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– Un momento, un momento -susurró, mirando a los costados-. ¿En tu país hacen el amor en las canchas de tenis? -Me entrelazó la mano para apartarme suavemente y me dio otro beso rápido.- Vamos a mi casa. -Se puso de pie, arreglándose como pudo la ropa y sacudiéndose el polvo de ladrillo de la falda.- Si vas por tus cosas, no te duches -murmuró-: yo te espero en el auto.

Manejó en silencio; de tanto en tanto sonreía para sí y giraba un poco la cabeza para mirarme. En uno de los semáforos estiró la mano y me acarició la cara.

– Pero entonces -le pregunté en un momento-. Lo de John y Sammy…

– ¡No! -dijo riendo, pero con un tono menos convincente que la primera vez-, no tuve nada que ver. ¿No creen acaso los matemáticos en las casualidades?

Estacionamos en una de las calles laterales de Summertown. Subimos dos pisos por una pequeña escalerita alfombrada; el departamento de Loma era una especie de buhardilla en la parte alta de una gran casona victoriana. Me hizo pasar y nos besamos otra vez contra la puerta.

– Voy un momento al baño, ¿sí? -me dijo, y caminó por el pasillo hacia una puerta con vidrio esmerilado.

Me quedé en la pequeña sala mirándolo todo alrededor; había un desorden abigarrado y simpático, fotos de viajes, muñecos, afiches de películas y muchísimos libros en una bibliotequita que en algún momento había dejado de dar abasto. Me incliné a mirar los títulos. Eran todas novelas policiales. Me asomé un instante al cuarto; la cama estaba prolijamente tendida, con un cobertor que rozaba el piso a los costados.

Sobre la mesa de luz había un libro abierto boca abajo. Me acerqué y lo di vuelta. Leí el título y más arriba el nombre del autor con una especie de estupor congelado: era el libro de Seldom sobre las series lógicas. Estaba furiosamente subrayado, con anotaciones ilegibles en los márgenes. Sentí el ruido de la ducha que se abría, y luego el roce de los pies descalzos de Lorna en el pasillo y su voz que me llamaba. Volví a dejar el libro como estaba y regresé a la sala.

– Y bien -me dijo desde la puerta, dejándome ver que ya estaba desnuda-, ¿todavía con los pantalones puestos?

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