– Laralá, laralí… -canta ella al ritmo de la melodía-. Cuando estás conmiiigo… La, la… Las estrellas y la luna… La, la, la… En junio…
Se mueven por el cuarto de estar hasta que Eddie cede y se ríe. Ya es unos buenos quince centímetros más alto que su madre, pero ella le lleva con comodidad.
– Entonces, ¿te gusta esa chica? -susurra ella.
Eddie pierde un paso.
– Es estupendo -dice su madre. Me alegro por ti.
Dan vueltas a la mesa, y la madre de Eddie agarra a Joe y le levanta.
– Ahora bailad los do s-dice ella.
– ¿Con él?
– ¡Mamá!
Pero ella insiste y ellos ceden, y Joe y Eddie pronto están riéndose y dando saltos uno junto al otro. Se cogen de la mano y se mueven, arriba y abajo, haciendo unos círculos exagerados. Dan vueltas y más vueltas a la mesa, ante el placer de su madre, mientras el clarinetista se destaca en la melodía de la radio y los primos rumanos dan palmas y los últimos restos del olor a filete a la parrilla se desvanecen en el aire de fiesta.