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Entonces oí a mi hermano acercarse y me puse en pie de un salto. Ángel caminaba lenta y suavemente, como un gato, y sonreía mientras me miraba. Sabía que me conocía bien. Y yo también lo sabía. Durante toda una vida, nos habíamos estudiado a fondo.

Se me cayó la baba en cuanto entró en el dormitorio y mi cuerpo se estremeció de excitación.

– ¿Tu culo está listo para otro juego? – preguntó mi hermano, mirándome directamente a los ojos.

– Estoy totalmente lista para darte placer, Ángel. No te lo vas a creer… – murmuré en voz baja, casi para mis adentros.

– Ya veremos -respondió Ángel con indiferencia-. – Pienso hacer contigo lo que me dé la gana. ¿Estás segura de que quieres llegar hasta el final?

– Estoy segura, Ángel, ¡por favor! Estoy completamente segura. Puedes hacer conmigo lo que quieras. Puedes. – Estaba un poco avergonzada, pero continué– Fóllame con lo que quieras, de la forma que quieras, en el orificio que quieras. Estoy aquí para darte placer.

Mi hermano me miró a los ojos, que se lo suplicaban. Podía ver que estaba a punto de entrar en pánico ante la idea de terminar la velada sin que se desarrollara nuestro drama, y sabía que ambos disfrutaríamos esta noche. Me sonrió y abrió los brazos.

– Ven aquí y abrázame, hermana. Muy pronto te follaré el culo, y seremos amantes a partir de ahora, – dijo Ángel.

Suspiré aliviada, me acerqué a él y nos abrazamos, apretando su excitada polla entre nuestros cuerpos. Luego mi hermano me cogió de la mano y me llevó por el pasillo.

En cuanto entramos en el dormitorio, Ángel se volvió y me besó apasionadamente. Sentí la lengua de mi hermano en mi boca y sus manos en mi cintura, que viajaron hacia abajo, penetrando mis dedos entre mis nalgas. Mi hermano era tan duro, tan fuerte: un verdadero depredador. Y yo estaba dispuesta a entregarme a él.

Ángel rompió el beso y me llevó al sofá. Se sentó en el borde y palmeó el cojín que tenía al lado, invitándome a sentarme también. Me senté a su lado y esperé.

Mi hermano me pellizcaba los pezones y me acariciaba perezosamente el clítoris. Me sentía como en un sueño: una atmósfera mágica, espejos, una cama morada, como un verdadero altar, en el que estaba destinada a entregarme analmente a mi propio hermano, y una música tan extraña, como sobrenatural. Ángel me dejó mirar a mi alrededor e impregnarme del ambiente sin decir una palabra. Miraba mi cara de excitación con satisfacción. Y aunque mi hermano también estaba muy emocionado, sabía que no había prisa: era mejor disfrutar de cada minuto.

– Mira la mesa, – dijo con voz suave.

Miré y me alivió ver que ninguno de los juguetes que Ángel había preparado era mucho más grande que su polla. Pero estaban justo delante de mí, y me di cuenta de que la hora "X" estaba cerca.

– Todo esto es para ti -dijo Ángel-. – ¿Te gustan?

– Me alegro de que no sean tan enormes como aquel, – respondí nerviosa.

Durante uno o dos minutos estuvimos sentados en silencio. No podía apartar los ojos de los juguetes que Ángel había colocado sobre la mesa. Me imaginaba cómo se sentían. Ángel puso sus dedos alrededor de mi clítoris, apretándolo y acariciándolo suavemente. Con la otra mano, mi hermano me acariciaba las mejillas y jugaba con mi pelo mientras observaba mi expresión. Luego me cogió la barbilla y me giró la cabeza para mirarle.

– Estás a punto de entregarte a mí, y yo estoy a punto de poseerte. Estamos a punto de convertirnos en amantes, hermana. Quiero que te relajes y saborees la idea.

"Sus ojos son tan hermosos", pensé. – "Tan fuertes y seguros, llenos de fuego y pasión. Me desea tanto como yo a él".

Nos miramos a los ojos durante unos segundos y luego empezamos a besarnos apasionadamente. Y los dos sabíamos que no pararíamos hasta que mi hermano me follara. Y hasta que obtuviera satisfacción de mi ano. Al principio nuestros besos eran suaves, como de exploración: labios suavemente contra labios, lengua contra lengua, dedos en las mejillas, ojos abiertos. Notaba la tensión, pero no quise dar el primer paso y esperé una señal de Ángel.

– Estás indecisa, cariño -se burló de mí-. – ¿No me deseas?

Esa era la señal que estaba esperando. Tomé la iniciativa y empecé a besarle el cuello, su mano en mi estómago, sus bonitos y firmes bíceps.

Agarré el pezón de mi hermano y empecé a moverlo entre el pulgar y el índice. Su pezón era tan deliciosamente carnoso y duro…

Me di cuenta de que los pectorales de Ángel eran muy sensibles y una fuente de gran placer para él. Empecé a lamer y chupar lentamente sus pezones. Al mismo tiempo deslicé mi mano por su vientre y empecé a tocar rítmicamente la cabeza de su polla con la yema de mi dedo, que se acercaba a su pubis por la excitación.

Mi inesperada acción hizo saltar su polla. Ángel levantó una pierna y la apoyó en el reposabrazos del sofá, luego atrajo mi cabeza hacia la suya y me enterró un beso en los labios, llenándome la boca con su lengua.

Se acercó él mismo

Mi hermano puso su mano sobre la mía y la guió hacia abajo, entre sus piernas, introduciendo su polla en ella. Empezó a follarme la palma, y noté que todo su cuerpo se estremecía.

Ángel gimió, se levantó y empezó a deslizarse lentamente hacia abajo, sin dejar de follarme la palma de la mano con su polla y follándome simultáneamente la boca con su lengua hasta que tuvo un violento orgasmo.

Sujetó mi mano sobre su polla mientras su miembro palpitaba en mi mano y luego se desplomó sobre mí. Mi hermano me clavó las cortas uñas en el hombro, intentando recuperar el control.

Entonces la oleada se calmó, Ángel se relajó y soltó una risita.

– Pobre hermanita, qué egoísta he sido, – dijo Ángel burlonamente, con fingida simpatía.

Ángel agarró mi clítoris y lo masajeó bien, moviendo su dedo resbaladizo a lo largo de la carne tierna, prestando atención también a mi agujero, que se sentía especialmente bien. Sólo tuve que inclinarme hacia atrás y gemir. Ángel casi me llevó al orgasmo con sorprendentemente poco tiempo y esfuerzo.

– No te atrevas a correrte sin permiso -me advirtió-. – ¿Recuerdas tu último castigo?

Por suerte para mí, Ángel dejó de jugar con mi clítoris y cogió el tubo de lubricante. Mi hermano lo abrió y se echó un buen chorro de lubricante frío en la punta de la polla. Luego empezó a jugar de nuevo con mi clítoris.

Me contuve con todas mis fuerzas para no correrme. Todos mis músculos estaban tensos. Me sentía muy, muy bien, pero no me atrevía a romper la prohibición de Ángel. De repente, detuvo sus movimientos, justo a tiempo, un instante antes del orgasmo, como había estado haciendo toda la noche.

– Date la vuelta, cariño -ordenó Ángel-. – Quiero que te pongas de pie en el sofá, con los pechos en el respaldo y el culo hacia mí.

Esto es, la hora "X". Mi corazón latía frenéticamente mientras me levantaba, me daba la vuelta y me arrodillaba en el sofá. Me incliné hacia delante y mis hombros tocaron la fría piel.

– Ponte cómoda, hermanita. Vas a estar un rato en esta postura mientras te follo -me advirtió mi hermano.

El respaldo del sofá era bajo y mi torso estaba casi horizontal. Ángel rodeó el sofá y se colocó de modo que su entrepierna quedó justo delante de mi cara. El embriagador aroma de su polla llegó hasta mis fosas nasales, y pude ver que el tronco de su hermano rezumaba lubricante. Cerré los ojos e inhalé profundamente.

– Ahora voy a follarte, hermanita -dijo Ángel-. – Mi polla te va a hacer trabajar mucho el culo, pero creo que ya estás lista para disfrutarlo....

Me rodeó por detrás y sentí los labios de mi hermano en la parte baja de la espalda. Me besó allí, y pronto sentí su lengua. Ángel me besó y lamió la espalda cada vez más arriba, arrodillándose en el sofá a mi lado.

Me acerqué y le acaricié el vientre y las piernas con la mano mientras él se acercaba a mis hombros y mi cuello. Ángel introdujo dos dedos en mi ano y yo me tensé por reflejo. Me agaché, le agarré la polla y empecé a sacudírsela ligeramente.

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