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La madre me dijo esta noche que le pida a don Basilio un anticipo a cuenta de la calefacción. Le di un billete, aunque todavía no sé lo que podrá valer la Jabalí.

29 diciembre, lunes

¡Gibar con Aquilino! Me llegué esta mañana al cuartelillo, a la subasta, y había otros dos tipos, uno con un cuero y cara de profesional y el otro un señoritingo bien trajeado. Salieron dos antes que la Jabalí y se las quedó el del cuero. Al aparecer la Jabalí yo tenté el billete de quinientas que llevaba en el bolsillo. Pero el señoritingo dijo de entrada: «setecientas», el otro dijo: «mil», y entonces el señorito dijo: «mil quinientas» y se la quedó. ¡Toma del frasco! No me dejaron ni chistar. Cuando se largaron me despaché a mi gusto con Aquilino. No tengo pepita en la lengua y por primera providencia le dije que me había empatado, ya que me prometió que la Jabalí sería mía por cuatro cuartos. Él me preguntó por el dinero que llevaba y le dije lealmente que quinientas. El cipote se echó a reír y me salió con que qué quería hacer con esa miseria. ¡No te giba! Ya le dije que no lo echase a barato, porque me había hecho la santísima. Él se atocinó y se puso a voces, que lo que no podía hacer era colocar un guardia a la puerta, y que yo había visto lo mismo que él, que el individuo ese vino por ella por derecho. Le dije lealmente que en ese plan no podíamos entendernos. El tío cambió de tono y me salió con que si no me iba esquinado con él y que cómo estaba la madre. Labia no le falta al marrajo, pero lo cierto es que me ha hecho la tana. Mejor le pintaría si no se le fuera toda la fuerza por la boca. En vista del éxito me haré un traje con los cuartos de la Jabalí.

30 diciembre, martes

La boda de Tochano ha resultado lucida. Él iba bien puesto con su terno azul a rayas, y la Paula con su gorrete y su vestido negro. Les casó don Florián y les echó un discurso. El hombre tiró un puntazo al Pepe con eso de las ovejas descarriadas, pero como si no. Allí estaban Tomasito, Zacarías con su señora, Melecio, su primo Esteban -el que me arregló lo del contador-, el Pepe, Asterio, don David, Juan y un montón de gente más. A la salida nos fuimos donde Tochano, y la Paula nos puso a discreción dos garrafas de blanco. Las dimos en forma, y cuando estábamos mamados nos largamos a la calle. Íbamos todos en grupo detrás de Tochano y la Paula, cantando y alborotando. Luego nos cogimos del brazo y jugamos a tapar la calle. Nos reímos las muelas con un vejete que le dio dos bastonazos a Juan para que abriese paso. Cerca de Colón vi venir a don Basilio y me quise poner formal, pero Asterio y Esteban me arrastraron y me vio haciendo el ganso. La mujer de Zacarías cogió la perra de que por qué no nos íbamos al parque a burrear a nuestro antojo y allí nos fuimos. Nos agarramos de la mano y anduvimos jugando al corro alrededor de la fuente. En una de las vueltas, la Amparo cogió una liebre y enseñó hasta el ombligo. Melecio la regañó. El Pepe se recochineaba y decía que un día es un día. Después me hicieron subir a la fuente y cantar «Torito, torito bravo». Vino el guarda y tuvimos lío. Entonces eché el ojo a una prima de Tochano que había venido de Villanueva. Comimos en la Cerve, y después organizamos baile. Pasé la tarde con la prima de Tochano. A las siete se despidieron los novios y les acompañamos hasta la puerta chillando y alborotando. A las nueve dijo Tomasito que por qué no continuábamos el bureo, y nos fuimos a cenar a lo de Polo. Hemos hecho el zángano de lo lindo. Me acosté a las dos más molido que otro poco. Sentí el exprés de Galicia.

31 diciembre, miércoles

Todavía con la resaca de la boda, estuvimos en la plaza comiendo las uvas. Fui con Melecio, la Amparo, la Modes y Serafín. Llevábamos gorros de papel, y Serafín compró bolas de mal olor. Había mucho personal y al dar las doce se armó un buen zurriburri. Serafín tiró las bolas. Otros habían soltado polvos de pica pica y no había cristiano que parase. Melecio se atocinó con Serafín por lo de las bolas y le cargaba el mochuelo de los polvos de pica pica. Quería largarse, pero al fin le convencí, diciéndole que traía mala sombra entrar en el año rabiando. A las doce y media, Serafín estaba ya mamado. Yo saqué a bailar a mi hermana y luego a la Amparo. La Amparo cogió la perra con que a ver si quitaba a Melecio de la cabeza la idea de poner a estudiar al Mele. Le pedí una razón y ella dijo que ni el chico está por la labor ni Melecio puede hacerlo sin molerse a trabajar. De repente vi a la Anita bailando con un lechuguino, y la sangre se me subió a la cabeza. La pingo de ella llevaba un gorrete de colorines. En cuanto acabó la pieza me fui donde ella, la agarré del brazo y le planté que se iba a acabar este juego. Ella se puso chulilla y me dijo que con qué autoridad le hablaba así, y que la estaba mancando. Luego se volvió y me presentó a las Mimis, pero no acertaba con el nombre del novio de la baja, y la Mimi se echó a reír y me dijo que era Faustino, su prometido. Les di la mano y saqué a Anita a bailar y le dije lealmente que no me gustaban las Mimis, y que parecen cualquier cosa. Anita dijo que no me había preguntado nada y que no gritase, que no era sorda. Me puse de mal café y le pregunté si es que hay que echar una instancia para hablar con ella. Me contestó tan fresca que le había sorprendido verme por allí, porque me hacía en el campo cazando perdices. De repente reparé en su cintura y le dije que por qué íbamos a regañar el primer día del año siendo tan bonito eso de sentirse hermana y hermano. Ella dijo que por qué hablaba ahora tan bajo, que si había enfermos. Me eché a reír y le dije que bailaba muy bien el mambo, y que Asterio, mi sastre, trabajaba siempre con la gramola a todo gas oyendo mambos, y que sin la gramola animándole no acierta a cortar. Anita me contó que Asterio hacía también la ropa a su padre, y que su padre no fue a comer las uvas porque ésta es una buena noche para el negocio. Yo le dije que tenía un hermano de churrero en Madrid. Luego le pregunté si le gustaba bailar y respondió que, después del cine, era lo que más y yo le dije entonces que algún domingo la llevaría a la Cerve. Luego ella me soltó que ya sabía que ayer estuve de boda y me harté de bailar. Le prometí que cruz y raya, y ella dijo que no le importaba que baile o que no baile. Le pregunté quién le había ido con el cuento y ella dijo que Asterio, precisamente. Estuvimos de bailoteo hasta las tres, y luego acompañé a Anita con las Mimis y el fogonero. Por caerle en gracia le dije que si libre hoy, y él se lió a hablarme de las distancias, las primas y los ahorros de carbón. Al despedirme me dejó la mano baldada. Luego me acordé de que no me había despedido de Melecio ni de mi hermana. Con la chavala junto a mí me olvido hasta de mi nombre.

2 enero, viernes

Di un garbeo con Anita. Ni en el monte estoy tan a gusto como al lado de esta chavala. Anduvo hablando de las Mimis todo el tiempo. Todo se le vuelve decir: «La Mimi dice…», «La Nines me asegura…» La primera vez le pregunté quién era la Nines y ella dijo que la Mimi pequeña, la alta. Luego me dijo que para la Mimi el mambo no es compás sino ritmo. Le dije que bueno y ella dijo que la Nines, en cambio, piensa que el mambo no es ritmo sino compás y que qué pensaba yo sobre el asunto. No hablamos de otra cosa, pero lo he pasado en grande. Si me dijeran que eligiese entre Anita o la escopeta me buscaban una empatadera. Estas noches tardo en agarrar el sueño más de la cuenta. Rara es la noche que no siento el exprés de Galicia. Anteanoche cuando pasó el sudexprés aún no dormía.

6 enero, martes

La madre se quedó como tolondra al ver la piel del zorro. Yo callé la boca cuando me dijo que le venía al pelo como pie de cama. Desde luego ha quedado muy tiesa y no vale para el cuello. Siete duritos tirados a la calle. Ella me regaló una canana, pero resulta que es del 12 y no del 16. Se llevó un sofoco, pero ya le dije que poniendo el culatín para abajo me hace mejor servicio, porque así veo el calibre del perdigón. Volví la canana para probar y no se cayó ninguno. A la Anita le regalé una polvera. Si será panoli que no quería cogerla…

8 enero, jueves

Anita me dijo esta tarde que le gusta que vaya bien arreglado y que ella no mira en un hombre la cara ni el tipo, sino que se presente bien y sea limpio y curioso. La verdad es que a mí siempre me dio por la ropa. No es por nada, pero sé cuidarla. La madre dice que ya de chico, al regresar de la escuela, lo primero de todo era colocarme el blusón y las alpargatas. Estas cosas, no es porque yo lo diga, no se aprenden en los libros. Se maman o no se maman. Otros defectos tendré, pero descuidado para vestir no soy.

10 enero, sábado

Entre ayer y hoy me he hecho siete viajes a la tienda de don Rafael. Al séptimo me fui donde el señor Moro y le dije lealmente que, mientras no se cubra la vacante, él debe arrimar el hombro. El candongo de él todavía me gastaba guasitas y ya le dije que no lo echase a barato, que uno solo no puede atender arriba y abajo, ir cada media hora a la tienda del Secretario y, por si fuera poco, encender la calefacción. El señor Moro respondió que se ha resuelto el concurso y que viene uno de Santander y que en cuanto a lo de la calefacción, eso es otro cantar. Le dije lealmente que nadie gana pesetas más sudadas. Me salió con que en mi mano estaba el dejarlo. Estuve por darle con el cargo en la cara y lo hubiera hecho si no fuese por la madre. Es mucha esclavitud tirarse de la cama a las cinco de la mañana, y mucho peso y mucha mierda, hablando mal y pronto.

Vino un rato Melecio y estuvimos recargando. Parece que lo de la orquesta es un hecho.

11 enero, domingo

Hemos hecho nueve perdices y un conejo en lo de Ubierna. Tuve un día fenómeno. Hacer nueve perdices entre dos escopetas a estas alturas es una hazaña. Melecio, cada vez que bajaba una, me decía: «Aprovecha, Lorenzo, hoy estás con la chorrina». Hice siete y él dos y el conejo. Hasta la Doly va entrando. Si machuca los pájaros no es por saña, sino por celo. A la hora de comer le di una lección. A la tarde, me cobraba una alicorta. O mucho me equivoco o tenemos perro; pero perro de verdad. Llegué a tiempo de ir con Anita a la Cerve a echar un baile. Allí estaba la Mimi con Faustino, y Anita se emperró en hacer cuarteto. Menos mal que la Mimi me dijo que bailo el tango como los ángeles. En la pista le dije lealmente a Anita que me giban las Mimis porque le doblan los años y nada bueno puede sacar ella de esta amistad. Se cabreó y me dijo que no me meta donde no me importa. Ya embalado, aproveché para soltarle que la Mimi había atrapado al panoli del fogonero sin estar ni pizca enamorada de él. Anita se subió por las nubes y me dijo que la Mimi podía haber elegido a dedo porque es una de esas mujeres que trastornan a los hombres. Callé la boca por no ponerlo peor. Camino de casa me dijo Faustino que cuando tenga la caldera a todo gas le eche polvo de carbón empapado y abra tiro por medio. Mañana ensayaré.

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