, incorporarme e intentar liberarme.

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